miércoles, 10 de octubre de 2018


ROBERTO LÓPEZ MORENO





La consagración de la primavera



I


Cuán la fuerza poderosa
que hace hablar las aves y las fieras.
Se estremece la techumbre de luz
y el fuego vuelto polvo de su polvo.
Se abren las aguas y se cierra
la infinita sombra del cosmos.
La sangre de los cuerpos es un torrente
que pone en movimiento los relojes,
y de la voz de la hormiga y del helecho
flora y fauna multiplican su sentido.
Existe una energía que lo mueve todo.
En su sombra infinita los hombres la conocen,
enlazan sus manos, el ritmo de sus piernas,
gira el círculo de la ceremonia.
La fricción de la danza con la noche
empieza a repetirse en el prodigio.


II

Todo empieza en el ritmo de este cosmos,
la bruma y la desbruma.
El tum tum de la savia,
de la sangre,
de las aguas de robustos manantiales.
Rompe y alza, desvincula el horizonte
para armarlo de nuevo en la pupila.
Tum y tum en la finca del latido,
todo empieza en el ritmo de este cosmos.
De las ignotas venas de la tierra
avanza conflagración de incandescente hormiga.
Durante la noche nació un árbol;
a la orilla del renovado río de Heráclito
irrumpe el nuevo árbol de Huidobro,
en medio de confluencias de loros y guanacos.
Tum tum enfurece el nuevo sol
en los tambores del barro
y una confabulación de gérmenes avanza
por los vericuetos de su entraña.
Del vientre de la insondable noche
ya revienta el capullo de luz
asido a la rama astral, que le da vida.
Tum tum, cada golpe arterial
inventa los colores, los sonidos,
el recurso percusivo de la sierpe
junto a la eléctrica seda del felino.
¡Estalla el capullo!
Hay un misterio que despierta abrupto
y se apodera de las pulsaciones.
Acechan la célula y el átomo,
se emboscan en el sur de cada sangre
para iniciar su danza ritual
sobre un estremecerse de tunkules.
Tum tum.
Del círculo sagrado surge el pecho
que va a regar la fuerza de la tierra
con la fuerza de su tinta estremecida.
Se desata de la ceremonia
ya como muerte que nutrirá la vida.
Tum tum.
Crecen el Grijalva y el Usumacinta.
El sol es un renacimiento de cabellera suelta,
cultamente salvaje.
El sol es horno rojo, negro,
verde, blanco.
Es un danzante con el pecho ardiendo.



SERGIO GARCÍA



       
Se quedó mirando el fondo de la taza
tratando de hallar una mejor ventura

pero, no la encontró.

MIGUEL RASH ISLA



  

Redes y sueños



Tejedora incansable que en la noche y el día,
tejes calladamente las más gráciles mallas,
dime: ¿en el ritmo lento de tus labores hallas
alguna consonancia con tu melancolía?

¿Los hilos que se engarzan con sutil armonía
van fijando en la tela los ensueños que callas?
¿Se parece el recuerdo tenaz con que batallas
al vaivén perezoso de la aguja tardía?

Tejedora incansable: su labor es la de una
araña que hace redes, como gasas de luna,
para encantar las horas entre encajes sedeños.

Y yo soy cual la araña -de tus manos gemela-;
yo también vivo hilando, como sobre una tela,
sobre el dolor sumiso de la vida mis sueños.


ROBERT DESNOS




Es de noche



Te irás cuando quieras
El lecho se ciñe y se afloja con las delicias igual que un corsé
                                                                                               de terciopelo negro
Y el insecto resplandeciente se posa sobra la almohada
Para estallar y entonces reunirse con lo oscuro
El oleaje llega martillando y se calla
Samoa la bella duerme entre algodones
Conejar ¿qué haces con las banderas? las arrastras por el fango
A la buena de Dios y en lo profundo de todo fango
El naufragio se acentúa bajo los párpados
Relato y describo el sueño
Recojo los envases de la noche y los ordeno sobre el estante
El ramaje del pájaro de madera se confunde con la irrupción
                                                                  de los tapones en forma de mirada
Nada de volver allí nada de morir allí la alegría desborda
Un invitado de más a la mesa redonda en el claro verde esmeralda
                                                del bosque con yelmos resonantes cerca de un
                                                montón de espadas y armaduras abolladas
Nervio a modo de amorosa lámpara apagada al fin del día
Yo duermo


De: "Corps et biens"

Versión de Aldo Pellegrini


UMBERTO SABA





El deseo

                                      A la venerada memoria del pintor
                                                                        Giuseppe Bolaffio.



¡Oh, entre la antigua carne
del hombre este clavado,
antiguo deseo!
Ilusión y mentira,
vanidad de las cosa,
que no lo son o para
no parecerse a él visten diversas
formas, y sin embargo tienen una
donde toda dulzura de lo creado
la carne aúna.

