domingo, 5 de agosto de 2018

ANDRÉS PANIAGUA






La Medea del Ajusco



I

Elvira hubiera preferido no
los golpes
el aliento resquebrajado tras un éxodo  a la ciudad colca
no la nave Argo encallada en  el baldío conocido
por el nombre de Ajusco
la risa de las calles deshabitadas
no
A partir de ese momento comencé a trabajar como sirvienta, hasta que se cruzó en mi camino Nicolás
nuestros cuerpos de asbesto a la sombra
del paroxismo histérico
no
el debacle en los titulares
los cines
los teatros.


II

Confiesa la Madre Homicida/asegura que no soportó verlos con hambre y/“ME DESESPERÉ Y AHORQUÉ A LOS CUATRO”/ A GOLPES/ Supo que su marido tenía otra mujer y cuando él se fue al trabajo/ PAGO DOSCIENTOS MIL  PARA QUE MATARAN/ Porque no Tenía qué Darles de Comer /Habla la mujer que acabó con/A SUS 4 HIJOS / sus hijitos    


III

1982:
Moscas en un cuarto verde:
Elvira observa los bordes acolchados de sus mangas
extenderse en el recuento
es que de que no me di cuenta de lo que estaba haciendo.
Nadie puede confiar en las embarazadas. Mucho menos si son jueces.
Mucho menos si
se llama histeria femenina suponer que ser madre no es natural.

¿Mató usted a sus hijos?

Los hijos: pequeñas islas en un cuarto.

La firma que deja un calcetín azul
en el cuello y
que funciona igual que un trozo de
tela o un fajero o las
manos o un me


IV

1984: 23 años de sentencia.

Elvira es culpable, dictó la juez.

Elvira es una fiera, dicen los periodistas.

Elvira es pecado mortal, prometieron los católicos.

Elvira es  víctima, aseguran las feministas.

Elvira aprendió inglés y se volvió secretaria, afirmó Elvira.



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