sábado, 23 de noviembre de 2013

JOSÉ MARTI



Y  te busqué por pueblos...


Y te busqué por pueblos,
Y te busqué en las nubes,
Y para hallar tu alma,
Muchos lirios abrí, lirios azules.

Y los tristes llorando me dijeron:
¡Oh, qué dolor tan vivo!
¡Que tu alma ha mucho tiempo que vivía
En un lirio amarillo!

Mas dime ¿cómo ha sido?
¿Yo mi alma en mi pecho no tenía?
Ayer te he conocido,
Y el alma que aquí tengo no es la mía.


ALBERTO SICILIA





Torre a bajar
                                                                     Para A. E. in memoriam


Torre a bajar por esta lumbre vista,
mi canción es de ti, tu resplandor.
Entre voces estamos, juego al temblor,
indiferente a la sombra y su conquista.

El espacio del cielo que enemista
al ojo en la tormenta, es el mejor
espacio de sentir. Así el hedor
del pasar no contará. La corista

fija por Dios el dedo en el marfil
de los armarios. Soy el indicado
en la realeza, un soplo de la añil

curvatura. En el ascenso del espejo
la torre en dos se abre al convidado.
Es otro el escenario en su reflejo.


EDELMIS ANOCETO




(Eco) lógico


Sonido del agua
al caer sobre el pájaro de fuego,
suicidio para ser observado desde cualquier altura, escalera, torre.
Revolotea sin plumas, arde en lo que fueron páramos,
con vendajes en los ojos, la lengua que lame,
vive del lameo.
En lo que fueron sabanas, tú quieres ver al pájaro de fuego?
Tú quieres advertir el sonido del agua muérete para ser percibido Berkeley
escucha simplemente escucha.


EILYN LOMBARD




Suelen ser frágiles las muchachas sobre el puente



Suelen ser frágiles las muchachas sobre el puente,
son dueñas de todo lo impreciso:
las tenues malvas, las líneas del artista,
su reflejo en el agua. Acaso en otro tiempo ya no estén detenidas,
pero esta noche son gotas olvidadas,
caprichosa leyenda con el color del vino,
malva como flores de nadie.
El puente engaña sólo a los vecinos,
que tiemblan de la historia, que lloran…
Las muchachas no engañan,
sólo deben quedarse sobre el puente,
tranquilas, lentas como la tarde, las flores.
Con sombreros de paja y esperando la risa.
Ellas lo cuidan todo,
hasta la piedra que sabe de los días el mensaje callado.
Suelen ser frágiles las muchachas en el tiempo,
el puente las guarda desde entonces.


JOSÉ LEZAMA LIMA




Brillando oscura la más secreta piel conforme...



Brillando oscura la más secreta piel conforme
a las prolijas plumas descaradas en ruido
lento o en playa informe, mustio su oído
doblado al viento que le crea deforme. 

Perfilada de acentos que le burlan movedizos
el inútil acierto en sobria gruta confundido grita,
jocosa llamarada -nácar, piel, cabellos- extralimita
el borde lloviznado en que nadan soñolientos rizos. 

¿Te basta el aire que va picando el aire?
El aire por parado, ya por frío, destrenza tus miradas
por el aire en cintas muertas, pasan encaramadas
porfías soplando la punta de los dedos al desgaire. 

El tumulto dorado -recelosa su voz- recorre por la nieve
el dulce morir despierto que emblanquece al sujeto cognoscente.
Su agria confesión redorada dobla o estalla el más breve
marfil; ondulante de párpados rociados al dulzor de la frente. 

Ceñido arco, cejijunto olvido, recelosa fuente halago.
Luz sin diamante detiene al ciervo en la pupila,
que vuela como papel de nieve entre el peine y el lago.
Entre verdes estambres su dardo el oído destila. 

Cazadora ceñida que despierta sin voz, más dormidos metales,
más doblados los ecos. Se arrastra leve escarcha olvidada
en la líquida noche en que acampan sus dormidos cristales,
luz sin diamante al cielo del destierro y la ofrenda deseada. 

El piano vuelve a sonar para los fantasmas sentados
al borde del espacio dejado por una ola entre doble sonrisa.
La hoja electrizada o lo que muere como flamencos pinchados
sobre un pie de amatista en la siesta se desdobla o se irisa. 

No hay más que párpados suaves o entre nubes su agonía desnuda

Desnudo el mármol su memoria confiesa o deslíe la flor de los timbres,
mármol heridor, flor de la garganta en su sed ya
despunta o se rinde en acabado estilo de volante dolor. 

Oh si ya entre relámpagos y lebreles tu lengua se acrecienta
y tu espada nueva con nervios de sal se humedece o se arroba.
Es posible que la lluvia me añore o entre nieves el dolor no se sienta
si el alcohol centellea y el canario sobre el mármol se dora.
El aire en el oído se muere sin recordar
el afán de enrojecer las conchas que tienen las hilanderas.
Al atravesar el río, el jazmín o el diamante, tenemos que llorar
para que los gusanos nieven o mueran en dos largas esperas.




CARILDA OLIVER LABRA




Anoche



Anoche me acosté con un hombre y su sombra.
Las constelaciones nada saben del caso.
Sus besos eran balas que yo enseñé a volar.
Hubo un paro cardíaco.

El joven
nadaba como las olas.
Era tétrico,
suave,
me dio con un martillito en las articulaciones.
Vivimos ese rato de selva,
esa salud colérica
con que nos mata el hambre de otro cuerpo.

Anoche tuve un náufrago en la cama.
Me profanó el maldito.
Envuelto en dios y en sábana
nunca pidió permiso.
Todavía su rayo lasser me traspasa.

Hablábamos del cosmos y de iconografía,
pero todo vino abajo
cuando me dio el santo y seña.

Hoy encontré esa mancha en el lecho,
tan honda
que me puse a pensar gravemente:
la vida cabe en una gota.