miércoles, 9 de enero de 2019


XAVIER OQUENDO





Bautizos



Yo soy Abraham. Otro es Josué y otro Jonás
según el agua de nuestro bautizo.

Atrás están Moisés, el Pedro conocido,
la hija de Lot y la reina de Saba.

Estudiamos una escolástica atroz.

Había, para nosotros, los libros, el espejo,
el coñac para pobres y la resaca del vino.

Éramos un poco de amigo entre todos,
una amistad en telaraña.

Decidimos irnos
y fue la rosa del desierto quien guió.

Nos quedamos solos, un día,
y al fin nos encontramos: la barba
era mullida y habían selvas en los ojos.

No queríamos crecer. Sin embargo
las estrellas que brillaban
quedaron bajo nuestra cerviz.

Y el mundo ya no era de porcelana.


LUCILA NOGUEIRA


  


Poema II de “Reflectores”




Hice de cuenta que no percibía el veneno de tantas ofensas
Escapé totalmente muda con un micrófono en la mano
Ahora todos esperan oírme hablar sobre el desastre
Pero ahora me siento libre de cualquier programación
Luche para no contaminarme de tanta banalidad
                                                         Eso es poesía
Y descubrir el triunfo existente en cada humillación
                                                             Eso es poesía?
Ahora todos esperan oírme hablar sobre el desastre
Escape totalmente muda con un micrófono en la mano



RAFAEL TIBURCIO GARCÍA





Segunda tribulación: 17 de septiembre



¿Para qué sirve el ayuno?
Sacrificar algo propio
para que un familiar enfermo reciba bendiciones.

¿Y si no fuera así,
si la vanidad me hiciera creer
que puedo someter a Dios a mi necesidad,
obtener su condescendencia?

De todos modos continúo.
Eso es fe.




MAURIZIO MEDO





Nocturno 



Las sombras se alborotan al desmirar la atrofia de la urbe,
donde no existimos en realidad.

Gira la esfera azul (oh tercero de los mundos)
reacomodando el fin en lo que acaba de culminar.

De ahí los lenguajes con rictus de terror,
de ahí las manchas de sed en plena garganta ecuatorial,
lo gris en lo gris,
de ahí que amor nos deja solos para dar cuenta de sí.

Negro trajín de muerte en el baile de las rosas.

No ves los esmaltes tornasolados de la flor,
sólo espinas contra opacos firmamentos.

De ahí también el hierro al rojo que se aproxima
un paso y, en el otro, fija fuego en el carbunclo.

Ardes en fiebres multicolores, prendida desde
los vientos de tu sueño.

Y en mitad de la noche te tiendes hacia arriba,
volátil  e intocable.

Y en mitad de la noche te tiendes hacia abajo,
calibrando el logos en luchas intestinas.

Yo callé al oír tu voz en mi canción.

Siempre vi en ti el mar
-y no al tiempo-
sonriente como el amor.

No me preguntes cómo dorar el corazón,
o cómo percibir su música dando una,
o varias veces, la vuelta.

Vamos, el cielo tiene playas dónde
quebrar esta falsa verdad.

¿Dónde sino el loco Yeats adulteró
la alegoría platónica?

¿Y Prufrock dónde quedó boquiabierto
ante la dama del columpio,
alucinante de Fragilión y Príapo?

Es la misma costa donde saltan
las aguas sopladas por Lezama,
y los rumores se desconocen del origen.

Vamos, no sabrás de otra eternidad.


OLGA LEIVA





antroposofario



las escalinatas emulan el sexo de un pájaro expandido sobre los omóplatos del sielo. hay alguien ahi? preguntan sus alas. hay alguien hilvanando el silencio entre las palabras? el plexo tirita un amargo recuerdo de eras congeladas en la mar del arriba: allí ya no hay nadie. el cuenco en su pecho oscila. rocía un anochecer líquido. membrano. camufluo. asexuado y albino. cresta que se le para porque allí ya no hay nadie. manos o pelos. pupilas ni vómitos. no hay silencios humanos. rompen su plexo. obstruyen sus comisuras con hierbas. pero son distintas manifestaciones del vacío. la ascensión se hace descalzo. en silencio y con el morral repleto de sangre. se moja cada escalón. se deja la marca. y se sigue.

ANA MINGA





1



Dentro del cuerpo vive un despojo de la rutina
una infancia que ya no  quiere dormir
con el fantasma del miedo.

En esta jaula
los minutos muertos como borrachos caen al suelo.

¿Alguien puede encender la vida?