sábado, 8 de noviembre de 2014

JORGE EDUARDO EIELSON

 

Esposa mía sepultada

 

Encerrado en tu sombra, en tu santa sombra,
Con el agua en las rodillas, te pregunto
¿Es el peso del manzano, claveteado de estrellas,
Sobre mi corazón oscuro, o eres tú, cabeza
Fugitiva de las horas, novia mía enterrada,
La que arrastras tu cabellera incesante
Como una botella rota, por entre mi sangre?
Yo no sé, señora mía, luto de mi amor,
Si eres tú la que reinas sobre tanta ceniza,
O si es sólo tu sombra, tu velo de novia en el aire,
-Poblado de perlas, naves y calaveras-
El que inunda mi alcoba, igual que un océano.

 

De "Reinos" Lima, 1945

 

LUIS HERNÁNDEZ

 

Dicen que soy...

 

Dicen que soy
Un soñador que sueña
Y otros dirán de mí

Adiós: me iré
A algún otro lugar

Y si la Melancolía
Me
alcanza
Y si la Melancolía
Me
alcanza

Me cubriré del agua
De la mar y ya no he
Más de morir

Y ya no he más

 

 

 

CÉSAR MORO



El agua lenta el camino lento...

 

El agua lenta el camino lento los accidentes lentos
Una caída suspendida en el aire el viento lento
El paso lento del tiempo lento
La noche no termina y el amor se hace lento
Las piernas se cruzan y se anudan lentas para echar raíces
la cabeza cae los brazos se levantan
El cielo de la cama la sombra cae lenta
tu cuerpo moreno como una catarata cae lento
En el abismo
Giramos lentamente por el aire caliente del cuarto caldeado
Las mariposas nocturnas parecen grandes carneros
Ahora sería fácil destrozarnos lentamente
tu cabeza gira tus piernas me envuelven
tus axilas brillan en la noche con todos tus pelos
tus piernas desnudas
En el ángulo preciso
El olor de tus piernas
La lentitud de percepción
El alcohol lentamente me levanta
El alcohol que brota de tus ojos y que más tarde
Hará crecer tu sombra
Mesándose el cabello lentamente subo
Hasta tus labios de bestia

 

 

 

 

JAVIER SOLOGUREN

 

Dédalo dormido

 Most musical of mourners, weep anew!
 Not all to taht bright station dared to climb.
Shelley

 

Tejido con las llamas de un desastre irresistible,
atrozmente vuelto hacia la destrucción y la música,
gritando bajo el límite de los golpes oceánicos,
el hueco veloz de los cielos llenándose de sombra.

Ramos de nieve en la espalda, pie de luz en la cabeza,
crecimiento súbito de las cosas que apenas se adivinan,
saciado pecho con la bulla que cabalga en lo invisible.

Perecer con el permiso de una bondad que no se extingue.
Ya no ser sino el minuto vibrante, el traspaso del cielo,
canto de vida rápida, intensa mano de lo nuestro, desnuda.

Hallarse vivo, despierto en el espacio sensible de una oreja,
recibiendo los pesados materiales que la música arroja
desde una altura donde todo gime de una extraña pureza.
Miembros de luz sorda, choques de completísimas estatuas,
lámparas que estallan, escombros primitivos como la muerte.

Vaso de vino pronto a gemir en una tormenta humana,
Con una sofocante alegría que olvida el arreglo de las cosas,
ebrio a distancias diferentes del sonido sin clemencia,
errando reflexivo entre el baile de las puertas abatidas,
alistando una racha salobre en la inminencia de la muerte,
pisando las hierbas del mar, las novedades del corazón,
pulsando una escala infinita, un centro sonoro inacabable.

Modificado por una azarosa, por una incontrolable compañía.

Pisadas en nuestro corazón, puertas en nuestros oídos,
temblor de los cielos de espaldas, árboles crecidos de improviso,
paisajes bañados por una murmurante dulzura, por una sustancia
que se extiende como un vuelo irisado e instantáneo.

Prados gloriosos, estío, perfil trazado por un dedo de fuego,
blanco papel quemado para siempre detrás de los ojos,
valles que asientan su línea bajo el zureo de las palomas,
fuentes de oro que agitan azules unos brazos helados.
Quietud del mar, neutros estallidos de un imperio cruento,
mudas destrucciones, espuma, golpes del espacio abierto.

Sueños que toman cuerpo, coherentes, en una silenciosa tentativa;
mecanismos ordenados en medio de una numerosa vehemencia,
lujo intranquilo del cielo que sella una hora inmune.

Cuerpo que asciende como la estatua de un ardoroso enjambre
buscando muy arriba la inhumana certeza en que se estalla
para quedar inmensamente vacío y delirante como el viento.

Una idea, Dédalo, una idea que iba a acarrear nuestro futuro
(un sueño como un agua amarga que mana desde la boca del sol),
los planos hechos a perfección, la elocuencia del número,
el ingenioso resorte para suplantar los ojos de la vida,
todo era una inocente flecha en tránsito de lucidez y muerte.

Ciudades perdidas por un golpe de viento, ganadas por un sueño.
Palabras incendiadas por la fricción de un remoto destino,
murallas de un fuego levantado al que no nos resistimos
canto arrancado a la tumultuosa soledad de un pecho humano.

 

De "Dédalo dormido"

 

MAGDALENA CHOCANO

 

XV

 

Ella pule sus escamas
bajo el claro de luna
un silencio perfecto cae sobre las olas
y la mar es una inmensa lágrima gastando los escollos

Ella fulge de fulgor mineral
bajo la luna nueva
un demudado mar calla rozando las arenas
y el brillo de la ceniza danza sobre las aguas

El Universo ha sido escarnecido
por la aciaga imposición de otro universo
y ha fugado hacia el Reverso del espacio
Nadie ha de alcanzarle
allí donde la soledad
es venganza de teoría irrefutable

 

 

 

EDUARDO CHIRINOS


 
 
 
"Te has arrodillado desnudo en la losa..."

 

TE HAS ARRODILLADO desnudo en la losa
y has observado largamente tu propia mierda, Eduardo, Eduardo,
luego de tres días sin comer has vaciado tu cuerpo
y lo has visto como a un manso animal descansando al borde de la carretera.
Estás desnudo, Eduardo, Eduardo, has acariciado torpemente la bola de
      cristal y nada has visto,
apenas un fragor de caballos quebrando la pista,
apenas tus huesos podridos flotando en el mar.
Estás solo, Eduardo, Eduardo,
ahora es el momento de cerrar los ojos y rascar con la uña la vana superficie
      del espejo, ahora es el momento
de romper medallas y escupir los retratos de la B. de Portinari.

Tus genitales señalan al sur, Eduardo, Eduardo,
la flecha impostora desvía bandadas de pájaros que equivocan el camino
y juntas las palmas de las manos hasta procurar el fuego;
así es el mundo, Eduardo, Eduardo,
el mundo que hace del amor un grito inescuchable,
el mundo que hace del amor una ventana rota.

La mitad del mundo es tuya y la otra del demonio, Eduardo, Eduardo,
mas la otra es una malla de cobre donde cuelgan las palabras
vacías como cajas de cartón en espera de ser utilizadas.
Has plagiado un verso, Eduardo, Eduardo,
te has inclinado ante tu propia mierda a desclavar estacas y volverlas a clavar,
te has observado inútilmente en el espejo