martes, 9 de junio de 2015

FINA GARCÍA MARRUZ


 

El que solía visitarnos, el que era...

 

El que solía visitarnos, el que era
de todos más amado, suave vuelve
a la sala sencilla, cada día
más real y más leve, ya de humo.
¿Cuándo tocó la puerta? No podemos
recordarlo. Estaba allí, estaba!
Y no se irá jamás ni puede irse.
No nos trae la memoria las palabras
del adiós. Sólo podrá volverse
por la puerta de un ruido, de un llamado
de ese mundo que borra, ignora y vence.

 

 

LUIS G. URBINA


 

Redención

 

Te quiero porque en tu alma vive el germen
de ternura infinita,
como diáfana gota de rocío
sobre una flor marchita.

Te quiero porque he visto doblegarse
tu espléndida cabeza;
porque sé bien que en medio de la orgía
te invade la tristeza;

porque has pasado por la senda estrecha
en los grandes zarzales de la vida,
sin desgarrar tus blancas vestiduras,
sin hacerte una herida;

porque has ido pidiendo por el mundo,
con el candor de un niño,
a cada corazón a que has tocado,
un poco de cariño;

porque indica profundo sufrimiento
tu pálida mejilla;
porque en tus ojos que placer irradian
también el llanto brilla.

Te quiero. Nada importa que cansado
tu espíritu se aduerma;
yo lo habré de animar, yo daré aliento
a tu esperanza enferma.

¡Mariposa que fuiste entre las flores
dejando tus bellezas y tus galas,
yo volveré a poner el polvo de oro
sobre tus leves alas.

 

 

 

LEOPOLDO PANERO


 

Cántico

 

Es verdad tu hermosura. Es verdad. ¡Cómo entra
la luz al corazón! ¡Cómo aspira tu aroma
de tierra en primavera el alma que te encuentra!
Es verdad. Tu piel tiene penumbra de paloma.

Tus ojos tienen toda la dulzura que existe.
Como un ave remota sobre el mar tu alma vuela.
Es más verdad lo diáfano desde que tú naciste.
Es verdad. Tu pie tiene costumbre de gacela.

Es verdad que la tierra es hermosa y que canta
el ruiseñor. La noche es más alta en tu frente.
Tu voz es la encendida mudez de tu garganta.
Tu palabra es tan honda, que apenas si se siente.

Es verdad el milagro. Todo cuanto ha nacido
descifra en tu hermosura su nombre verdadero.
Tu cansancio es espíritu, y un proyecto de olvido
silencioso y viviente como todo sendero.

Tu amor une mis días y mis noches de abeja.
Hace de mi esperanza un clavel gota a gota.
Desvela mis pisadas y en mi sueño se aleja,
mientras la tierra humilde de mi destino brota.

¡Gracias os doy, Dios mío, por el amor que llena
mi soledad de pájaros como una selva mía!
Gracias porque mi vida se siente como ajena,
porque es una promesa continua mi alegría,

porque es de trigo alegre su cabello en mi mano,
porque igual que la orilla de un lago es su hermosura,
porque es como la escarcha del campo castellano
el verde recién hecho de su mirada pura.

No sé la tierra fija de mi ser. no sé dónde
empieza este sonido del alma y de la brisa,
que en mi pecho golpea, y en mi pecho responde,
como el agua en la piedra, como el niño en la risa.

No sé si estoy ya muerto. No lo sé. No sé, cuando
te miro, si es la noche lo que miro sin verte.
No sé si es el silencio del corazón temblando
o si escucho la música íntima de la muerte.

Pero es verdad el tiempo que transcurre conmigo.
Es verdad que los ojos empapan el recuerdo
para siempre al mirarte, ¡para siempre contigo,
en la muerte que alcanzo y en la vida que pierdo!

La esperanza es la sola verdad que el hombre inventa.
Y es verdad la esperanza, y es su límite anhelo
de juventud eterna, que aquí se transparenta
igual que la ceniza de una sombra en el suelo.


Tú eres como una isla desconocida y triste,
mecida por las aguas, que suenan, noche y día,
más lejos y más dulce de todo lo que existe,
en un rincón del alma con nombre de bahía.

Lo más mío que tengo eres tú. Tu palabra
va haciendo débilmente mi soledad más pura.
¡Haz que la tierra antigua del corazón se abra
y que sientan cerca la muerte y la hermosura!

Haz de mi voluntad un vínculo creciente.
Haz melliza del niño la pureza del hombre.
haz la mano que tocas de nieve adolescente
y de espuma mis huesos al pronunciar tu nombre.

El tiempo ya no existe. Sólo el alma respira.
Sólo la muerte tiene presencia y sacramento.
Desnudo y retirado, mi corazón te mira.
Es verdad. Tu hermosura me borra el pensamiento.

Tengo aquí mi ventura. Tengo la muerte sola.
Tengo en paz mi alegría y mi dolor en calma.
A través de mi pecho de varón que se inmola
van corriendo las frescas acequias de tu alma.

La presencia de Dios eres tú. Mi agonía
empieza poco a poco como la sed. ¡Tú eres
la palabra que el Ángel declaraba a María,
anunciando a la muerte la unidad de los seres!

 

 

ENRIQUE LIHN




Como desde hace años me detestabas...



Como desde hace años me detestabas
porque a tu real saber y entender yo había sido
                                             el mal marido de una amiga tuya
me elegiste para hacerme decir de tu marido
cosa que repetiste al inventarla
que yo había dicho de él, entre amigos comunes
en una casa precisa
"es un perfecto mediocre"
se te ocurrió darle esa aguja en el costado
celebro aquí esta gran precisión
de la perversidad femenina
Así compenso mis excesos en gloria y alabanza
de las mujeres
Me gustaría escuchar tu versión de los hechos algún día
pero naturalmente más allá de la muerte .


 

 

MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA


 

De la Virgen sin par, santa y bendita...

 

De la Virgen sin par, santa y bendita
(digo, de sus loores), justamente
haces el rico, sin igual presente
a la sin par cristiana Margarita.

Dándole, quedas rico, y queda escrita
tu fama en hojas de metal luciente,
que, a despecho y pesar del diligente
tiempo, será en sus fines infinita:

¡felice en el sujeto que escogiste,
dichoso en la ocasión que te dio el cielo
de dar a Virgen el virgíneo canto;

venturoso también porque heciste
que den las musas del hispano suelo
admiración al griego, al tusco espanto.

 

 

 

ÁLVARO VALVERDE


  

Desde fuera


Vivir es deslizarse, repetiste,
captar nuestra existencia de soslayo
o verla desde lejos, en lo alto,
con la perplejidad del que contempla.
Los que te conocieron aseguran
que tu viviste así, que no hubo nada
ni nadie que pudiera desviarte
ni un ápice siquiera de ese trazo
que le diste por fin a tu camino.
Esa senda emboscada conducía
a una casa perdida entre los páramos.
Sobre aquel pedregal erosionado,
bajo la ardiente luz de los veranos,
una sombra precisa dibujaba
el estupor final de tu extravío.
En ese santuario estableciste
una visión del mundo peligrosa.
Rogabas a los dioses con frecuencia
que no nos castigaran con desgracias
(capaces en su ardor de destruirnos)
sin antes enseñarnos lo importante:
la frágil transparencia de la vida.