viernes, 18 de diciembre de 2020

SANDRA SANTANA

 


 

 

Ahora ondea

en la montaña

un asequible fulgor

deportivo—

tejidos sintéticos

 

cubriendo

vuestra homogeneidad

de especie

sin apenas pelaje..

De: “La parte blanda”

 

JOSEP M. RODRÍGUEZ

 

 


 
VEINTISIETE DE ABRIL

 



El sol es un coágulo de sangre

que me lleva a pensar en Ferrater:

Menstrúa el día

y un semáforo en rojo nos impide pasar.

Esperamos.

La sangre tarda veintitrés segundos

en recorrer el cuerpo.

En algo más llegamos a tu casa.

Señalas un solar en construcción

y un camión que pasa a nuestro lado

no me ha dejado oír lo que decías.

Te sonrío.

                  Me coges de la mano.

Él sabía que el pulso es una opción:

¿O acaso decidir la propia muerte

no es un acto de fe

                                en uno mismo?

No te preocupes.

Soy demasiado joven para huir.

Y hoy prefiero tu casa,

los treinta y siete dulces horizontes

que la persiana deja

                                  sobre tu piel desnuda:

Son un paso de cebra hacia la vida.

 

 

 

JULIETA BERRIEL

 


 

2.



Anna es el silencio

el viento sur hizo hueco bajo su camisa,

ya gastada,

la acompañó

en la pérdida

con su ausencia

detenida

mirando el mundo

intentó agarrarse de un gesto

durante soledades

que pudiera llamar propio

aunque viniera de lo ajeno

en nuestro lugar y tiempo

usa su voz

para atraer su presencia

y a su niña

que la mira inalcanzable

Anna busca una escritura

que la traiga al mundo

 

FADIR DELGADO ACOSTA

 


 


 

CHRISTINA THATCHER

 


 

Pasaje de desintoxicación

inspirado en William Brewer



Encontrás cucharas por todas partes:
debajo de los armarios de la cocina, dentro de los edredones,
hurgando entre los calzoncillos. Ayer,
te sentaste en el sofá y descubriste que las cucharas
habían reemplazado el relleno. Abriste lo cojines,
sacaste cientas de ellas. Este es un proceso de limpieza.

Solo soñás con el metal. El pastor te dice:
“Esto es normal. Simplemente tenés que deshacerte de las cucharas”.
Lo aceptás, pero el fregadero se sigue llenando de plata.
La ducha escupe argento. “Librate de la tentación,
hijo mío”.
El pastor tiene los ojos verdeazules de nuestro padre.

Escuchás y asentís: hay que tirar todas las cucharas de la casa.
Le decís al pastor que podés hacerlo. Creés
que podés hacerlo. “Dios está con vos, hijo mío”.
Los espasmos en tus brazos y dientes comienzan
a desaparecer. Todo lo que tenías que hacer era deshacerte

de la tentación. Agradecés a Dios por la nueva fuerza,
inclinás tu cabeza para rezar por mejor,
más limpio, pero cada vez que cerrás
tus ojos
ves esa curva de plata
y te quedás ahí.