domingo, 27 de octubre de 2019


STÉPHANE MALLARMÉ





Saludo



Nada, esta espuma, virgen es
el verso que sólo a la copa
designa. Así lejos, en tropa,
sirenas húndense al revés.

Navegamos. Mi sitio es,
oh diversos amigos, la popa
y es el vuestro la proa que copa
rayos e inviernos. Embriaguez

gozosa ahora me convida
(su cabeceo no intimida)
a hacer de pie el saludo mío,

soledad, estrella arrecife,
a cuanto valga en este esquife
de nuestra vela el blanco brío.



LÉOPOLD SÉDAR SENGHOR





"In memoriam"



Es domingo.
Temo la multitud de mis semejantes con rostro de piedra.
Desde mi torre de vidrio, habitado por las migrañas, los
Ancestros impacientes,
Contemplo los techos y las colinas entre la bruma
En paz — las chimeneas están desnudas y son esbeltas,
A sus pies duermen mis muertos, todos mis sueños hechos
polvo,
Todos mis sueños, la sangre gratuita derramada por
las calles que se mezcla con la sangre de las carnicerías.
Y ahora, desde este observatorio de los suburbios
Contemplo mis sueños distraídos por las calles, dormidos
al pie de las colinas
Como los guías de mi raza sobre las orillas de Gambia
y del Saloum
Del Sena ahora, al pie de las colinas.
¡Déjame pensar en mis muertos!
Fue ayer la fiesta de todos los Santos, el aniversario
solemne del Sol
Y nada los recordaba en el cementerio.
Oh, muertos, que siempre rehusasteis morir, que supisteis
resistir a la Muerte
Tanto en Sine como en el Sena, y en mis venas frágiles,
mi sangre irreductible
Protege mis sueños como lo habéis hecho con vuestros hijos
los emigrantes de piernas delgadas.
¡Oh, muertos! Defended los techos de París en la bruma
dominical
Los techos que protegen mis muertos.
Desde mi torre peligrosamente segura, desciendo a la calle
Con mis hermanos de ojos azules,
De manos duras.



JORGE ENRIQUE ADOUM





Lamento y madrigal sobre Palmira



El polvo, el tiempo, áspera
y difícil soledad, desolado
mantel seco: aquí no hubo
nunca el caserío, la planta,
los dedos de la lluvia:
tierra rota
hasta la harina, paisaje ciego
que el viento cambia de lugar.

Rara vez en la deshabitada
sábana que huye, un cuerpo,
una pareja; nunca la moneda
o la cruz incomprensible
del descubridor, nunca la ruina
duradera de dios en el erial perdido;
ni lágrimas, ni espinas, ni vidrios
rotos para la pisada antigua
del aborigen, porque sólo destrozo,
sólo agria piel de arena,
sólo semanas y siglos que bajan
a Palmira por la delgada
cintura del aire, sólo aire.

Yo, que salí de mujer como del alba,
que ardí, que he muerto pocas veces
todavía y todavía espero por las cosas,
hoy vuelvo con la misma camisa
que tocaron los pechos de tantas despedidas,
vuelvo y te encuentro en tu liviana
muerte de materia, y me detengo,
no por duda en los pies, no de paso
a la ciudad: es por destino,
y traigo mi alma llena de tu páramo,
de escombros, de huesos cuyo nombre
reconozco y debo enterrar inútilmente:
sólo lamento y plural dolor el alma.

Porque en las visitas, en las fiestas
donde alguien agoniza, porque
en los restaurantes, en los diarios, en la gente
que habita casas y familias,
hay alguien que dice algo, hay un suceso
caído como un muerto tras la puerta,
sufro de noticias, de necesidades
puras, y no puedo más, no puedo
despegarme de fantasmas que corren
buscando domicilios, no puedo
sino escuchar con el oído
apegado a tu alma.
Ah solitaria
abandonada por la voz, ah dejada
del duradero río, gran cementerio general:
frente a tu mar que esparce su esqueleto
lloro y digo, no rezo, no prometo, pero pienso
en los muertos a escondidas de mí,
en la alta gavilla de los seres que a la tierra
volvieron por la terca hipotenusa.

Si a tu orilla general, si
a la ceniza de tu edad incierta,
si a tu aventura de obstinado
duelo, como el animal de nuestra tribu
triste, yo fuera con mis uñas
a escarbar la última arcilla
que busca mi vasija, fuera
el arenero que te aclama.

Yo te amo, distancia y resistencia, amo
el cristal vencido de tu oscura
substancia donde no encuentro golpeada
la familia, no encuentro la multitud
que alguien azota, ni las habitaciones
ni las piedras de las habitaciones,
y aun así, aun debiendo con los labios
ir a tocar la frutal ternura
de mi ciudad, de mi escuela y sus tinteros
derramados, yo vengo aquí primero,
y aun aquí está la patria,
su cuerpo torrencial o el granizo
violento que a veces me golpeaba
el corazón.
Baldía propiedad
de mi único territorio: acoge
estos trozos de ajenas desventuras
que también nos pertenecen.


De: “Ecuador amargo”.


PIER PAOLO PASOLINI





Carne y cielo



Oh, amor materno,
doliente, por los oros
de cuerpos invadidos
del secreto de regazos.

Amados movimientos
inconscientes del perfume
impúdico que ríe
en los miembros inocentes.

Pesados fulgores
de cabellos… crueles
negligencias de miradas…
atenciones infieles…

Enervado por llantos
tan suaves vuelvo a casa
con las carnes ardientes
de espléndidas sonrisas.

Y enloquezco en el corazón
nocturno de un día de trabajo
después de mil otras noches
con este impuro ardor.


De: “El ruiseñor de la iglesia católica”





ATTILA JÓZSEF





Por ti estoy enojado, no contra ti



Cuando el sol se levanta
y el rocío se inclina desde los cabellos de los que
nunca sienten ira,
que mi ira no te moleste nunca, querida.

Pienso a menudo en las plazas grandes, veloces,
donde acaso no me caeré.
Y los talladores de mástiles vendrán con los mástiles en filas cerradas,
y los seis millones de férreos obreros,
vencedores, lanzarán al cielo el martilleo de corazón
tintineante.
Bajo la tempestad celestial de las herramientas,
que pueda yo tener tus besos, querida.

No te das cuenta de que me empino
cuando hablo del futuro.
Si quieres, sólo volveré a ti después de la victoria
que canta la gloria de la ciudades,
o cuando los panaderos unen sus buenas paletas
que lanzan el pan
y en ellas me colocan, con la cabeza baja, cubierta de
harina,
y me llevan lentamente hasta tu cama.

Por ti estoy enojado, no contra ti.
Mira, apriétame esta mano que te levanta a lo alto
en mis sueños.
Que mi ira te fortalezca, y que no te moleste,
querida.



PEDRO GANDIA





Aunque cierres los ojos



Si cerraras los ojos
Y el amor floreciera,
Sobre la oscura rama
De tu ser, su belleza
Candente destruiría,
Tal rayo repentino,
Tu mentira o la vida.

¿Tras el cristal, qué sueño?
Desvivida existencia.
Pues el amor no existe
Aunque cierres los ojos.


(1985)