martes, 6 de enero de 2015

DELMIRA AGUSTINI


 

 Mi musa

 

 Mi musa tomó un día la placentera ruta
 de los campos fragantes; ornada de alboholes,
 perfumando sus labios en la miel de la fruta
 y dorando su cuerpo al fuego de los soles.

 Vivió como una ninfa: desnuda, en fresca gruta,
 engalanando espejos de lagos tornasoles.
 La gran garza rosada de su forma impoluta.
 Volvió a mí como el oro de luz de los crisoles.

 Más pura; los cabellos emperlados de gotas
 lucientes y prendidos de abrojos; trajo notas
 de pájaro silvestre y en los labios más fuego.

 Yo peinela y vestila sus parisinas galas,
 y ella hoy grave pasea por mis lujosas salas
 un gran aire salvaje y un perfume de espliego.

 

 

 

ENRIQUE LARRETA

 

Ávila

Un alma con el claustro desposada,
que aún oye al despertar clarín de almenas.
Orgullo de estandartes y serenas
beatitudes se enredan en la almohada.

Ya la vida repica su llamada
y en las sombras del ser vislumbres llenas
de impaciente ambición son otras venas
de postigos, en alba ensangrentada.

Pone fray Juan sus plantas en el suelo.
A pie descalzo y lumbre de candela
dice un nuevo cantar y, milagrosas,

se levantan en fuga paralela
santas paredes, torres poderosas.
Y es la ciudad en él piedra que vuela.


MARIO BENEDETTI

 

El soneto de rigor
 

Las rosas están insoportables en el florero
JAIME SABINES

 

Tal vez haya un rigor para encontrarte
el corazón de rosa rigurosa
ya que hablando en rigor no es poca cosa
que tu rigor de rosa no te harte.

Rosa que estás aquí o en cualquier parte
con tu rigor de pétalos, qué sosa
es tu fórmula intacta, tan hermosa
que ya es de rigor desprestigiarte.

Así que abandonándote en tus ramos
o dejándote al borde del camino
aplicarte el rigor es lo mejor.

Y el rigor no permite que te hagamos
liras ni odas cual floreros, sino
apenas el soneto de rigor.





 

JORGE LUIS BORGES


 

 

 

Spinoza

 

Las traslúcidas manos del judío
labran en la penumbra los cristales
y la tarde que muere es miedo y frío.
(Las tardes a las tardes son iguales.)

Las manos y el espacio de jacinto
que palidece en el confín del Ghetto
casi no existen para el hombre quieto
que está soñando un claro laberinto.

No lo turba la fama, ese reflejo
de sueños en el sueño de otro espejo,
ni el temeroso amor de las doncellas.

Libre de la metáfora y del mito
labra un arduo cristal: el infinito
mapa de Aquel que es todas Sus estrellas.

 

En El Otro el Mismo (1964)

 

ANTONIO GALA


  

Sonetos de la Zubia. Nº 57

 

Porque me vienen siempre al pensamiento
tu esquiva condición y mi quimera,
me rinde, amor, tu falsa primavera,
confundidos en mí risa y lamento.
 
Quisiera deshacerme en un momento
de memorias amargas, y quisiera
abolirte de la árida ladera
por la que hoy sólo hablar se escucha al viento.

Se acercan otros labios a decirme
que es posible olvidar, que tu alegría
fue un milagro que el tiempo no renueva.

No puedo defenderme sin herirme.
Va el tiempo sordomudo, y todavía
no sale el sol y en la llanura nieva

 

 

JUAN RAMÓN JIMÉNEZ

 

Octubre.



Estaba echado yo en la tierra, enfrente
del infinito campo de Castilla,
que el otoño envolvía en la amarilla
dulzura de su claro sol poniente.

Lento, el arado, paralelamente
abría el haza oscura, y la sencilla
mano abierta dejaba la semilla
en su entraña partida honradamente.

Pensé arrancarme el corazón, y echarlo,
pleno de su sentir alto y profundo,
al ancho surco del terruño tierno;

a ver si con romperlo y son sembrarlo,
la primavera le mostraba al mundo
el árbol puro del amor eterno.