¡Cuánto el hombre ha soñado
por ti, feroz deseo!
En silencio nocturno lo reclama
tu voz que primero es una caricia
y entre los sueños y cuidados, brisa
en la tarde sin viento después, trueno
de pronto que ensordece dominante.
Te reconoce aquél que por la noche,
con lucha y pena, de la vida llega,
te reconoce y, por huirte, invoca
la muerte; ¡ay de aquél
que en ti quiera alcanzar su muerte, antiguo
deseo! Y de su lecho,
ya profanado, hacia el hastío salta
y hacia el horror de sí mismo, el fiero
joven, en cuyo pecho una vergüenza
oprimirá después -¡qué largo el día!-
y un remordimiento.
Pero sigues celando en él tu curso
subterráneo, preparas tu retorno
fatal hacia la antigua
carne del hombre, ¡oh sin esperanza, clavado,
antiguo deseo!

Con él nacido, ¿qué vale
que de sí te sacuda,
la más móvil tú, tú la más inmóvil
entre las cosas del mundo, antiguo deseo?
Omnipresente, asumes raras formas,
y ya te velas o te impones en desnuda
forma impúdica.
¿De qué si no de ti he hablado
en los moldes del arte? ¿A qué he escondido
o desvelado, sino a ti?

Lo que sin ti hubiera a mis sentidos
parecido ingrato, y a mi alto espíritu
odioso, lo que hubiera abandonado
como indigno de mí, lo he buscado
por ti, oscuro deseo.
Ni aun maldecirte podría, pues eres
demasiado yo mismo, eres los padres de mis padres
y los hijos de mis hijos.
Ay, que querría en vano
renegar de la vida
el que en suaves abrazos
dijo, sólo una vez dijo,
el "sí" al que persuades
tú con grave dulzura, ¡oh en la antigua
carne del hombre, demasiado adentro clavado,
antiguo deseo!

Cuando el otoño
a cada hoja da
su rojo de sangre, el coraz6n oprimes
como un aviso extremo, antiguo deseo.
Pones nostalgia de perdidos días,
empresas dejadas,
cosas que hubieran podido
ser y que no son,
y en el hombre, caduco
como las hojas,
pones una confusa voluntad
de vencer a la tumba, ¡oh creador
deseo! Y por qué caminos,
a través de qué hallazgos
a esto llegas, o causa,
tú, de mi mal, y, a la vez,
sí, de mi bien: que por ti veo ahora
gente ir y venir,
altas naves partir,
del vasto mundo haciendo
por ti una sola cosa, ¡oh en la antigua
carne del hombre desde el principio clavado,
antiguo deseo!

Cuando retorna
la primavera que al aire
suaviza, el corazón de ansia me aprietas,
de ti lo enfermas al hacerse la noche.
En el invierno
incubas lascivias, en sueños
monstruosos el cálido estío estancas.
Y a veces te lamentas
piadosamente en miradas y en palabras,
como hace el niño grácil y angustiado
que un beso implora.
Así te acogió alguien
en sus jóvenes años, y ahora tan
distinto en sí te siente,
que querría, para sacudírsete
de encima de una vez,
haberse quitado la tiniebla
y no la luz, el día que a la luz
vino con en la nueva
carne, tú, antiguo deseo
tan adentro clavado.

A veces, con amigos,
me burlo de ti, asiduo deseo.
Y entre ellos, uno más querido, triste
entre los tristes y con un aire
más dócil a la vida.
No tiene, que yo sepa, tus placeres,
sino luto de hombre.
Devotamente él la mano tiende,
que tiembla de ansia al colorear sus telas.
En ellas pinta velas
al sol, fuertes contrastes
de formas, y crepúsculos a orillas
del mar, y a bordo, en cada cosa luces
de santidad que de su alma viene
y en otros se reflejan.
De ti no pone nada
en su arte adolescente,
pareciendo de ti siempre inocente.
Sino que él, en largas horas de insomnio
en inviernos enteros,
sin que su mano ni una pincelada
ose, no viejo aún, sino curvado
como un viejo, para ti sueña cosas
que después espantosas
le serían de oír, ¡oh en la antigua
carne del hombre para su dolor clavado,
antiguo deseo!


Versión de Jesús López Pacheco



PEDRO CASARIEGO





Te quiero porque tu corazón es barato
                                                                                            1980

  

Te quiero.
Te quiero
porque tu corazón es barato.

Yo soy un actor secundario
que se siente muy débil
porque no come lo suficiente.
Estoy ahí sentado,
sentado en una silla amarilla;
el suelo es amarillo,
está hecho de hojas muertas.
He olvidado mi papel.
Algún pájaro ha escrito en mi silla
el nombre de un actor importante.
El público está formado por miles de pájaros muy cultos
y espera ver algo grande.
Yo he olvidado mi papel
y mi piel de actor está llena de hongos;
estar plagado de hongos
y no comprar un tubo de pomada en la farmacia
hace que me sienta como un salvaje.

