"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
viernes, 24 de julio de 2020
DULCE MARIA LOYNAZ
TUDOR ARGHEZI
SAFO
RUBÉN BAREIRO SAGUIER
JUAN CARLOS SUÑEN
36
Pero ocurre
tan pronto el corazón, y tarda tanto
la vida. Ya no quiere
sino una potestad e ir hacia ella,
salir de suyo a la espesura, presto
al mundo levantado,
al pavor de estar vivo
y solo. Tú qué sabes,
qué sabes, le solía
decir su padre (como a todos), si
eres
demasiado inexperto, demasiado
pequeño aún. Ya había decidido
ir tras otro dominio
cuando esa mirada le ha hecho crujir el hueso.
De "La prisa"
EDGAR LEE MASTERS
Elsa Wertman
Era
yo una campesina alemana
de
ojos azules, chapeada, fuerte y feliz,
y
el primer lugar donde trabajé
fue
en casa de Thomas Greene.
Un
día de verano cuando ella no estaba,
entró
en la cocina, silenciosamente.
Me
tomó en sus brazos y me besó el cuello,
y
yo volví la cabeza. Entonces,
ninguno
de los dos parecía saber
qué
era lo que estaba pasando,
y
lloré por lo que sería de mí.
Y
lloré y lloré por mi secreto que se hacía
cada
vez más evidente.
Un
día la señora de Greene me dijo
que
entendía
y
que no me haría la vida difícil;
ella,
sin hijos, adoptaría al niño.
(Él
le dio una granja para hacerla callar.)
Se
escondió en la casa e hizo correr la voz
como
si fuera a pasarle a ella.
Salí
con bien, nació el infante; me trataron
con
tanto cariño.
Después
me casé con Gus Wertman
y
pasaron así los años.
Pero
en las convenciones políticas
cuando
todos pensaban que mi llanto
se
debía a la elocuencia de Hamilton Greene,
no
era por eso,
¡No!
Quería decir:
¡Ése
es mi hijo! ¡Ése es mi hijo!