"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
viernes, 11 de junio de 2021
ORIOL ALONSO CANO
Felicidad
Feliz
cumpleaños,
te lo desea
el desaparecido,
el ausente que se esfumó
de tu impaciencia.
Tiempo
ha pasado,
siglos se han encadenado
sin ver el fin
para borrar
un sinsentido divino.
Gozas
de tu vida,
yo de la mía,
mientras nuestros fantasmas
se unen
en la desdicha.
De:
“La caricia del fantasma”
ISLA CORREYERO
Todos
nosotros
Todos
nosotros que debutamos
en la vida con una tara irremediable,
que deseábamos tanto y habíamos
obtenido tan poco, que con tan
buenas intenciones, tan mal
acabamos… Todos nosotros.
Jim Thompson
Todos
nosotros.
Los que nacimos rechazando la política y las leyes.
Los orgullosos.
Los que sabíamos que extraían de nuestra percepción la
libertad.
Todos
nosotros.
Que crecimos en pueblos y en ciudades aún azules.
Que fuimos incalculables niños instintivos y lunáticos.
Todos
nosotros.
Viajeros.
Los que atravesamos la oscuridad del sexo y la habitamos.
Los buscadores de belleza.
Los que probamos las exóticas sustancias y vivimos en el
cine y en la noche.
Todos
nosotros.
Generación, tribu, conjunto de perdedores que
imaginamos que la ruina era el más alto honor.
Todos
nosotros.
Los desterrados ahora de aquel grupo.
Los olvidados, los oscuros, los ausentes.
Los abandonados y los destruidos.
Todos
nosotros.
Los que ya no soñamos. Los que somos compradores de
todo.
Los arrasados por el dinero y por las guerras.
Los que ahora somos impenetrables asesinos blancos.
Los
que contemplamos la luna desde el cielo.
De:
“Mi bien”
PATRICIA BENITO
Verano
del 99
Hoy
me he arrepentido
de todas las tormentas de verano
en las que me puse a cubierto.
De:
“Tu lado del sofá”
JUAN PEDRO IGLESIAS GARCÍA
Miro
el mar
Miro
el mar,
el eterno mar
que sin descanso me trae
el agua hasta estas hojas blancas.
La palabra húmeda
siempre hacia unos versos
de rizada espuma.
Me sonríe a lo lejos
con sus dientes de burbujas,
y sobre mis pies, unas conchas aguardan
para que las oiga,
eternas en el silencio.
No son sirenas como al peso de Ulises
pues me traen a ti,
tu mirada, tu regreso.
Miro el mar y lo acaricio con los ojos,
ya no lo recuerdo.
¿será un olvido?
De:
“Donde habita tu rostro”
JAVIER LASHERAS
Régimen
Le
dijeron:
«Tienes
derecho a defender tus ideas
con
esperanza y contra el miedo
por
las noches que pasaste
desvelado
y sin trabajo.
A la
existencia de un futuro
que
abrigue la ficción de tu memoria
por
todas las industrias y empresas
que
irán haciendo estaño tu cabeza.
Tienes
por delante el resto de tu vida
y la
ayuda de tus hijos, aunque no sepas
si
llegarán a ser ciudadanos libres.
Quizás
algún día descanse tu mala suerte.
Pero
del futuro de tu bolsa hablaremos
con
calma cuando te serenes,
en
otro momento, más adelante,
en
cuanto pagues lo que aún nos debes».
De:
“El cielo desnudo”
ISABEL PÉREZ MONTALBÁN
Me
acuerdo de olvidarte
Tus
hijos no te olvidan,
decía la corona funeraria entre claveles rojos
de rojo combatiente y comunista,
de rojo terminal que se desangra.
Y de la catarata altísima del tiempo
hacía mucho tiempo que te habían tirado
desde tu propio olvido.
Mientras
caías, yo —desde mi olvido
salado y mi distancia— preguntaba por ti,
buscándote en trayectos de memoria,
en pasados color de viejo siena.
Urdía mi estrategia de preguntas
al asalto de algún pariente tuyo,
que me contaba de otro.
He
sabido conductas de algún otro,
de una historia senil tiznada de carbón
y corrosivo escape.
Me hablaban de alguien parecido a ti:
un hombre ya mayor que se perdía
dando vueltas y vueltas en su barrio de siempre.
Un
paseante que volvía siempre
confuso del enredo de la calle,
con el susto de un ciego acechando en los ojos,
con la velocidad clavada al corazón.
Alguien inerme de pronto en la prisa
desconocida de su acera,
que regresaba de milagro, muerto
de miedo y de torpeza y de vejez
hasta entrar aliviado al calor de su casa.
Ese
otro eras tú mismo en esa casa
de otra ciudad que la suerte te impuso
después de echarte de tu hogar
campestre con geranios en el patio.
Y aunque no te gustaba el nuevo piso,
al calor del brasero y las noticias
ibas guardando el recuerdo y las dietas.
Te ibas blindando de infancia y de códigos
preventivos que solo tú entendías
en el cansancio largo de vivir.
Mirabas
el horizonte de vivir
y latía el cansancio y la amargura
que te implantaron los doctores
en esos hospitales de todos los remedios.
Tantos años adictos a la medicina
y al reposo absoluto de los huesos
ya te estaban sobrando.
Por eso aquella tarde cediste como el junco
que un huracán venciera. Y te caíste
a lo tonto, queriendo y sin querer.
Eran
serrín tus huesos sin querer,
polvo de noventa años de batalla.
Era tu cuerpo un planeta raquítico
que no se distinguía en el espacio.
Así que no sirvieron ya las curas
en aquel sanatorio de la sierra.
Y te fuiste apagando lentamente,
consumiendo el contagio de los días
y las noches primaverales.
En
las muertes primaverales
el sicario aparece por la noche
para no detener la floración.
De madrugada vino, por tanto, la agonía,
me han contado de ti o de algún otro,
pero no supe nada hasta que el timbre
sangrante del teléfono me despertó a las nueve.
No me avisó el presentimiento.
Parecía mentira: era domingo.
Cualquier
día de mayo y de domingo
no resulta propicio para el luto.
No fue fácil saltar de golpe la distancia
que había entre tu muerte y mi armadura.
Viajé a través del sol. Junto a la carretera
vi prados de amapolas
y vi a una niña antigua jugando de tu mano.
Pero no quise ver la mano
sin vida del cadáver que tal vez eras tú.
No te hubiesen gustado los bonitos elogios
que pronunció solemne
el cura de tu barrio, que no te conocía.
Entre claveles rojos de comunista viejo,
estaba tu ataúd frente al altar.
No te habría hecho gracia,
si no hubieras perdido la memoria de ti,
que te adornaran con misas y flores.
Con aquella corona: Tus hijos no te olvidan.
De:
“El frío proletario”