domingo, 28 de enero de 2018


MASAOKA SHIKI




Crepúsculo matinal.
El hocico de la rana
exhala la luna


AIDA CARTAGENA




Cauce Hondo



Haré un desdoblamiento
de emociones
para darte mi vida.

Y habrá en mi alma
una resurrección
de almas
para darte este amor
como te di el primero.



PATRICIO SEREY




Crujido



El sujeto recostado en la casa deshabitada adivina, en su
fingido silencio, algunos ruidos de acomodo. Queja del bien
inmueble acostumbrado al vacío, o a los alcohólicos de
turno que le violentan en nombre del proletariado. Rayan
sus paredes con groseros dibujos,  pero escriben sobre ello
manifiestos de estridente finura. La casa, que no puede
expresarse por sí misma, cáusase úlceras en su metafísica
estructura. Por eso la morada, que alguna vez pudo ser
hogar, se llena de polvo, se pulveriza. La casa en
desesperado intento por anunciarse a su nuevo morador
cruje dolores de acomodo, se tensa; aunque en el fondo
pareciera querer simplemente derrumbarse.


JOSÉ KOZER




Principio último de realidad



No comprendo en la extrema oscuridad de esta noche
            a Altaír: lo incomprendido
            anula en mí la acción: no
            salgo de incertidumbres,
            temo mayores trastornos:
            me propongo dar dos o
            tres vueltas a la manzana,
            quiero decir mañana, en
            la constelación del Águila
            perderé báculo y amago
            mínimo de movimiento,
            el próximo paso, la propia
            estela (si no visible al menos
            imaginable) apenas viene al
            caso qué he de desayunar en
            unas horas: Altaír me desvela.
            Prendo la lámpara de noche,
            la oscuridad devora la luz
            artificial. Saco a relucir un
            libro de cabecera, en el
            libro fulgen (se opacan)
            los poemas de Baudelaire,
            me dispongo a leerlos en
            voz alta, original, versión
            al inglés, versión al español,
            uno por tres, Altaír, y un
            miedo atroz, los opacan:
            opaco, apago. Me digo el
            Sutra, me quedo a medias:
            una existencia entrambasaguas,
            medias tintas, chicha no,
            limonada tampoco. Mírate:
            una barba florida, teñida de
            azabache, al bajar la cabeza
            me roza el ombligo, su
            anchura llega a mis costados,
            barba imaginaria. He perdido
            el pelo, vello, luz de las
            pupilas, acordes mesurados
            del oído, me asquea el olor a
            brillantina, dentífrico, me
            asquean en verdad aromas
            y colores. Soy más o menos
            bipolar y autárquico: no
            tengo descendencia ni quiero
            acompañamiento; me alimento
            de huevos duros, la durísima
            clara, la fárfara de los huevos:
            descafeinado: pan de molde
            tostado a pelo: me vuelvo de
            costado, cierro los ojos no
            sea aparezca la Ley, sopetón,
            susto mortal, a bote pronto
            morir, mejor de medio lado,
            duele menos, se ve menos,
            menos se intuye (vislumbra):
            ya estaba anquilosado. Medio
            tostado. Toda clase y orden
            y género y tipo de dolencias.
            En orza repleta, muerte. En
            fanal donde cabe mi cabeza,
            peluca y perilla, mofletes
            descarnados, patillas grises
            (mejor aún color plomo)
            muerte. Orza, fanal y
            cornucopia, segura muerte.
            Ya oscurece la oscuridad.
            Altaír resplandece justo
            en el sentido contrario a mi
            situación. Yo leía siete horas
            al día, y no hay en mí una
            sola célula capaz de
            conocimiento: el miedo
            tiembla al compás del
            azogue en mis pupilas, por
            septentrión viene bajando
            (sin acecho) en puridad
            incomprensión.



ELIANA MALDONADO




Soliloquios



I

Otro día de aeropuertos y lluvia,
otro atardecer bajo el cielo gris,
sobre la tierra difusa.


II

Hay una tundra de ladrillo bajo mis pies,
millones de hombres se ocultan
en pequeños agujeros como hormigas,
cientos de luces se mueven de aquí para allá
en medio de disparatadas conversaciones sobre el
clima,
a pesar de tanta belleza, solo es visible el cemento
y sus heridas.
Dos nubes juguetonas realizan una danza eléctrica
y yo me bamboleo como una mariposa en la
ventisca.
Abajo están los míos,
arriba los ausentes y la mirada sorda de nubes
y obnubiladas estrellas invisibles,
¿Hacia dónde parto ahora que subo
y bajo en el vientre de la cigüeña?
Una estrella brilla, pero no señala ningún rumbo,



VALERIA GUZMÁN PÉREZ




Largo tiempo vagamos por mares y desiertos; recorrimos toda la tierra…
Khayyam



Que los Sumerios grabaran cuñas azarosamente en la arcilla
Que Teuth vertiera sobre el Nilo el elixir de la rememoración
Que Cadmo le arrancara los dientes a la serpiente de Casalia

Que mi padre dejara la arisca majestad de los cóndores para bañarse en el Kubán
Que mi madre se embebiera en las mismas aguas

Que para ti la palabra prometida estuviera un paso después de mis pasos

Todos los eventos: los tuyos y los míos, los del planeta en su curso
para que en el mayor de los viajes
te descubriera y me inventaras


De: “Piel Verbal”