"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
domingo, 5 de agosto de 2018
ANA ROSETTI
Yo te
elegía nombres en mi devocionario.
No tuve otro maestro.
Sus páginas inmersas en tan terrible amor
acuciaban mi sed. Se abrían, dulcemente,
insólitos caminos en mi sangre
-obediente hasta entonces- extraviándola,
perturbando la blancura espectral
de mis sienes de niña cuando de los versículos,
las más bellas palabras, asentándose iban
en mi inocente lengua.
Mis primeras caricias fueron verbos,
mi amor sólo nombrarte
y el dolor una piedra preciosa
en el tierno clavel de tu costado herido.
Flotaba mi mirada en el menstruo continuo
del incensario ardiente y mis pulsos,
repitiendo incesantes arrobada noticia,
hasta el vitral translúcido, se elevaban.
La luz estremecíase con tu nombre,
como un corazón era saltando entre los nardos
y el misal fatigado de mis manos cayendo,
estampas vegetales desprendía
cual nacaradas fundas de lunarias.
Párvulas lentejuelas entre el tul,
refulgiendo, desde el comulgatorio
señalaban mi alivio.
Y anulada, enamorada yo
entreabría mi boca, mientras mi cuerpo todo
tu cuerpo recibía.
No tuve otro maestro.
Sus páginas inmersas en tan terrible amor
acuciaban mi sed. Se abrían, dulcemente,
insólitos caminos en mi sangre
-obediente hasta entonces- extraviándola,
perturbando la blancura espectral
de mis sienes de niña cuando de los versículos,
las más bellas palabras, asentándose iban
en mi inocente lengua.
Mis primeras caricias fueron verbos,
mi amor sólo nombrarte
y el dolor una piedra preciosa
en el tierno clavel de tu costado herido.
Flotaba mi mirada en el menstruo continuo
del incensario ardiente y mis pulsos,
repitiendo incesantes arrobada noticia,
hasta el vitral translúcido, se elevaban.
La luz estremecíase con tu nombre,
como un corazón era saltando entre los nardos
y el misal fatigado de mis manos cayendo,
estampas vegetales desprendía
cual nacaradas fundas de lunarias.
Párvulas lentejuelas entre el tul,
refulgiendo, desde el comulgatorio
señalaban mi alivio.
Y anulada, enamorada yo
entreabría mi boca, mientras mi cuerpo todo
tu cuerpo recibía.
De: "Devocionario"
ANDRÉS PANIAGUA
La Medea del Ajusco
I
Elvira
hubiera preferido no
los
golpes
el
aliento resquebrajado tras un éxodo a la ciudad colca
no la
nave Argo encallada en el baldío conocido
por el
nombre de Ajusco
la risa
de las calles deshabitadas
no
A
partir de ese momento comencé a trabajar como sirvienta, hasta que se cruzó en
mi camino Nicolás
nuestros
cuerpos de asbesto a la sombra
del
paroxismo histérico
no
el
debacle en los titulares
los
cines
los
teatros.
II
Confiesa
la Madre Homicida/asegura que no soportó
verlos con hambre y/“ME DESESPERÉ Y AHORQUÉ A LOS CUATRO”/ A GOLPES/ Supo que su marido tenía otra mujer y
cuando él se fue al trabajo/ PAGO DOSCIENTOS MIL PARA QUE
MATARAN/ Porque no Tenía qué Darles
de Comer /Habla la mujer que acabó con/A SUS 4 HIJOS / sus hijitos
III
1982:
Moscas
en un cuarto verde:
Elvira
observa los bordes acolchados de sus mangas
extenderse
en el recuento
es que de que no me di cuenta de lo que
estaba haciendo.
Nadie
puede confiar en las embarazadas. Mucho menos si son jueces.
Mucho
menos si
se
llama histeria femenina suponer que ser madre no es natural.
¿Mató usted a sus hijos?
Los
hijos: pequeñas islas en un cuarto.
La
firma que deja un calcetín azul
en el
cuello y
que
funciona igual que un trozo de
tela o
un fajero o las
manos o
un me
IV
1984:
23 años de sentencia.
Elvira
es culpable, dictó la juez.
Elvira
es una fiera, dicen los periodistas.
Elvira es
pecado mortal, prometieron los católicos.
Elvira
es víctima, aseguran las feministas.
Elvira
aprendió inglés y se volvió secretaria, afirmó Elvira.
ANGEL CRUCHAGA
Se han
desplomado todas las columnas
sobre mi vida, sólo tú sostienes
con tu gracia la cúpula del cielo
¡oh santa amparadora de mi muerte!
sobre mi vida, sólo tú sostienes
con tu gracia la cúpula del cielo
¡oh santa amparadora de mi muerte!
En mi
deslumbramiento soy un grito.
¡Cómo me inundas con tu cabellera!
Y estoy tan lejos de tu maravilla
que nunca has de acercarme a la tristeza.
¡Cómo me inundas con tu cabellera!
Y estoy tan lejos de tu maravilla
que nunca has de acercarme a la tristeza.
Voy con
tus sedas, vivo en tus cabellos
y beso tu perfil en un suspiro
y vago solo cual los dioses muertos.
Llora mi corazón en tus vestidos.
y beso tu perfil en un suspiro
y vago solo cual los dioses muertos.
