"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
martes, 10 de agosto de 2021
LUISA DE CARVAJAL Y MENDOZA
Para
una señora grave
¿Cómo,
di, bella Amari, tu cuidado
estimas en tan poco, que, olvidada,
de quien con tanto amor eres amada,
te empleas en el rústico ganado?
¿Háte
la vana ocupación comprado?
¿qué nigromántica arte embelesada
te trae, y de tu bien tan trascordada?
¡Ay, alevosa fe! ¡ay, pecho helado!
Vuelve,
Amari; repara que perdiendo
vas de amor el camino; digo, atajo.
Y ese que llevas, ancho y deleitoso,
suele
mañosamente ir encubriendo
entre las florecillas, y debajo
de verde hierba, el paso peligroso.
OLALLA CASTRO
Nostradamus
Es
un poema el futuro:
temblor que se invoca
con el fin de apartarlo,
fantasma conjurando la lengua,
monstruo hueco que en lo hueco se esconde.
Quise alejar esto muerto,
lanzar lo que había visto
‒dos brotes de peste,
mis hijos y mi esposa en el mismo ataúd‒
como una piedra plana sobre el mar.
Que en el agua saltase cinco veces
y se hundiese después.
Intenté
desviar mis ojos de sus ojos redondos,
cubrir con la palabra, sábana blanca,
aquel cuerpo tan frío.
Y, si os entregué este miedo
‒vieja de luto, lluvia de ranas,
sangre mezclada con leche,
serpiente de cascabel‒,
fue solo para poder continuar.
BASILIO SÁNCHEZ
Aún
altos en la noche
Aún
altos en la noche,
despojados
de hojas,
apacibles
en
la melancolía de su herida,
los
árboles se mueren hacia adentro:
no
hay más duelo
que
el de sus propias ramas
resistiéndose
erguidas
ni
más llanto que el de sus gorriones.
Bajo
una luna roja
que
remansa su luz en los cercados
que
han quedado desiertos,
los
miro, silencioso, como lo harían conmigo:
sin
moverme,
como
si en este instante
no
pudiese haber nada ante mis ojos
con
tanta dignidad
y
con tanta grandeza.
La
vida nos enseña a soportar la intemperie.
Pasaremos
nosotros
y
los árboles
seguirán
siendo fieles al horizonte y a la luna.
LI QINGZHAO
Confiar
el secreto de mi corazón
al
llegar la noche
un poco embriagada
tardé en quitarme los aderezos de mi peinado
la flor del ciruelo se había marchitado
en mis desordenados cabellos
el sopor del vino
traspasaba mi sueño de primavera
ese sueño que se alejaba para no regresar
silencio de los hombres dormidos
lentitud de la luna que se pierde tras la cortina de color esmeralda
entre mis dedos
enrollaba pétalos marchitos
así se desprendían
sus últimos perfumes
así́
se alargaba un poco más
el tiempo
Versión
de Pilar González España
LILA CALDERÓN
Creer o no creer: esa es la cuestión
Es
extraño pensar en cambiar todo de golpe.
Tal vez eso sólo sea posible con una guerra.
Y la guerra llega. Aparece en el cielo
y en todas las pantallas como una nueva constelación.
Sus bombas se oyen desde el otro lado del planeta
y sus muertos estallan en sueños
mientras intentamos dormir para suponer que mañana
pedirán frutas frescas y despertarán
para el desayuno de la superproducción
porque quizá fueron apenas los extras
de una guerra que no pasará a la historia.
Los protagonistas de las grandes guerras no mueren.
Quedan eternizados en la memoria
para bien o para mal. Porque siempre hay un bien y un mal.
Depende del director.
Los demás optamos: creer o no creer.
Esa es la cuestión.
De:
“Lo que ocultan los vestidos”
RAFAEL OBLIGADO
Al
pampero
Hijo
audaz de la llanura
y
guardián de nuestro cielo,
que
arrebatas en tu vuelo
cuanto
empaña su hermosura:
¡Ven,
y vierte tu frescura
de
mi Patria en el ambiente!
¡Ven,
y enérgico y valiente,
bate
el polvo en mi camino,
que
hasta soy más argentino
cuando
azotas en mi frente!