miércoles, 16 de septiembre de 2020

ALEX FLEITES

 


 

El hijo prodigo

 


 

Y heme aquí en el punto del comienzo

 

Cabalgué como un predestinado
Cabalgué como un renuente
Cabalgué con la inocencia
de quien pierde la lumbre,
el sosiego que sólo fija el mar.

 

Aquí estuvo el hogar. Aquí, la mesa
sobre la que cantaba la hermanita
Aquí, los instrumentos de triturar olores
Aquí hubo una mujer cuidando el fuego
Aquí, los hijos, sus manos todavía inhábiles,
nos prevenían, nos incitaban, nos exigían más

 

Quien padece la salmodia del viento
no teme llamar a los postigos
Sólo entrever –la humildísima hendija–

 

Adentro se oyen pasos similares a los míos
Adentro, los murmullos, las caricias invisibles
Adentro, el tigre que desgarra los sueños

 

He vuelto, oidlo bien, he vuelto
Puedo pasar un día o un siglo ante el templo
con la apariencia de un borracho ciego

 

Terminarán por aceptar mi rostro
cruzado de verdes cicatrices

 

 

CARLOS MASS CANTO

 

 


Las campanas están muy cerca

 


Mi doble criterio de la tierra

no envejece entre tanta propaganda.

Es domingo al mediodía

y no ceden

los árboles que aceptan

un aire limpio pero absurdo

ni la ciencia de los insectos

esculpidos bajo la ley

de esta última temporada.

No he izado banderas

de un tiempo hacia acá. No

he liberado revueltas

y en cambio doy testimonio

de lo poderoso que resultan

los analgésicos en mi juicio,

que derrotan esta hambre de los días.

 

 

PEDRO LUIS MENÉNDEZ

  


 

VII

 

 


Condena de la noche esta fatiga alerta
este sobrevivirnos demorado
que acaba con la muerte:
Por lances de fortuna en el acaso
aquí y allá sin tiempo un espejismo
rebrota como pez
fuego cerrado
condena de la noche
cruz del viento:
Alejarán del ámbito ya estricto
su boca de dragón que asola al mundo
Después del mar
quién poblará la luna
Después del mar
quién tejerá la historia
este tan demorado revivirnos
que alienta ya:
es tanta nuestra ausencia
es tanta la condena de esta noche crecida
para nadie
Después del mar
quién velará en la costa
quién morará en el tacto vencido de la arena
industria atroz del cieno que arrebata
sólo el vivir y no los edificios:
cuánta prisión que acaba con la vida
de esta fatiga alerta que demora
condenación que acaba con la vida
Después del mar
quién velará en la costa
con el alba en el cielo la paz de los regresos

 

CARLOS CAÑAS

 



Canción

 

 

Hoy, en este mediodía claro, abierto,
las mariposas elevan sus flores de fantasía
para tejer de misterio
la blanca luz que se derrama
sobre el oro verde de la tierra.

Y las gentes, como anunciadas
del blancor de las ovejas,
entre las calles se agrupan
para arder su entusiasmo
en los decorados de las tiendas.

Y ya en el campo, la luz se transforma
por el verde de las hojas
y el rosa de las rosas, en luz de arco iris.
El río, entonces, inventa su canción
de estirado violín de agua.

Todo camina con la piel caliente.
En el horizonte de hiriente vidrio,
árboles calcinados se sonríen.
Y un poco más lejos, en la altura,
las nubes se dibujan en corderos
alimentando su gula
en el pasto azul del cielo.

 

IRMA LANZAS

 

 

Canto a la gestación

 

 

Era tu seno, Madre…
Sumergida en tu tiempo
la sustancia inicial de mi semilla
iba abriendo un latido,
germinaba en tu pulso,
en el musgo tranquilo de tu entraña
dormitaba mi música incipiente,
mi voz de semiluna.
Era la suavidad de un mundo intacto,
de su insondable reino.
En tu esfera frutal brotaba el sueño
de mi primer raíz
y ahí sentía el transcurrir silente
de tus ríos internos,
el agitado paso de las horas
que alzaban su marea,
el entreabrirse lento y sigiloso
de invioladas corolas.
Allí mi polen claro respiraba
tu clima vegetal,
mientras jugos nutricios recorrían
mis diminutos tallos.
Era todo tranquilo…
blanda prisión, atmósfera serena,
palpitación de albúmina sensible
que recogía en ignorados cielos
su alta conjugación de mar y estrella.
Después…
el desgarrarse de tu barro,
la floración de tu dolor que alzaba
su estalactita sorda, interminable,
mientras tu hoguera triste desbordaba
llantos insospechados.
Era tu inmensidad de campo fértil,
tu surco amable en conjunción suprema
que iba rasgando su ondulante ritmo
para entregar mi brote
al mundo de la luz…

 

 



SOMA

  


Niña



Niña, no te invito a morir
porque eres demasiado débil.
Mi cansancio es la medida de tu debilidad.
Aún no es tiempo
de enseñarte
a ser tu enemiga.

 

No toda la hierba es mala, niña,
pero eres tan silvestre
alguien deberá arrancarte de su jardín
para que no bebas
el agua estancada en el aire,
esa claridad suspendida sobre el polvo
que no provoca sombra.

 

Vas a secarte entre las raíces
de un árbol inmenso
o al amparo de una casa
donde te esconderás
para olvidar el sol,
y el sol va a abandonarte para siempre.

 

Nunca vas a ser el regalo de un hombre.
Nadie jamás se detendrá
para sentir tu aroma.
Eres tan frágil
que hasta la brisa
podría asesinarte.

Quizá fueses veneno, pero no,
eres solo una hierba mala,
y existes para que algún animal enfermo
pueda devorarte.

 

Nunca serás la selva,
ni siquiera el temblor de un árbol.
Nunca serás ni la amapola
ni la flor del cerezo.
Jamás volverás a ser ni semilla,
ni ave ni una sombra de ave.

 

No te invito a morir
porque no hay espacio
en este infierno para nosotras.

 

Y estás tan niña todavía
que no se te han secado
las prematuras hojas
de la tormenta de anoche.