martes, 24 de septiembre de 2013

ELÍAS NANDINO





Debo llegar...
                                               Para el poeta Carlos Montemayor



Cuento las horas: fuga indetenible,
vendado navegar en mar sin agua:
incesante caer de vida inerte
en el hambre insaciable del vacío,

Cuento las horas: gotas agotadas,
creciente angustia en resignado avance
que rueda en la cascada del olvido;
rostros que emigran y no vuelven nunca.

Ya se acerca el final. ¡Playa a la vista!
La orden de bajar vibra en el aire.
Debo llegar... Pero llegar ¿a dónde?
y si llego sin mí... ¿para qué llego?

Crece mi duda ante el dilema trágico
en que debo sufrir el desenlace:
de abandonar mi cuerpo a la deriva,
o morirme con él, eternamente.

Sin mi cuerpo no hubiera yo tenido
el infierno carnal que me dio temple,
por eso en él me quedo, hasta que juntos,
al mismo tiempo nos volvamos tierra.


GILBERTO OWEN


  

11. Soledad



Soledad imposible conmigo tan aquí
y mi memoria tan despierta.

Y además la plegaria
por la estrella perdida, tan sin luz,
por Blanca de Nieves, dormida
nube con luna en su ataúd de cielo,
y por el campo, ese hospiciano prófugo
que equivocó la senda y se tiró,
ya cansado, a la orilla del camino,
desesperando de llegar al pueblo.

Y hay también las canciones perdidas
que no se sabe nunca quien cantó;
y esta correspondencia sin palabras
de ojos a estrella, de alma a luz de luna.



MANUEL ACUÑA




A Asunción



Mire usted, Asunción: aunque algún ángel
metiéndose envidioso,
conciba allá en el cielo el mal capricho
de venir por la noche a hacerle el oso
y en un acto glorioso
llevársela de aquí, como le ha dicho
no sé qué nigromante misterioso,
no vaya usted, por Dios, a hacerle caso,
ni a dar con el tal ángel un mal paso;
estése usted dormida,
debajo de las sábanas metida,
y deje usted que la hable
y que la vuelva a hablar y que se endiable,
que entonces con un dedo
puesto sobre otro en cruz, ¡afuera miedo!

No vaya usté a rendirse
ante el ruego o las lágrimas y a irse...
que donde usted nos deje
por seguir en el vuelo a su Tenorio,
después irá a llorar al purgatorio
sin tener quien la mime, aunque se queje...

Conque mucho cuidado
si siente usted un ángel a su lado,
que yo, como su amigo,
con tal que usted, Asunción, me lo permita,
le aconsejo y le digo
que después de Rosario y Margarita
no admita usted más ángeles consigo.

Estése usted con ellas
compartiendo delicias e ilusiones
todas las horas tienen que ser bellas;
viva usted muchos años
(como un humilde criado le diría)
y mañana que sola o entre extraños
se encuentre por desgracia en este día,
si busca usted una alma que la ame,
llame usted a mi pecho, y conque llame,
si no estoy muerto encontrará la mía.



OCTAVIO PAZ




Las palabras



Dales la vuelta,
cógelas del rabo (chillen, putas),
azótalas,
dales azúcar en la boca a las rejegas,
ínflalas, globos, pínchalas,
sórbeles sangre y tuétanos,
sécalas,
cápalas,
písalas, gallo galante,
tuérceles el gaznate, cocinero,
desplúmalas,
destrípalas, toro,
buey, arrástralas,
hazlas, poeta,
haz que se traguen todas sus palabras.
 


AMADO NERVO




Inmortalidad



No, no fue tan efímera la historia
de nuestro amor: entre los folios tersos
del libro virginal de tu memoria,
como pétalo azul está la gloria
doliente, noble y casta de mis versos.

No puedes olvidarme: te condeno
a un recuerdo tenaz. Mi amor ha sido
lo más alto en tu vida, lo más bueno;
y sólo entre los légamos y el cieno
surge el pálido loto del olvido.

Me verás dondequiera: en el incierto
anochecer, en la alborada rubia,
y cuando hagas labor en el desierto
corredor, mientras tiemblan en tu huerto
los monótonos hilos de la lluvia. 

¡Y habrás de recordar! Esa es la herencia
que te da mi dolor, que nada ensalma.
¡Seré cumbre de luz en tu existencia,
y un reproche inefable en tu conciencia
y una estela inmortal dentro de tu alma!


RAMÓN LÓPEZ VELARDE


  
Me estás vedada tú


Imaginas acaso la amargura
que hay en no convivir
los episodios de tu vida pura?

Me está vedado conseguir que el viento
y la llovizna sean comedidos
con tu pelo castaño.
Me está vedado oír en los latidos
de tu paciente corazón (sagrario
de dolor y clemencia)
la fórmula escondida
de mi propia existencia.

Me está vedado, cuando te fatigas
y se fatiga hasta tu mismo traje,
tomarte en brazos, como quien levanta
a su propia ilusión incorruptible
hecha fantasma que renuncia al viaje.

Despertarás una mañana gris
y verás, en la luna de tu armario,
desdibujarse un puño
esquelético, y ante el funerario
aviso, gritarás las cinco letras
de mi nombre, con voz pávida y floja.
¡Y yo me hallaré ausente
de tu final congoja!

¿Imaginas acaso
mi amargura impotente?
Me estás vedada tú... Soy un fracaso
de confesor y médico que siente
perder a la mejor de sus enfermas
y a su más efusiva penitente.