"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
sábado, 26 de octubre de 2019
ALEJANDRO AURA
[Fuimos niños]
Fuimos
niños náufragos
de
algo.
Adolescentes
náufragos.
Pero
ahora las banderas
las
izamos nosotros
y movemos
nosotros
los timones.
Absurdo
es dejar
que el tiempo pasado
nos detenga.
Tenemos
la vida toda abierta.
Se
comprende
que
pueda ser oscura,
pero en las oficinas,
los
conventos
las crujías;
oscura
en los libros
o en los
consejos,
pero
no en la calle.
Porque
en la calle se sufre
de hambre,
de frío,
de policías,
pero
a la luz,
abiertamente,
mano
a mano con todos.
La
fe
llueve
en la calle
y
anda el amor
juntando
muchachos y muchachas.
Mueran
los que no creen
que la
vida
se construye
a cada
instante
y
es hermosa.
Mueran.
O sean condenados
a
un millón
de
latigazos
de
esperanza.
Y
los que en vida
se casan con la
muerte,
y
los cobardes
que esperaron la nueva
generación
para
acostarse con vírgenes,
y
los que escriben
de
cómo encontrar
para el amor
a la persona justa.
Mueran
los que esperan sentados
que el
tiempo
lo resuelva todo.
Nosotros
—hablo por mí
y por
todos
los que
quieran—
menores
aún
—comparativamente—
hemos
de exceder en estatura
a las estatuas.
Han
de venir,
cuando muramos,
quienes
crecerán lo doble de nosotros,
hasta
que el hombre
alcance
su total
tamaño de hombre.
Nos
importa nuestra vida.
Somos
el poema-arma contra todos los estorbos:
los abuelos,
los
cánones,
el
régimen,
el
way of life
que nos imponen;
contra
el odio destilado
que
vuelcan
en
nosotros
los mayores.
Creemos
en los hombres
que
se abren la camisa,
sin vergüenza,
para
que se sepa
bien
con quién se
trata.
Somos
los dueños
desde la segunda mitad
de
este siglo
hasta la muerte.
Somos
los inventores del amor sonoro.
Los
amantes del amor sonoro.
Arriba,
amor,
irrumpe
en la calle
y haz lo que te
toca
De: “Tambor interno”
De: “Tambor interno”
MARINA TSVETAIEVA
Poema
Han
caído ya tantos en este abismo
¡abierto
en lontananza!
y
yo me borraré un día sin rimas
de
la tierra, es verdad.
Se
congelará lo que fue —lo que canta
que
lucha, brilla y quiere:
y
el verde de mis ojos y delicada voz
y
dorados cabellos.
La
vida estará allí, su pan, su sal,
olvidadas
jornadas.
Y
todo pasará como si bajo el cielo
¡yo
no hubiera existido!
Yo
que cambiaba, como un niño, su rostro
—malvado
por momentos—
amaba
la hora en que el leño se enciende
que
cenizas se vuelve,
y
el violonchelo y las cabalgatas
y
campanas tañendo...
—yo
viviente, verdadera
sobre
la tierna tierra.
A
todos —¿qué importa? yo no escatimo nada,
vosotros:
¡¿sois míos y extranjeros?!—
os
pido confianza plena
os
ruego que me améis.
Día
y noche, la voz o la escritura:
por
mis “sí” y mis “no”, azotadura
del
hecho tan común —estoy muy triste,
de
no tener sino veinte años,
Del
hecho del perdón inevitable
de
ofensas ya pasadas,
por
toda mi ternura incontenible
y
mi orgulloso rostro,
y
la veloz locura de los tiempos,
mi
juego, mi verdad...
—¡Escuchadme!
—tenéis que amarme más
ya
que yo moriré.
GEORG TRAKL
Humanidad
Humanidad
dispuesta ante bocas de fuego,
Torbellino
de tambores, sombrías frentes de guerreros.
Pasos
en la niebla de sangre; toque del acero negro,
Desesperación,
noche en los dolientes cerebros:
La
sombra de Eva, la cacería, el rojo dinero.
