martes, 1 de septiembre de 2020


MOISÉS ELÍAS FUENTES




Monolitos de odio

A las mujeres de Ciudad Juárez




Te han dicho que todas tenían al menos
el derecho de morir por sí mismas

Tratas de recordarlas
pero no sientes a ninguna

Sólo tienes el sabor acre de la arena
cuando seca la sangre
y el olor del miedo cuando las arrastrabas

Pero no recuerdas a ninguna

Además todas gritan suplican
lloran rezan arañan

Todas se resisten a su modo
y a su modo creen que saldrán vivas

“Creen que existen”
como le dijiste a una de ellas

Tú también lo creías

Pero has aprendido
que no valen ni el esfuerzo de torturarlas

Después   de un rato
te fastidias de verlas retorcerse
                      aterrarse
                                     morir
con su rostro moreno afilado lavado
de indias bonitas de pueblo

No te sirven para arrancarte el odio

Porque las has insultado pateado penetrado
         —no es cierto que las violes:
                             no se viola lo que no se siente—

y no lo has logrado
A veces, sin embargo, sientes
que te avanzan desde adentro

Las odias y persisten

Tienen edad y vida
y amigos y familia
se han casado y tienen hijos

¡Y ahora quieren que te arrepientas!
¡No, no las dejes que te alcancen!

Diles que se callen,
que se vuelvan hipócritas
como tu novia tu esposa tu hermana
         tus hijas
todas las que te hablan te ven
    duermen en tu casa
y las odias porque sabes
que se hacen sordas a tu miedo

No como las otras
las que mueren porque conocen tu miedo
y no deben revelarlo

Porque ellas lo saben

Tú y tus amigos lo advirtieron
y todos están enfermos de la misma certidumbre
y esta noche y la siguiente
se desvelan
                    te desvelas
porque en el espejo se te insinúa un monstruo
y te sientes un monstruo
pero no se te acaba el miedo

Dan ganas de odiar nuevamente
porque todos saben quiénes son ustedes
porque te han señalado y a tus espaldas
te nombran por lo que eres

¿Hace falta valor para ver morir a una mujer
para verla luchar contra el dolor
para ver cómo se le ata el horror
              en las entrañas?

La observas como un objeto
y sus gritos no existen y su llanto no existe
y todo su cuerpo es una masa sin sentido
y sin embargo, te acobardas
Te ríes con tus amigos
para no encontrar tu cobardía
de pie, llamándote

Y me pones de rodillas a mirar el desierto

Tal vez ya leíste
que soy la estudiante de preparatoria
que trabajaba en el centro comercial por las tardes

y tal vez te has burlado de que mis padres me lloran
                de que mi novio me llora
porque ni ellos ni él sospechaban
                                                     que yo despertaba tanto miedo

Pero lo que sí sabes —y por eso me odias—
es que yo conocí que en los hombres también hay amor
y besan y acarician
y se le recuestan a la mujer en los senos
para mitigar su temor
                     para encontrar el valor
y que mi padre me abrazaba
porqueél sentía que me protegía
y así era

En otros desiertos
en selvas en estepas
frente al mar o a la montaña
en ciudades cuyos nombres desconozco
hemos estado las mujeres
                                          de rodillas
esperando el tiro de gracia de un hombre que tiene miedo

No soy la única ni seré la última

Otra vez encontrarás tu propia cobardía
       de frente a ti
                     ineludible
y tendrás que huir y matarme otra vez
porque no soportarás pensar que estoy viva

Tu miedo exigirá odio para dormir tranquilo
y el odio se alimentará de mi muerte
y te sentirás lleno hasta llegada la noche
en que escuches rumores
y creas que revelan el secreto a voces
de tu cobardía
Te sentirás una vez más reducido a ser lo que eres:
un hombre con miedo
un hombre llano y terreno
a pesar de las casas de lujo
y las transacciones millonarias
de los amoríos en regata

y la generosidad en las fiestas de beneficencia
Tendrás que darme el tiro de gracia
porque yo sé que los hombres aman y amé
y sé que alguien hoy me ama
y que alguien te reclamará mi muerte
         y lo hará porque me ama

Porque el amor cambia
            y es de muchas maneras
y es único y es distinto
y porque sé que tu miedo
te reduce a ser lo que eres:
                  monolito de odio
sin voz sin rostro sin alma sin mirada.



BERTOLT BRECHT




Epitafio



Escapé de los tigres
alimenté a las chinches
comido vivo fui
por las mediocridades.


PIER PAOLO PASOLINI




A los críticos católicos



A menudo un poeta se acusa y se calumnia,
exagera, por amor, su propio desamor,
exagera, para castigarse, su propia ingenuidad,
es puritano y tierno, duro y alejandrino.
Es incluso demasiado agudo en los análisis de los signos
de las herencias, de las supervivencias:
tiene también un pudor excesivo en concederles
algo a la razón y a la esperanza.
Pues bien, ¡ay de él! ¡No hay un instante
de vacilación: basta con mencionarlo!


