Herencia
Cualquier instante de
la vida humana
es un nuevo argumento
que me advierte
cuán frágil es, cuán
mísera, y cuán vana.
Salmo XIX.
Francisco de Quevedo.
El
álbum de jazz que me regaló, dijo, era su favorito.
También
te dejo estos libros.
A él le
gustaba mucho esta novela, y del disco,
amaba
el segundo track.
Pero
nunca entendí el jazz,
nunca
me lo explicó.
Te juro
que le pedí en más de una ocasión…
pero a
mí me gusta la trova, ¿verdad que es más comprensible?,
y soltó
el llanto.
Se fue
sollozando mientras yo
deseé
preguntarle por qué, cuándo fue que él…
pero en
ese vaivén de anécdotas y lágrimas contenidas
me extravié.
Tomé
los objetos, entré a casa tembloroso,
quizá
abrumado por saber tanto y nada,
y puse
el disco.
Intenté
disfrazarme, usar una máscara descrita con tanta pasión…
Algún
día, me dije, este anillo que ha dejado huella en mi falange
quizá
podría traer consigo un brevísimo viaje,
alguien
sería
un mimo interpretándome,
imaginando
que alguna vez
caminé
en esa calle, entré a la cafetería donde suelo pasar horas,
mientras
dejo rastros de mi piel, de mi aroma,
en ese
libro que ahora usted coge entre sus manos
y lee
con tanta
dolorosa
e
inefable
indiferencia.
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