"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
jueves, 16 de agosto de 2018
EDUARDO DALTER
Destinos
(Casi una poética)
(Casi una poética)
Tu destino te
sorprenderá
cada momento.
WILLIAM BLAKE
cada momento.
WILLIAM BLAKE
Desde
qué orilla abrir, cerrar
los ojos;
desde cuál punto de qué orilla.
Cada orilla,
cada punto de orilla adelanta,
en su cielo
y horizonte, una respuesta
diferente
que supone cada palabra que
se imagine
o que se diga. Todo camino
comienza
a abrirse según donde decida
afirmar
uno los pies y hacia dónde
apunte
uno su historia y su mirada.
Uno eligió
–o eligió por uno el fuerte
viento–
cada segundo, cada
rumbo,
cada sendero ahondado o
vasto
y nada puede salvarse en
un cruce
ni en un momento solo que
se abra.
La suerte, o mala suerte,
siempre
estuvo despierta y estuvo
echada
como una apacible leona
al pie del árbol.
los ojos;
desde cuál punto de qué orilla.
Cada orilla,
cada punto de orilla adelanta,
en su cielo
y horizonte, una respuesta
diferente
que supone cada palabra que
se imagine
o que se diga. Todo camino
comienza
a abrirse según donde decida
afirmar
uno los pies y hacia dónde
apunte
uno su historia y su mirada.
Uno eligió
–o eligió por uno el fuerte
viento–
cada segundo, cada
rumbo,
cada sendero ahondado o
vasto
y nada puede salvarse en
un cruce
ni en un momento solo que
se abra.
La suerte, o mala suerte,
siempre
estuvo despierta y estuvo
echada
como una apacible leona
al pie del árbol.
De: “7 Poemas”
FÉLIX SUÁREZ
Mientras
el otro duerme
entre
algodones y quetzales,
a su
lado
las
armas del vencido
-rodelas
y obsidianas-
chorrean
hiel.
BENJAMÍN VALDIVIA
10
En
aquel tiempo el tiempo no era el tiempo;
era cualquier otra cosa.
era cualquier otra cosa.
Era un
crepitar de aves junto a Guaymas
o era un rumor de música en nuestra memoria.
o era un rumor de música en nuestra memoria.
Era una
luz entre el dormir y la almohada,
algún destello entre la noche y el alba
sábana.
algún destello entre la noche y el alba
sábana.
Entonces
el tiempo era
fugaz mujer de cristal.
fugaz mujer de cristal.
EDGAR MATA
Herencia
Cualquier instante de
la vida humana
es un nuevo argumento
que me advierte
cuán frágil es, cuán
mísera, y cuán vana.
Salmo XIX.
Francisco de Quevedo.
El
álbum de jazz que me regaló, dijo, era su favorito.
También
te dejo estos libros.
A él le
gustaba mucho esta novela, y del disco,
amaba
el segundo track.
Pero
nunca entendí el jazz,
nunca
me lo explicó.
Te juro
que le pedí en más de una ocasión…
pero a
mí me gusta la trova, ¿verdad que es más comprensible?,
y soltó
el llanto.
Se fue
sollozando mientras yo
deseé
preguntarle por qué, cuándo fue que él…
pero en
ese vaivén de anécdotas y lágrimas contenidas
me extravié.
Tomé
los objetos, entré a casa tembloroso,
quizá
abrumado por saber tanto y nada,
y puse
el disco.
Intenté
disfrazarme, usar una máscara descrita con tanta pasión…
Algún
día, me dije, este anillo que ha dejado huella en mi falange
quizá
podría traer consigo un brevísimo viaje,
alguien
sería
un mimo interpretándome,
imaginando
que alguna vez
caminé
en esa calle, entré a la cafetería donde suelo pasar horas,
mientras
dejo rastros de mi piel, de mi aroma,
en ese
libro que ahora usted coge entre sus manos
y lee
con tanta
dolorosa
e
inefable
indiferencia.
JOSÉ ALFREDO SOTO
Bajo
sombras,
en una esquina, en una calle
de cristal, oculta, la luz se eleva,
el ave incrusta sus alas,
derrama sus alas,
en hierro,
en sabia
en polvo,
en una columna.
Es
un regordete
adonis de mármol.
Las horas
tatúan casi esmerilan
sus impulsos
de suicida,
elegantemente fundado
en oxido
y sus rechonchos desnudos brazos
desbordados
desbordan luz y no ve
porque no tiene ojos
pero llora,
llora ríos concéntricos.
Él. Una esquina,
mi ciudad.
en una esquina, en una calle
de cristal, oculta, la luz se eleva,
el ave incrusta sus alas,
derrama sus alas,
en hierro,
en sabia
en polvo,
en una columna.
Es
un regordete
adonis de mármol.
Las horas
tatúan casi esmerilan
sus impulsos
de suicida,
elegantemente fundado
en oxido
y sus rechonchos desnudos brazos
desbordados
desbordan luz y no ve
porque no tiene ojos
pero llora,
llora ríos concéntricos.
Él. Una esquina,
mi ciudad.
JOSÉ P. SERRATO
Gravedad
Esa mosca,
sobre mi mano,
posada hace mucho sobre mi mano,
con su diminuta cabeza,
con su probóscide y frágiles alas,
esa mosca muerta,
sobre la palma de mi mano,
pesa tanto,
como la palma de mi mano.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)