SAMUEL BECKETT




Quisiera que mi amor muriese...



quisiera que mi amor muriese
y que lloviera sobre el cementerio
y las callejas por las que camino
llorando a aquella que creyó que amaba


Versión de Jenaro Talens
 


JUAN-EDUARDO CIRLOT




Regina Tenebrarum



Ira, suma, lira, ¿será rimar?
Como si los leones devorasen tu cuerpo, y tu sanrgre
corriera sobre el mármol escaso.
Así te miro, pensando
en el sagrado día de tu muerte,
cuando un sepulcro inmenso beberá tu hermosura
quemada por el tiempo.
Habrás sido una música ciega en lo alto de un muro.
Mi larga maldición te pertenece como tus propios huesos,
llévatela contigo a la tierra.
Tenebrosa, ¿de qué te sirve tanto oro
confundido con plata?
No podré ver tu muerte, comprobar tu agonia;
sólo tendré una escueta noticia inacabada.
la certidumbre del lugar ocupado por tus «restos»
y la seguridad mayor de que no he de nombrarte
cuando me refiere a mis ángeles clarividentes, erguidos.

Los trozos de tu cuerpo estarán en mi recuerdo,
no entre las garras de las fieras.
Tu fragancia infernal aún será mía.
Las letras de tu nombre descompuesto formarán otros nombres
y en la pradera violeta crecerán otras torres
en los atardeceres prolongados por la sed hacia el pozo
donde tú, entonces, vivías
cuando el cielo era rojo y los árboles escarlatas crecían.
Así acontece ya con cada instante.
El sonido es la muerte que todavía resiste
y levanta, sin manos, un gesto hacia lo vivo.
Oye mi corazón; se está moviendo.
Y esta música horrenda que no le conmueve
soy yo.

Ven a verme llorar,
no lloro con los ojos ni con el pensamiento;
lloro con las entrañas, con los dedos quemados,
con la frente rajada por cuchillos
y con la llaga en llamas que yo todo soy.
Desciende del palacio, ven
a verme llorar.

Verás un monasterio cuando se despedaza
y verás dos mil años en sólo unos momentos,
o en un tiempo tan largo que la historia del mundo
no llena su interior.
(Allí dejamos sólo
un corazón abierto.
El árbol aún hablaba
cuando ya no era nada
en el campo monótono.)
Schoenberg está loco en el jardín de mi casa interior
Los jacintos aún florecen en la noche del África.
Dejadme, suplicó aquel mendigo.
Lo dejaron sin brazos, sin labios y sin ojos.
Yo tengo que recoger su espíritu,
bajarlo de la cruz,
y llevarlo a la cumbre de esta Tierra maldita.
Necesito las hachas brillantes, el punzón
que se clave en el centro de lo Negro.
Yo fui dorado como la nube al sol
o como la corona del monarca apresurado
a sentarse en su trono.
¿Dónde está mi draconario?
Las galeras han muerto, las torres
gimen en aglomeraciones de cenizas
y sus manos se agiten en un aire abrasado.
¿En qué guerra me podría salvar
entre esta turbamulta horrible de cristianos siniestros?

¡Violentos, venid!
Dentro de le dulzura se vierte lo corrupto
y los tejidos cantan un halo segregado.
Heridas sobrenadan,
hierbas, cruces.
Y el cabo de la rosa se repite el sudario.
Todos los cauces hablan con sus más grises bocas,
las rondas de las rocas viven bajo la tierra.
Oh, jardín
oye tu propia voz clavada en un pedazo
de inoíble papel.
Óyela y llora.

(Al amanecer, me aproximo al gran Valle perdido como si
fuese un gigante de piedra.)

Dime, belleza,
¿dónde te ocultarás cuando no exista este sonido
al que, feroz, te aferras?
¿Sabes lo que es el mar? Piensa.
Un día
vi una llaga horrorosa.
Parecía una flor, una torre, un extenso
pisaisaje bajo un sol de plomo.
Le pregunté: ¿Quién eres?
Me contestó un sonido sin habla,
un lamento que aún oigo sin oírlo,
un gemido sin letras. Pero creo
que mi nombre decía.
Es como si, de pronto,
mis heridas hablaran
y los ramos violetas que envuelven mi corazón
temblasen en la cabeza blanca del cementerio, así
una música absorta se eleva de las casas
e intenta retornar hacia el ave secreta
que te deshace lejos.
En la montaña abierta de par en par.
en aquella celeste puerta por la que ya no pasamos,
nuestras imágenes lanzan gritos agudos
y semejan relieves de cristal y de acero,
un Géminis de sangre.
Como si los paisajes fueran cerrojos
y tus manos la rosa inmensa que tapia los cielos;
así me acerco en silencio a tu gigantesco recuerdo,
mientras los lobos gimen en torno mío
y una esvástica negra
persigna mi frente donde siempre persistes
y donde te transformas en una fuente alada.
Pero la Oscuridad es tu dominio y por eso
me voy oscureciendo, Regina
Tenebrarum.
¿Dónde estará nuestro reino?


OSIP MANDELSTAM




Leer sólo libros infantiles...



Leer sólo libros infantiles,
Acariciar sólo pensamientos incautos,
Disipar todo lo que huela a solemne,
Sublevarse contra la honda tristeza.

Yo estoy mortalmente cansado de la vida,
No admito nada de ella,
Pero aún así amo esta pobre tierra
Porque no conozco otra.

De niño, en un jardín remoto, solía mecerme
Sobre un columpio de madera sencilla,
Y recuerdo los altos y oscuros abetos
En medio del delirio brumoso.

1908

Versión de Jorge Bustamante García