domingo, 28 de enero de 2018

PATRICIO SEREY




Crujido



El sujeto recostado en la casa deshabitada adivina, en su
fingido silencio, algunos ruidos de acomodo. Queja del bien
inmueble acostumbrado al vacío, o a los alcohólicos de
turno que le violentan en nombre del proletariado. Rayan
sus paredes con groseros dibujos,  pero escriben sobre ello
manifiestos de estridente finura. La casa, que no puede
expresarse por sí misma, cáusase úlceras en su metafísica
estructura. Por eso la morada, que alguna vez pudo ser
hogar, se llena de polvo, se pulveriza. La casa en
desesperado intento por anunciarse a su nuevo morador
cruje dolores de acomodo, se tensa; aunque en el fondo
pareciera querer simplemente derrumbarse.


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