domingo, 20 de diciembre de 2020

VLADIMIR AMAYA

 



 

Lo que me dijo un anciano en el bus

 


 

Escucha, joven, tú que te miras decente y sano.
La vida es dura en este país.
Ya no se puede estar tranquilo.
Mucha gente inocente está sufriendo.
Nuestros niños están pagando
los altos costos de la locura y la violencia.

Esos mareros desquiciados
con la gente honrada se empachan:
Masacran, extorsionan, secuestran.
Asesinan despiadadamente.
Estamos peor que en la época de la guerra,
que seguro tú no viviste
pero… ¿Has visto las noticias, joven?
¿Has leído los periódicos?
Estos muchachos llegan a los barrios tranquilos,
a las colonias más apacibles,
toman el control de las zonas,
sacan a los habitantes de las casas
                               que ellos creen “estratégicas”,
y si la gente se opone: corre la sangre, muchacho,
matan a sus hijos, violan a sus hijas.
Es terrible.
Estos jóvenes están locos.
Ahí andan todos tatuados
buscando muerte y destrucción
como dementes perros de pelea.
Ahí andan asaltando en la calle, en los buses;
intimidando y vapuleando ancianos;
reclutando niños y jóvenes de las escuelas,
en lugar de buscar un oficio digno:  
porque por muy difícil que esté la situación económica
uno debe salir adelante con la fe puesta en Dios
y en sus propios esfuerzos, sin hacerle mal a nadie.
Estos muchachos no quieren por las buenas.
Hablan de que se sienten excluidos y marginados
y son ellos los que hostigan y matan al zapatero,
a la tortillera que nada les debe;
ponen renta a los negocios más humildes.
Estamos en tiempos jodidos.
La paz es solo una mentira.
Escucha, joven, tú que te miras decente y sano.
Vete del país si tienes la oportunidad,
vete y has una vida normal allá afuera.
Aquí dejamos de ser hombres y mujeres
desde hace mucho tiempo.
Solo somos carne de cañón para estos inadaptados.

Fue cuando el viejo se calló por fin,
y ahí mismo,
con tres filazos le quebré el culo al hijueputa,
porque nadie habla mal de los homeboys,
estamos, va.

 


 

SARA CAVIEDES

 


 

La patria

 



La patria es de papel.
Nunca grande.
Que nunca sea una.
El recuerdo
del recuerdo para hacerse una patria.

 
Cómo fueron las cosas, no me importa.
La locura que ampara
del sinsentido común,
también es patria.
Sabedlo que una vez,
un día,
durante un rato,
yo fui patria,
recuerdo de un cuerpo,
de un olor,
patria de alguien.
Y qué prodigio
la lluvia de los frascos,
los relojes parados
los vagones sin rumbo,
los cojines azules,
Y esta pequeña bestia
que es la risa.

 

 

 

CARLOS LOPEZ NARVAEZ

 

 

  

Niebla




Te llevo toda en mí, forma y sustancia
susurrante dulzor, roce de sueño,
susurrante dulzor, roce de sueño,
hálito floreal de tu distancia.

Abre el día en tu cálido diseño
y la noche en tu nómade fragancia
te llevo toda en mí, roja fragancia
del propio corazón trocado en leño.

Voy en redor de ti; como la niebla
-fervor del valle que el estío puebla-
floto sobre el perfil de tu hermosura.

Te llevo toda en mí; de luna y brisa
tu inmarchitable forma diafaniza
el sombrío esplendor de mi ventura.



 

RENÉE FERRER

 

 


Bajel del viento



La complicidad de mi cama 
se ha vuelto un campo ingrávido y lejano; 
ya no tiene largueros ni pies ni cabecera. 
Es una interminable llanura incandescente 
donde mi ser se calma.
Desprendida del mundo brujulo entre los astros; 
deshabito el incógnito territorio del cuerpo, 
destrabando mis jarcias, 
y parto 
desplegando los brazos,
desamarrada y leve: 
bajel de viento. 


Diciembre de 1993

 

 

MÓNICA NEPOTE

 

 

 

Malaparte



Esa ciudad que visitas cada noche
aquella de los muros blancos
en la que descubres -cada noche- el fósil.
Esa ciudad es tu ojo y tu oído
la de calles intactas, puertas ligeras
esa donde nadie habita
de telares mudos y pájaros calcáreos.
Esa ciudad es mi tributo
una pequeña estampa, un reino de agua
para que tu voz descanse.

 

PIERRE LOUYS

 


 

La carta perdida




¡Ay de mí! He perdido su carta. La había puesto entre el estrofión y la piel, al calor del seno. Pero, he corrido 
y ha debido perdérseme.

Desandaré el camino para buscarla, pues si alguien la encontrase, la llevaría a mi madre, y ésta me azotaría 
ante la burla de mis hermanas.

Si la hallase un hombre, me la devolvería, y tal vez intentaría hablarme en secreto. En ese caso, creo saber 
la manera de arrebatársela.

Pero, si es una mujer quien la ha leído, ¡oh, Zeus guardián, protégeme! Porque lo contará a todo el mundo, 
o me birlará a mi amante.

  

De: "Las canciones de Bilitis"
Versión de Enrique Uribe White