domingo, 21 de octubre de 2012


MARGARITA MICHELENA






A ti, rosal, nevado por la cima




A ti, rosal, nevado por la cima
de hielo ligerísimo,
a ti, que en el rigor abres tu rosa
póstuma, desplegada
sobre tu vago verde, y que la agitas
como una carta del verano ausente.

A ti, esbeltez intrépida, que subes
para estallar de tu mudez de espinas
hasta tu coro de dispersa nieve,
para mecer y para orear tu viaje,
en ésa tu paloma de alas quietas,
bajel de suavidad, vuelo de espumas.

Para ti, que contigo la trajiste,
que la sacaste de la tierra oscura
como si nos subieras un diamante.
Para ti, que una noche la tuviste
en soledad, como se tiene un sueño,
y luego, bajo el sol, su puerta abriste
igual que desatando
una celeste voz en tus espinas,
lo mismo que si anclaras
una pequeña nube en tus orillas.
Para ti, tesorero de la nieve,
silencioso arquitecto de la espuma,
este poema de este triste día.

Es que hablándote así, del frágil tallo
hundido y doloroso de mi voz,
desde mi noche que olvidó su estrella,
desde mi soledad, desde mi enero
y su granizo y sus perdidas aves,
me parece, loándote en la gloria
tardía y denotada en que terminas,
que, como tú, levanto yo una rosa.

Laurel de ángel

ÁLVARO MUTIS






204




                                                Para Fernando López
I

    Escucha Escucha Escucha

la voz de los hoteles,
de los cuartos aún sin arreglar,
los diálogos en los oscuros pasillos que adorna una raída alfombra escarlata,
por donde se apresuran los sirvientes que salen al amanecer como espantados murciélagos

     Escucha Escucha Escucha
los murmullos en la escalera; las voces que vienen de la cocina,
     donde se fragua un agrio olor a comida, que muy pronto estará en todas partes,
     el ronroneo de los ascensores

Escucha Escucha Escucha

a la hermosa inquilina del "204" que despereza sus miembros
     y se queja y extiende su viuda desnudez sobre la cama. De su cuerpo
     sale un vaho tibio de campo recién llovido.

     ¡Ay qué tránsito el de sus noches trem0lantes como las banderas en los estadios! 

     Escucha Escucha Escucha

el agua que gotea en los lavatorios, en las gradas que invade un resbaloso y maloliente verdín.
     Nada hay sino una sombra, una tibia y espesa sombra que todo lo cubre.

Sobre esas losas -cuando el mediodía siembre de monedas el mugriento piso-
     su cuerpo inmenso y blanco sabrá moverse dócil para las lides del tálamo y conocedor
     de los más variados caminos. El agua lavará la impureza y renovará las fuentes del deseo.

     Escucha Escucha Escucha

la incansable viajera, ella abre las ventanas y aspira el aire queviene de la calle. Un desocupado
     la silba desde la acera del frente y ella estremece sus flancos en respuesta al incógnito llamado.

II

De la ortiga al granizo
del granizo al terciopelo
del terciopelo a los orinales
de los orinales al río
del río a las amargas algas
de las algas amargas a la ortiga
de la ortiga al granizo,
del granizo al terciopelo
del terciopelo al hotel

     Escucha Escucha Escucha

la oración matinal de la inquilina
su grito que recorre los pasillos
y despierta despavoridos a los durmientes,
el grito del "204"
¡Señor, Señor, por qué me has abandonado!

De "Los elementos del desastre"

LUZMARÍA JIMÉNEZ FARO




  
La memoria es sólo un espejismo



Granos de arena. Travesía del polvo.
Piélago rendido a la distancia.
Vaharada de tiempo que sofoca
la ráfaga encendida.
Fiebre sedienta y ávida.
La memoria es sólo un espejismo.
No remuevas la arena.

De "Mujer sin alcuza" 2005

TOMÁS SEGOVIA




  
Y sin embargo, a veces, todavía...



Y sin embargo, a veces, todavía,
así de pronto, cuando te estoy viendo,
vuelvo a verte como antes, y me enciendo
del mismo modo inútil que solía.

Y me pongo a soñar en pleno día,
y reprocho al destino, corrigiendo,
como los locos, lo que fue; y no entiendo
cómo no pude nunca hacerte mía.

E imagino que anoche me colmaste
de placeres sin nombre, y que esa chispa
perversa y de ternura en tu mirada

prueba que lo otro es nada -que gozaste,
que a ti también este limbo te crispa,
¡que al fin te di el orgasmo!- y lo otro es nada.

RUBÉN BONIFAZ NUÑO






Haz que yo pueda ser, amor, la escala...



Haz que yo pueda ser, amor, la escala
en que sus pies se apoyan, el torrente
de luz para su sed, o, suavemente,
el cauce en que su vida se resbala.

Sólo soy un espejo para el ala
de un ángel dividido, que así siente
que le soy necesario, y dulcemente
a mi dolor su claridad iguala.

Y eso es todo, amor: sólo un reflejo.
No escala, luz ni cauce, en que pudiera
subir, brillar, o transcurrir ligera.

Únicamente el sueño de un espejo
mudo a veces, y opaco, en donde anida
la imagen solitaria de su vida.