"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
domingo, 27 de febrero de 2022
JOSÉ PORTOGALO
Elogio
del esfuerzo
Ah,
gota de sudor, perla, diamante o flor;
corazón del esfuerzo fecundo de los hombres;
semilla que florece sobre las frentes rudas
tal un trazo de estrella transparente en la noche.
Sobre las dos orillas de las cejas se engarza
como una aurora en medio de un bullicio de pájaros;
es ella la simbólica lonja de tierra fértil
donde germina el fruto de la espiga y del árbol.
Ah, gota de sudor:
eres llena de gracia por tu forma de lágrima
y de corazón.
Cuando trizas arrugas con tus otras hermanas
toda la vida es una palpitación de estrellas
hecha lumbre en las frentes que abren surcos al alba.
Frentes que son como ostras con tesoros de perlas.
JORGE FERNÁNDEZ GRANADOS
La
perfumista
Urna
de otras reliquias
ante la babilonia de cristal de los estantes
olisca el seco olor del palisandro, la resina
de estoraque (Venus)
o el aroma lunar de la alhucema.
En las alturas habitadas por el polvo
reconoce, con una orientación
de pájaro, los sitios
migratorios de los frascos.
El ámbar gris junto al pebete
y la sortija de durazno del almizcle,
el emoliente de la mirra, la cananga
siamesa que no conoce el frío, el cinamomo,
la perezosa goma del gálbano, el aura de la algalia
y la aromosa Quío de trementina.
Su
anciano cuerpo de nao
navega los no muchos
metros cuadrados del negocio
a donde devanó una vida de vahos.
Humecta el heliotropo, el rayado
corazón del opopánax, fija el aceite
de lilas sumisas, glicinas, rododendros,
el inminente jazmín, lavándula, retama.
Líquidas querencias que sahúman
un instante el aire
como un destello íntimo
o un enigma en las narices de los legos.
Ella sonríe (ojos bilingües) satisfecha
del uso y del atisbo y del aviso
que su olfato le fabrica
en ámbar negro.
Reconoce a tiempo, como nadie,
cada temperamento
del planeta persa de las rosas o del dragón
de la gardenia.
(Algún
día la busqué en su biblioteca de espíritus. Quería hallar uno. Tuvo conmigo la
paciencia de una pitonisa; revolvía y probaba y negaba y volvía a probar. Dimos
por fin con la síntesis, la sintonía del perfume que mi memoria fijó años atrás
con la imagen de una muchacha en la playa a medianoche con los labios en un
verso de Lorca: y que el mar recordó ¡de pronto! los nombres de todos sus
ahogados. Salí de ahí con un frasquito. Ella tenía ese lugar de mí en un rincón
de sus vitrinas.)
Cajas,
etiquetas que
ella dictamina con el catálogo de un gusto
desconocidamente enciclopédico
mientras afina el pianoforte de
una armonía aromática.
Cálidamente
sus muñecas
son un matraz
de enfrascados universos
que frota y airea para regocijar las aletas
de su nariz octogenaria.
Puede que existan tres centímetros de ciencia
en esa silla. Por lo menos
la esencial de los detalles.
CARLOS ARTURO TORRES
El
primer canto
Cuando
después de su triunfal carrera
Hundió la roja frente
El astro de la luz por vez primera
Detrás de las montañas de Occidente,
El
primer hombre atónito miraba
El declinar del día;
Y al notar que la sombra lo rodeaba,
Sintió miedo, dolor, melancolía…
Sufrió
al mirar la gran naturaleza
Envuelta en negro manto,
Le oprimió el corazón honda tristeza,
¡Y acompañó a las aves en su canto!
Primer
canto, expresión de un sufrimiento
antes no sentido,
Al cual hicieron coro con su acento,
El murmuró, y el trino, y el balido.
Desde
entonces doquier que los pesares,
La duda, el desconsuelo,
Hacen brotar las lágrimas á mares,
Tú las enjugas, ¡Musa! hija del cielo
La
noche que los ojos envolvía,
De Milton y de Homero,
Hizo surgir la eterna poesía
Que oyó atónito y mudo el orbe entero.
Oh
desesperación, cuando la sombra
Cubre el mundo y el alma,
El hombre en su dolor te invoca y nombra,
¡Y no le prestas la anhelada calma!
El
dolor, sin cesar, con rabia fiera
El corazón desgarra
¡Ay! un alivio a este dolor no hubiera
Si algo no hiciese detener su garra.
Ese
efluvio que luz y amor exhala,
Del alma santo anhelo
Eres tú, Poesía, eterna escala
!Por donde el alma se remonta al cielo!
Ella
le grita al desgraciado «¡Espera!
La esperanza no es vana,
Si hoy te oprime el dolor con saña fiera,
Eterna dicha gozarás mañana!»
Cuando
en medio la noche sosegada
Titilan las estrellas,
¿Quién al alzar la vista conturbada,
No cree que su alma ha de habitar en ellas?
¡Oh
dolor! ¡oh tinieblas, ¡oh misterio!
¡Punzadoras angustias!
Silencio aterrador de un cementerio,
Desiertas ruinas, soledad es mustias;
Sonido
de una música lejana,
Queja de un arpa rota,
Triste doblar de funeral campana,
De alondra herida postrimera nota;
Nostalgia
dolorosa del proscrito,
Desengaño, locura,
Tú, tormento mayor que el del precito
¡Amor sin esperanza, cruel tortura!
Fuentes
sois de perenne poesía
De inspiración sublime,
Porque sólo en su mísera agonía,
¡El bardo celestial cantando gime!
Hacen
vibrar los íntimos dolores
El arpa sacrosanta,
¡En la noche gorgean los ruiseñores!
¡En la desgracia el hombre llora y canta!
EDUARDO EMBRY
El
martillo a Quino
Con
el martillo que se había encontrado
se fue pensando y pensando en clavar un clavo,
pero en vez de clavo que clavar con ese martillo
se topó con una rosca;
con esa rosca que se había hallado
se fue pensando y pensando en un desatornillador;
pero en vez de desatornillador
con qué atornillar esa rosca,
dio con una llave francesa,
con esa llave francesa que se había encontrado,
se fue pesando y pensando en una tuerca;
pero en vez de tuerca que ajustar con esa llave
dio por fin con aquel clavo que andaba buscando
y con ese clavo que se había encontrado
se olvidó de la rosca y del desatornillador,
de la llave francesa y de la tuerca,
y se fue pensando y pensando
en buscar aquel martillo
que una vez, y sin querer, se había encontrado,
pero en vez de martillo
con que clavar ese clavo,
se puso por delante un usurero
que ya había puesto precio al martillo
y lo ofrecía en el Mercado.
ELINOR WYLIE
Huida
Cuando
los zorros coman las uvas doradas,
y el último antílope blanco sea asesinado,
yo, dejaré la lucha, huiré
a una pequeña casa que voy a construir.
Pero
antes me transformaré en un hada minúscula
con un susurro que nadie entienda,
haciendo lunas con todos los ojos ciegos
y caminos de lodo con todas las manos.
Inútilmente
buscaréis a tientas
en las en la raíz de mangle,
o en la manzana con aroma a lluvia,
los nidos de plata de la avispa colgando como frutas.
CARLOS ENRIQUE SIERRA MEJÍA
Lunes
Uno
se acusa en el espejo
se condena a muerte
se fusila
Luego,
abandona el cadáver
y se va impune
a
otro lugar
