"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
lunes, 24 de noviembre de 2025
DULCE CHIANG
Cosmopolitan/Cosmos
Hielo
en cubitos
45 ml de vodka
30 ml de triple seco
30 ml de zumo de arándanos
30 ml de zumo de lima
1 rodaja de lima (decoración)
Al
interior de una coctelera hiera la tiniebla con luminosos cubitos de hielo y
vea que esto es bueno.
Escancie también en este tarro las aguas jugosas del vodka y las áridas aguas
del triple seco y vea que esto es bueno.
Agregue el zumo de los frutos del arándano y del limonero el oro dulce y vea
que esto es bueno.
Vierta la mezcla en una copa de martini y decore con una rebanada de lima
grande como una lámpara y vea que esto es bueno.
Descanse. Beba su coctel. Piense que tal vez no es bueno que lo disfrute solo.
MARICELA GUERRERO
Ramalazo
Un
día de estos, hijo,
caerá el poema redondo: concavidad y orilla,
de un golpe seco:
ramalazo
como tú y tu padre:
principios y acumulaciones.
BEATRIZ SAAVEDRA GASTÉLUM
Frutos
nocturnos
Debiste
darme las ropas del polvo,
ese ciego de huracanes que cierran las puertas
para renovar el asombro como un temblor involuntario
y tirarme de a loca.
Debiste
dormir entre mis frutos esa noche,
pasar tu cabeza entre el nudo imposible de mi sombra,
enterrar la nostalgia que el hogar aglutina impunemente.
Es
que dios se descuida
cuando decimos en silencio
o en voz alta la caricia
y sedientos
desquebrajamos
el grito primordial entre cuerpos.
Librados
suscitamos el asombro
o la certeza,
la natural generosidad que propicia
amarnos libremente.
El
vértigo del caos
cierra la boca a nuestro abismo,
después, incandescentes
caminamos bajo su luz perfecta.
Ardemos
como una sola brasa
en el lamento de ciegos primitivos
con la única conciencia
que sostiene nuestros pasos.
No
hay ya distancia
ni confusión,
sonido o movimiento,
la hora es precisa mientras la sangre
reconoce todos los huesos.
La
fatiga engañosa nos ahoga,
el cansancio
o el miedo de perder los cuerpos.
Brutalmente
nos encerramos
a nuestra permanencia,
nos empapamos los ojos
en la agitación del deseo
para mover las direcciones,
la transparencia en la humedad
del cuerpo futuro,
cuerpo nuevo, imperativo,
sin mentiras bajo la lengua
mientras la piel expuesta contrarreste
la entonación de los desnudos,
perfectamente desnudos
para que las aves emprendan el vuelo
antes de despertar en cada pulso a la conciencia.
Oculto
el alarido,
en todas las esquinas se escucha el soplo,
la grieta inicial donde el susurro se infiltra
en la punta de la lengua,
a veces
en el invencible infortunio que es vida.
Concentran
las alas su presencia
en vapores subterráneos.
Tengo
a la delicia en vuelo vigoroso,
a la anchura catedral
en combate de asfixias.
También
temo reconocerme en infinitos,
amanecer con su luz en los párpados
tras la pequeña muerte.
toda
la tierra,
todo el porvenir,
la fortuna
y el sueño final de la batalla.
DAVID GONZÁLEZ LOBO
Abedul
Sobre
hojas de abedul escribo: los días se van.
El viento tira las hojas a la orilla del río, a la corriente, algunas
…..giran en los remolinos y otras se elevan ladera arriba.
Hablo
con los árboles como si hablara con mi madre, o con
…..las muchachas de mi [pueblo
o conmigo mismo. Las palabras se llenan de humedad en
…..forma de rocío,
de llovizna, de chaparrones, de largos días de lluvia.
Con
la niebla se abren las ramas y llaman a la luz del
…..relámpago o la luz del sol [intenso.
Son puentes los árboles y me conmueven todos.
Cada uno me cuenta un secreto y muy leves van saliendo por
…..mis ojos.
Escribo
hacia la raíz cuando oscurece.
LEONARDO ALEZONES LAU
Poema
de la I.A.
el cerdo que se deshoja
como una margarita
la
perla
de la que no sabemos
cómo llegó al lodo
un
zorro siempre un zorro
y una oveja para esta historia
HORTENSIA CARRASCO SANTOS
Una
herida, un relámpago
¿Qué
vaya me pides
a mirar, que aún vive
la señora que alimentaba a las palomas?
Cada ave era una herida, un relámpago.
No quiero ver cómo lo salobre le corrompe los labios
cómo se agita con el currucucú de una canción
y la cal de su llanto le ensucia su traje de bodas.
No quiero saber cómo la neblina le mastica la sonrisa.
Me pregunto si alguna vez sobre sus piernas
descansó su propia niña.