Llora mi corazón en tus vestidos.
Tengo
las manos transparentes de alma
y nunca llegarán hasta tu rostro.
Se han desplomado todas las columnas,
la muerte caminó de Polo a Polo.
y nunca llegarán hasta tu rostro.
Se han desplomado todas las columnas,
la muerte caminó de Polo a Polo.
Pero en
mis venas tu perfil fulgura.
Nadie me alzó más alto que tu gracia.
Me atravesé de amor como el Ungido
con las estrellas de sus cinco llagas.
Nadie me alzó más alto que tu gracia.
Me atravesé de amor como el Ungido
con las estrellas de sus cinco llagas.
DALI CORONA
Malaria
Para Claudia Herrmann
I
Si de
pronto, lo radiactivo de esta guerra
fuera a caer en la recámara,
y hubiera que coser el alma de una sombra vieja
casi antaña. La alcantarilla
sería el mejor refugio para un perro asesinado.
Si de pronto el cielo fuera agigantándose
hasta más allá de mis oídos
y las nubes dieran de comer toda su lluvia;
la tarde buscaría en su bolsillo una moneda,
algún reflejo, para poder cubrir así
su cuota de inquilina.
Y si el final de la masacre
se viera venir sólo en la indolencia de la tierra
y tuviera que apuntar mi arma
contra un muro de silencio,
– la nuca adversaria de la muerte-
terminaría por desechar la última bala
destinada para mí.
¡Ah! si la leucemia de este verso
llegara a poblar todas las calles…
fuera a caer en la recámara,
y hubiera que coser el alma de una sombra vieja
casi antaña. La alcantarilla
sería el mejor refugio para un perro asesinado.
Si de pronto el cielo fuera agigantándose
hasta más allá de mis oídos
y las nubes dieran de comer toda su lluvia;
la tarde buscaría en su bolsillo una moneda,
algún reflejo, para poder cubrir así
su cuota de inquilina.
Y si el final de la masacre
se viera venir sólo en la indolencia de la tierra
y tuviera que apuntar mi arma
contra un muro de silencio,
– la nuca adversaria de la muerte-
terminaría por desechar la última bala
destinada para mí.
¡Ah! si la leucemia de este verso
llegara a poblar todas las calles…
II
…Y si
después de tanto trazo,
tanto giro, tanto tacto,
toco
el ciliar sueño de un cetáceo,
y viajo corcovado, seminífero,
tarantuleando el aire como un escarabajo
que vuela arriba hacia el suicidio, no sería yo
el que prófugo escribe estas palabras,
el que sin más preámbulo
socava las entrañas del poema.
Soledad, “voy a poner tu nombre a un día del año”
llamaré Marcíl a esta tarde
para ver si así despisto un poco al tiempo
y el clima, las horas, los meses
dejan de parecerse tanto a una comedia.
Estructurado este vertebro, acantilado corazón
malaria sea mi verso.
tanto giro, tanto tacto,
toco
el ciliar sueño de un cetáceo,
y viajo corcovado, seminífero,
tarantuleando el aire como un escarabajo
que vuela arriba hacia el suicidio, no sería yo
el que prófugo escribe estas palabras,
el que sin más preámbulo
socava las entrañas del poema.
Soledad, “voy a poner tu nombre a un día del año”
llamaré Marcíl a esta tarde
para ver si así despisto un poco al tiempo
y el clima, las horas, los meses
dejan de parecerse tanto a una comedia.
Estructurado este vertebro, acantilado corazón
malaria sea mi verso.
LORENA HUITRÓN
Autrui
Quién
es el otro sino una voz enmudeciendo,
sonido deshilado que no pide aguja
y de una hebra se define incompleto y suficiente.
sonido deshilado que no pide aguja
y de una hebra se define incompleto y suficiente.
Pregunto
quién, quién silba este sueño
que me llama un día, me abraza
y me devuelve a la calle como vagabunda:
es un caminante ladrón de espejos
o es acaso el socorro sin límite
jugando a ser sombra necesaria.
que me llama un día, me abraza
y me devuelve a la calle como vagabunda:
es un caminante ladrón de espejos
o es acaso el socorro sin límite
jugando a ser sombra necesaria.
Pero el
sol de Oslo ilumina el puerto,
estoico, sin darme una respuesta.
Sólo estás tú, a mis espaldas,
riendo niño entre los barcos,
y mi bocanada cae al mar, sustituyéndome.
estoico, sin darme una respuesta.
Sólo estás tú, a mis espaldas,
riendo niño entre los barcos,
y mi bocanada cae al mar, sustituyéndome.
NATALIA GÓMEZ
1
A las
dos de la mañana
un
hombre de 45 años
espera
el semáforo ceda para cruzar.
Al extremo,
una mujer busca llegar
a un porvenir estable
acomodándose
en una pared descascarada.
El semáforo está en rojo
Un
coche se acerca.
Cuatro
chicos con manos de plomo
toman
el futuro de la bella dama
y lo
avientan sobre sillones de piel.
El semáforo sigue en rojo.
El hombre que espera
La mira ir,
No sabe
que ella desconoce
que su porvenir
será arrojado,
en cachitos,
y en una bolsa negra,
rumbo a otra ciudad.
La luz ya es verde.
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