Crujido
El
sujeto recostado en la casa deshabitada adivina, en su
fingido
silencio, algunos ruidos de acomodo. Queja del bien
inmueble
acostumbrado al vacío, o a los alcohólicos de
turno
que le violentan en nombre del proletariado. Rayan
sus
paredes con groseros dibujos, pero escriben sobre ello
manifiestos
de estridente finura. La casa, que no puede
expresarse
por sí misma, cáusase úlceras en su metafísica
estructura.
Por eso la morada, que alguna vez
pudo ser
hogar, se llena de polvo, se pulveriza. La casa en
desesperado
intento por anunciarse a su nuevo morador
cruje
dolores de acomodo, se tensa; aunque en el fondo
pareciera
querer simplemente derrumbarse.
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