"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
lunes, 5 de septiembre de 2016
FRANCISCO JAVIER IRAZOKI
Paisaje
visto desde el saxo de John Coltrane
Los
monjes del alcohol pasan el día en las calles y al anochecer regresan a sus
monasterios de cartones rasgados.
Ya
no buscan el retiro para ser anacoretas; toda la urbe es lugar solitario,
porque los paseantes y conductores de automóviles circulan a una velocidad de
viento repentino.
Los
monjes se saludan levantando su muerte embotellada.
Se
acercan algunos fieles que les sirven cucharadas del cuerpo de un dios diluido
en humeante sopa industrial.
De: ”Los hombres intermitentes”
ANTONIO GARCÍA TEIJEIRO
Dos y
dos son cuatro besos.
Seis
y seis son muchos más.
Pero
a ti, niña bonita,
un
ciento te quiero dar.
Tienes
ojos embrujados
que
parecen de cristal;
tienes
labios de amapola
que
siempre quise besar.
Cinco
y cinco son diez besos.
Diez
y diez son muchos más.
Pero
a ti, niña bonita,
un
millón te quiero dar.
ANDRÉS MOREIRA
Beatriz
“Cuanto más
perfecto es algo,
más dolor y placer siente”
más dolor y placer siente”
Dante
Beatriz,
de este despojo…
saltaste la vez última
De espaldas
¡cómo adoré tu espalda salpicante de condescendencia!
sólo no quiero despedida de frente
para que tus ojos
atiborrados de alfileres
no escruten los míos
coloreándolos alcalinos
hacelo frente a nuestros amigos
y que yo no intente besarte
que al abrazo lo apresure
el calor y el hambre de este mediodía
antes que el mundo se haga humo tóxico
saltaste la vez última
De espaldas
¡cómo adoré tu espalda salpicante de condescendencia!
sólo no quiero despedida de frente
para que tus ojos
atiborrados de alfileres
no escruten los míos
coloreándolos alcalinos
hacelo frente a nuestros amigos
y que yo no intente besarte
que al abrazo lo apresure
el calor y el hambre de este mediodía
antes que el mundo se haga humo tóxico
Sólo
recordá darme la espalda.
CARLOS DRUMMOND DE ANDRADE
No lo hagas
Carlos, fácil, amor
es lo que ves:
hoy un beso, mañana nada,
y el siguiente día es Domingo
y por Lunes, quién sabe
qué sucederá.
Tonto, deberías resistir
o matarte, aún.
No lo hagas, Oh, no lo hagas.
Guárdalo todo para
la fiesta de bodas, nadie sabe
cuando vendrá,
o aún si vendrá.
Amor, Carlos, hijo de la Tierra,
pasaría la noche contigo
y, vencidas tus hesitaciones,
dentro crecería una maravillosa barahúnda:
rezos
estéreo
santos bendiciéndolos
avisos para las mejores marcas de jabón,
una barahúnda nadie sabe
de dónde, qué por qué.
Aún caminas
melancólico, vertical.
Eres la palmera, eres el grito
que nadie escuchó en el cine
y las luces se apagaron.
Carlos, fácil, amor
es lo que ves:
hoy un beso, mañana nada,
y el siguiente día es Domingo
y por Lunes, quién sabe
qué sucederá.
Tonto, deberías resistir
o matarte, aún.
No lo hagas, Oh, no lo hagas.
Guárdalo todo para
la fiesta de bodas, nadie sabe
cuando vendrá,
o aún si vendrá.
Amor, Carlos, hijo de la Tierra,
pasaría la noche contigo
y, vencidas tus hesitaciones,
dentro crecería una maravillosa barahúnda:
rezos
estéreo
santos bendiciéndolos
avisos para las mejores marcas de jabón,
una barahúnda nadie sabe
de dónde, qué por qué.
Aún caminas
melancólico, vertical.
Eres la palmera, eres el grito
que nadie escuchó en el cine
y las luces se apagaron.
Amor
en la oscuridad -no- amor por día
es siempre triste, Carlos, mi hijo,
pero no le vayas a contar a nadie,
ellos no saben y no tienen que
saberlo.
es siempre triste, Carlos, mi hijo,
pero no le vayas a contar a nadie,
ellos no saben y no tienen que
saberlo.
DENNIS ÁVILA
El
viejo Tony
En la
antigüedad
los
barberos suavizaban el filo de sus navajas:
por
un lado el cuero, por el otro las sombras;
así
era el viejo Tony.
Capataz de la paciencia, olvidaba barrer
y al
menor descuido dibujábamos figuras
en la
hojarasca de cabellos que cubría el piso.
Esto
lo enfurecía, pero después
reanudaba
el colibrí de metal
que
vivía en su mano.
Para
todos había un lugar
en su
silla emblemática:
a los
adultos los acostaba
para
hacerles la barba,
cubiertos
con la frazada
que
deben usar los reyes para dormir;
a los
niños nos ponía una tablita
para
alcanzar la estatura de los hombres,
y si
llorábamos
nos
untaba espuma de afeitar.
Cuenta
la leyenda que renunció a morir.
Postrado
en la cama de sus últimos días
se
negó a vender su silla
a
unos coleccionistas.
Hoy,
el fantasma de Tony,
la
protege en el museo de su patio
como
si fuera un Cadillac.
MARÍA SANZ
Calle de la guadaña
Una verdad me sigue por la calle.
Casi roza su sombra con la mía.
Oigo cómo se enreda
entre las buganvillas, cómo gime
implorando el abrazo de las tapias
hasta caer inerte sobre el suelo.
Dios mío, si es posible,
pase de mí su rostro,
este encuentro con ella a vida o muerte,
la tristeza tan larga que me augura.
La calle se hace ahora más estrecha,
más húmeda y extraña. Continúan
goteando su livor las buganvillas.
Vuelvo la vista atrás. Allí está ella,
erigida en el tiempo, modelada
por caricias. La miro.
Es sólo mi reverso.
Una verdad me sigue por la calle.
Casi roza su sombra con la mía.
Oigo cómo se enreda
entre las buganvillas, cómo gime
implorando el abrazo de las tapias
hasta caer inerte sobre el suelo.
Dios mío, si es posible,
pase de mí su rostro,
este encuentro con ella a vida o muerte,
la tristeza tan larga que me augura.
La calle se hace ahora más estrecha,
más húmeda y extraña. Continúan
goteando su livor las buganvillas.
Vuelvo la vista atrás. Allí está ella,
erigida en el tiempo, modelada
por caricias. La miro.
Es sólo mi reverso.
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