VEINTISIETE
DE ABRIL
El
sol es un coágulo de sangre
que
me lleva a pensar en Ferrater:
Menstrúa
el día
y un
semáforo en rojo nos impide pasar.
Esperamos.
La
sangre tarda veintitrés segundos
en
recorrer el cuerpo.
En
algo más llegamos a tu casa.
Señalas
un solar en construcción
y un
camión que pasa a nuestro lado
no
me ha dejado oír lo que decías.
Te
sonrío.
Me coges de la mano.
Él
sabía que el pulso es una opción:
¿O
acaso decidir la propia muerte
no
es un acto de fe
en uno mismo?
No
te preocupes.
Soy
demasiado joven para huir.
Y
hoy prefiero tu casa,
los
treinta y siete dulces horizontes
que
la persiana deja
sobre tu piel
desnuda:
Son
un paso de cebra hacia la vida.
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