Pienso en la película
«Sangre sabia» de John Huston.
Pensar es muy trabajoso,
pensar es muy trabajoso.
Se me ocurre una frase bonita:
«La primera letra de tu nombre
es la letra de una canción,
y tus ojos son la música de esa canción;
tú estás muy guapa cantando la canción,
ni siquiera necesitas mis aplausos.»
Quisiera que mi sangre fuera sabia.
Mi sangre, todos los veranos,
busca heridas para salir a tomar
el sol.
Entonces, cuando las encuentra,
se seca,
como se secan las hojas de los
árboles y de los libros.

Tengo 25 años.
Si te revelo
este secreto de calendario
  es para que comprendas
    que estoy doblando una curva
     y que tú puedes estar después de la curva
      haciendo auto-stop.

Soy un hombre puro y huraño,
pero no soy amigo de Dios.
Reconozco, sin embargo,
que me gustaría hacerme una foto con Él,
aunque sólo fuera para salir en el periódico
y dejarte boquiabierta a ti.
Mírame:
debería estar fundando un hogar
                                                                  y quiero ser atracador de bancos.
                                                                Tápame con una manta
                                                               y rompe el termómetro:
                                                             tengo fiebre
                                                            y tengo frío.

Soy puro y soy huraño,
pero no soy amigo de Dios:

Sus barbas me parecen demasiado
blancas, como si hubieran robado
a la nieve toda su belleza sin
dejar nada a cambio;
Dios es un jugador de ventaja,
un jugador muy importante,
un jugador
imprevisible.
Dios castiga y perdona porque sí:
puede que me ame
más que a los que Le aman.

Alguien ha grabado en mi espalda una boca azul.
Una risa que se derrumba cae desde la boca azul.
Pagaré una fortuna a quien borre el tatuaje.
Hoy prefiero una boca roja de mujer prohibida.

Estoy lleno de tatuajes:
mis recuerdos son tatuajes,
hasta mi pasado es un tatuaje,
cada mano en la mía es un tatuaje.

Me aparto cuando alguien se
acerca a mí.
A veces quiero que se acerquen los
A veces quiero que mi madriguera esté
                                                                        vacía
                                                                        porque mi corazón está vacío:
yo la vacio personalmente todas las mañanas.

Yo ya no tengo esperanza,
yo ya soy desesperación.
Veo cómo llegan los borrachos;
me asusto y me oculto
entre las botellas vacías, entre
los bares y sus luces perdidas  para siempre.
Que olviden, que olviden:
yo no olvido;
que perdonen, que perdonen:
yo no puedo perdonar
la muerte agria de mis días.

Tengo miedo:
todos los bomberos llevan chistera
en este planeta de locura.
Aquí nadie puede escribir la palabra «flor»
sin querer cortarla.

Estoy sentado
y soy un actor mediocre.
El público es un cielo
que llama a las nubes
para dejar de ser azul.
Miro. Aquella papelera vacía
corrompida por su tristeza
quiere hablar con alguien.
Centenares de papeles rotos
hablan con el suelo amarillo.

Soy huraño. No soy puro.
No soy puro.
Odio.
Estoy harto de pasear entre ladridos,
de paseos entre ladridos
y semen en el pijama.
Confieso que soy
soledad sola.

Ella era una prostituta negra vestida con el peor de los gustos, era
grande como un hotel.
Reía con fuerza.
Yo no la había alquilado para que riera.
Ella estaba llena de salud.
Yo no estuve a su altura.
Me fui
humillado
con las manos en los bolsillos
fumando y jurando un poco
                                                         (quería parecer un héroe moderno):
cada esquina de la calle me dolía.

Las estrellas iluminan pero no ven;
su tragedia es dar luz y ser ciegas;
yo no sé si ilumino;
creo que a mi lado
todo se oscurece.
Espero que la noche que yo hago
sea una noche clara,
con una pareja de hogueras
y con un leopardo.
Estoy milagrosamente.
Estoy milagrosamente.
Estoy entre mis llagas.

Mi sangre no es sabia;
yo busco un manantial de sangre sabia:
ríos de sangre sabia
para regar mi cuerpo.

No creo en los ovnis:
he gastado mi fe
viviendo como una serpiente.
Mi pantalón es azul;
soy extraño y
siento desprecio;
me desprecio a mí mismo
cuando hablo tanto de mí,
porque yo desprecio a los que se desnudan.

Lucharé contra todos los que digan
lo que yo digo.
Mujeres gratis, mujeres que se pagan con un beso.
Existen. Las he perseguido;
                     son estrellas fugaces
                       son faroles
                         son tímpanos
                          ¡valen su peso en oro!
                            son lápices
                              son tigres
                                son las mujeres de los tigres
                                  son sombras de agua
                                    ¿qué son?

                                    porque yo soy sangre