jueves, 6 de noviembre de 2025


 

NOÉ LIMA

 

 

El sicario Joe

 

 

Usa la navaja de su padre
la oxidada biblia debajo de la faja
él aprendió en la infancia
cómo cortarle el hambre a los peces dormidos de sus manos
lo hizo de un tajo siempre
cuando la úlcera apretaba al ombligo náufrago de la noche
los dientes cariados esparcían algún roído poema en el aire
el apretón de la puerta al encerrar al silencio
a lo sumo
al llanto
el sicario Joe
apenas sabe leer
sabe nada más el peso del alfabeto cuando mata
las letras de cada nombre en las estrías de la navaja
apenas puede medirle la sonrisa a sus huesos
el ecuador a una bala susurrándole a cada víctima
la nostalgia de los inviernos
el sicario Joe
apenas recuerda cómo oler pegamento
para dejar de comerse la uñas
lo difícil que es vivir a los quince años
con la suela confesora de la última escaramuza
apenas recuerda el olor del humo de la cocina
la última huella de su madre
esa disecada niebla
que en prisión camina más lento en los espejos.

 

MAURICIO MARQUINA

 

  

Recién abiertas las bocas del deseo

 

 

Recién abiertas las bocas del deseo puro como el agua que conduce la sangre de tus muslos, oh ángel que desde lejos habitáis en mis rodillas como un galope. Creciendo de una raíz sin sombra, donde un jugo jadeante que se absorbe y conduce a un lugar divino, a una flor, a un fruto. Con esa profundidad que no puede justificarse, porque el acercamiento es más profundo que los símbolos. Si nuestro corazón es un ave de fuego que respira su sangre en el mar de otros cuerpos, estamos salvados. Somos uno de los mil rostros del hombre. Ahora respiro por mis oídos y sueño por mi boca y estoy despierto por mi saliva.

 

De: “Las cabezas infinitas”

 

FELIPE GARCÍA QUINTERO

 

 

 

Frente al espejo he visto crecer a mi padre.
Aunque no abre el nudo de mis ojos ni el hierro
de su sombra rompe el velo del día, puedo decir
que lo he sentido mudarse en mi rostro.

Desde aquí, lo he visto crecer bajo los huesos
de mi cara.
Tomarse la casa.

 

KENIA CANO

 

 

Piedra

 

 

La metes polvorosa, sacudida apenas, en una caja de zapatos. Te dejas tocar por una colección que no pediste de voces de tus padres. ¿En verdad acotaron tanto nuestro mirar? Piedras pegadas toscamente a un cartón.
Las rescatadas en ríos que parecían inmensos y peligrosos. Otras que recogimos al borde de la carretera en Zacatecas junto con arenas de color. Un museo de historia natural: el fragmento de un panal de avispa, un cuarzo blanco, la pluma punteada de una gallina de Guinea.
Piedras de ríos que no nos arrastraron, recuerdo de flamencos que no picotearon nuestro costado, enjambre fibroso de un cactus que nunca nos aguató. Un recorrido sin peligros. Nuestro pequeño rastro. Un ritual orgánico a la entrada de la casa.

 

 

IRMA PINEDA

 

  

Miro la sangre entre mis piernas

 


y bendigo el hecho de ser mujer
Fluye mi sangre para recordarme
que hoy nadie habita mi vientre
Un día otra vida se instalará en mí
Beberá mi sangre
Tomará la esencia de mis huesos
para formar los suyos
Se prenderá de mis senos
hasta saciar su sed

 

De: “Rini Lisa” (Sangre de Familia)

 

CLAUDIA FERNÁNDEZ

 

  

Tarde

 

 

Suena una campana.
Es domingo.

Las nubes escarlatas
se despiden del ocaso.

Dije:
que no termine el día.

Después,
solo luz
y viento.