viernes, 25 de marzo de 2016


ANA ISTARÚ




Sobre tu frente




Sobre tu frente
los lirios mal heridos.
Si de un racimo terso
como agosto,
al leño duro vas y vienes
¿qué me queda?
Acuno tu vehemencia,
la sosiego,
un pecho y otro doy
a tu embestida. Cristales
me acoracen. ¿Qué me queda?
La luna por almohada
ha de lavarte
la pena calcinada de la nuca.
La hilacha fiera
de la angustia
traza tristes telares,
tiende un ovillo persistente
en tus pupilas.
He de zurcir en tu iris gramos brillantes.
Tanta faena. ¿Qué más yo puedo,
qué dos brazos cruzados,
qué nada que me asista, ni qué nadie? ¿Y así?
Sobre tu frente
estos lirios mal heridos:
pues hierbabuena y mi fe.
¡Bebe el milagro!


EUGENIO DE NORA




Carmen de la eterna vida



Miraba yo las rosas penando de alegría,
solas entre mis manos, atónitas, perdidas.

Miraba antes las rosas. Quería tener, tenerlas.
Quería querer. Quería. Mas la forma no sueña.

Yo canté entre los chopos. Y contra el sol poniente
vi florecer los ramos de luz dorada y verde.

Y besé el agua, el cielo. Me trasfundí, fui todo.
Pero en la cima, siempre, sentí que estaba solo.

( Queremos lo infinito. Nos duele lo que escapa,
aunque entre luz y rosas sintamos fluir el alma.

Sólo es cual si cesara la corriente del tiempo
con otro tiempo humano. Tú y yo, remanso eterno. )

Felicidad contigo. Nos viven y sustentan
en lo hondo de la noche las eternas estrellas.

¡Felicidad! Tendremos, alba de cada día,
nuestro infinito en rosas desnudas. Nuestra vida.


HUMBERTO JARRIN



  
Hermanas



Una gota es hermana de otra gota,
hermana mayor el agua;
en medio de la corriente
alguien más las acompaña:
—fluida, callada, leve—
la hermana muerte.



De: Breviario de amor oscuro.



CONSTANTINO KAVAFIS




Mar en la mañana



Que me detenga aquí.
                          Que también yo contemple por un momento
                          la naturaleza,
el luminoso azul del mar en la mañana y del cielo sin nubes
y la amarilla arena: estancia
hermosa y grande de la luz.
                          
                          Dejadme
que me detenga aquí y crea que esto veo
(ciertamente esto vi un instante tan sólo cuando aquí me detuve)
y no, incluso ahora, mis sueños, mis recuerdos,
la rediviva imagen del placer.


Versión de José Ángel Valente


OMAR SANTOS



  
Sin atajo.



Abatido como la soledad del reptil,
como el juglar que solloza
por sus pergaminos,
por la lejanía de unos labios.
Consumido bajo la torre de las negaciones.
Perseguido por las burlas que vienen
más allá de las columnas.
Y tu recuerdo como una gárgola implacable
sacándome las venas,
como una criatura imbatible
apaleándome la cabeza,
dejándome sin espada
sin atajo.



VICENTE GERBASI



  
Penumbras secretas



Encontré la desdicha al amanecer,
en un caballo que sangraba
con la cabeza un poco caída en la yerba
y el llanto de mi hermana de dos años
que había sido operada en el vientre.

Yo sentí un poco de sangre en las manos,
un dolor triste como un cabrito degollado,
una piel puesta a secar sobre las piedras.
Anduve por el aire frío de las últimas estrellas
donde moraban gallos dispersos,
y sentí mi propia presencia
en un árbol iluminado en el fondo de la casa.

El día acogió el caballo herido
con el llanto de mi hermana en los ojos.
El día me recluyó en los rincones oscuros.
Seguí siendo un triste que espanta las moscas de la tarde
o dibuja una iglesia rodeada de aves marinas.