Recién abiertas las bocas del deseo
Recién
abiertas las bocas del deseo puro como el agua que conduce la sangre de tus
muslos, oh ángel que desde lejos habitáis en mis rodillas como un galope.
Creciendo de una raíz sin sombra, donde un jugo jadeante que se absorbe y
conduce a un lugar divino, a una flor, a un fruto. Con esa profundidad que no
puede justificarse, porque el acercamiento es más profundo que los símbolos. Si
nuestro corazón es un ave de fuego que respira su sangre en el mar de otros
cuerpos, estamos salvados. Somos uno de los mil rostros del hombre. Ahora
respiro por mis oídos y sueño por mi boca y estoy despierto por mi saliva.
De: “Las cabezas infinitas”
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