La
luz se abre paso entre las nubes, la Cena.
El
pan y el vino guardan un gentil silencio,
Y
ahí los doce, una cifra, reunidos quedan.
De
noche, bajo los olivos, gritan entre sueños.
Hasta
la herida, Santo Tomás la mano lleva.
SAUL IBARGOYEN
Tú y la nada
No
me escucharás
nada
pasará por ti
nada
pasará ni sombra ni sonido
ni
mano a agarrar
ni
hueso firme enlutado
ni
tijera ojerosa estremeciéndose
ni
botella harapienta y maldecida.
Nada
irá por ti
a
qué invitarte?
No
podrás reconocer lo desvivido
tu
desnuda apariencia
el
traje erguido
la
deslizada túnica
las
rodillas en orden
la
sandalia jadeante.
Cuál
será tu recurso
la
fórmula airada
el
método sangriento
el
furioso sistema
tu
ciencia destruida?
Nada
ocurrirá por ti.
Otra
vez sin embargo te digo
de
visitar los callejones transcurridos
y
subir esta ancha ciudad
en
su deshábito
la
hierba tocar
donde
los campos permanecen
dar
aviso al aullido y su perro
caminar
la oscura piedra
en
la playa extendida.
Nada
nuevo en ti.
Te
llamo a mi mesa
de
una tabla sola
de
un vaso calcinado
y
una apenas cuchara
con
una sola sopa
y
tenedor y cuchillo
según
me enseñaron
y
un solo pan partido
que
nombro para dártelo
en
tu hambre tan muerta y poca.
Nada
hay en ti
no
somos parientes ni hermanos.
La
amistad no sucedió
como
una hoja
entre
nosotros.
No
hablo de amor
ni
de encorpadas sábanas
ni
almanaques dudosos
ni
cartas ni fechas ni lágrimas menciono.
Nada
podemos hacer en ti.
Aquí
estoy
con
mi fósforo o mi lámpara
soportando
lo propuesto
golpeando
lo vivamente vivido
encendiéndome
sin luz
con
mis manos solo
luchando
en mi mesa
y
cubriendo calles y tierra
sí
descalzadamente.
Nada
pues y cuando la carne
el
terrón cotidiano
no
esté más contigo formándote
el
ojo llorado el mojado pelo
la
recta fuerza el rostro así
los
labios escupidos la cara
sabrás
hacer
con
sólo huesos
tu
retrato?
LÍBER FALCO
Cantar
Ya
todos ya se fueron.
Ya
todos ya te olvidan.
Y
tú quedaste solo,
tú
solo con tu vida.
JUAN GUSTAVO COBO BORDA
J.A.S
Un
cigarrillo turco, un té chino,
los versos de Baudelaire
y todo ello en la ciudad conventual
que tirita de frío.
Cuánta amabilidad fingida
en estos bogotanos untuosos y relamidos.
Se encerrarán en sus casas
y murmurarán pasito:
“Allí va José Presunción, el niño bonito”.
En esto ocuparán sus días.
Y en hablar de política.
Al final, inseguros,
recordarán antepasados
a los cuales, cómo no,
el Rey de España ennobleció sin límites.
Por esta raza menguante y cínica murió Bolívar.
Silva, entre tanto,
con pluma de oro y fina caligrafía,
compone su “Nocturno”.
los versos de Baudelaire
y todo ello en la ciudad conventual
que tirita de frío.
Cuánta amabilidad fingida
en estos bogotanos untuosos y relamidos.
Se encerrarán en sus casas
y murmurarán pasito:
“Allí va José Presunción, el niño bonito”.
En esto ocuparán sus días.
Y en hablar de política.
Al final, inseguros,
recordarán antepasados
a los cuales, cómo no,
el Rey de España ennobleció sin límites.
Por esta raza menguante y cínica murió Bolívar.
Silva, entre tanto,
con pluma de oro y fina caligrafía,
compone su “Nocturno”.
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