sábado, 22 de diciembre de 2018


MARGARITA LASO





el arco de carnero de mi lengua no te susurra
tu cabeza alumbrada por los instintos escucha su estela de saliva
en los raudos comandos de nuestro trapecio
esta pelvis es horquilla que leve retiene mi sexo en tu boca
tú eres un bosque de lianas y éste un columpio mortal
al tacto de mis muslos cuando tuyos
los roces de tu anverso y tu reverso parecen iguales como en una rosa
y tu boca
-chimpancé de las arenas
músculo desaforado que agita un coco
descubre agua dentro de él
y lo destripa-
rosa inversa también de tu boca bebo
beso tu carne de ángel ilícito

tú me nombras solo dos veces
margarita margarita
tu voz se desquicia en esta carpa
arde la red de nuestro trapecio
la horquilla vuela

¡sé amar sé amar!
digo

aunque me olvides
sé amar


De: “El trazo de las cobras”


ROGER WOLFE





4. Moscas



Los demócratas
han aprendido
de las moscas:
cuanto mayor
sea el tamaño
de la mierda
tanto más grande
es el consenso.


De: “8 Poemas en forma de artefacto”


MARÍA ROSA LOJO





El títere



Se mueve para complacer a los otros, como todos los desamparados. Hará cualquier papel menos el propio. Será la abuela rezando junto a la ventana un rosario hecho con bolitas de ojos que vieron al Señor; será el padre que murió con rebeldía, esperando que cambiasen para él las leyes de la Tierra; será la madre que antes de envejecer se dobló como un traje de fiesta y se guardó en un cajón, para que no la sacasen a vivir. Será la mujer que gobierna sus hilos de marioneta y lo retira del escenario cuando termina la función y le canta canciones de cuna y lo acuesta, con piedad, junto a sus hijos.


ELIZABETH SOBARZO GAONA





VII



Soy brusca porque me perdí en la noche
buceaba el mástil que soltaste en alta muerte
no me fijé en tu boca prieta
que me marcaba la orilla sin fronteras
no vi que era bueno el engranaje
que el timón de tu antesala me abriría el intestino


De: “Poemas para arrullar a los ojos hormigueros”


LUIS GARCÍA MONTERO




  
Primer día de vacaciones



Nadaba yo en el mar y era muy tarde,
justo en ese momento
en que las luces flotan como brasas
de una hoguera rendida
y en el agua se queman las preguntas,
los silencios extraños.

Había decidido nadar hasta la boya
roja, la que se esconde como el sol
al otro lado de las barcas.

Muy lejos de la orilla,
solitario y perdido en el crepúsculo,
me adentraba en el mar
sintiendo la inquietud que me conmueve
al adentrarme en un poema
o en una noche larga de amor desconocido.

Y de pronto la vi sobre las aguas.
Una mujer mayor,
de cansada belleza
y el pelo blanco recogido,
se me acercó nadando
con brazadas serenas.
Parecía venir del horizonte.

Al cruzarse conmigo,
se detuvo un momento y me miró a los ojos:
no he venido a buscarte,
no eres tú todavía.

Me despertó el tumulto del mercado
y el ruido de una moto
que cruzaba la calle con desesperación.
Era media mañana,
el cielo estaba limpio y parecía
una bandera viva
en el mástil de agosto.
Bajé a desayunar a la terraza
del paseo marítimo
y contemplé el bullicio de la gente,
el mar como una balsa,
los cuerpos bajo el sol.
En el periódico
el nombre del ahogado no era el mío.





TERESA CALDERÓN





9



Te acaricio
te araño
con táctica felina
porque estás mintiéndome
porque te juro
lo sé todo
aunque no digas ni pío.


De: “Celos que matan, pero no tanto”