lunes, 21 de julio de 2014

LUIS PALÉS MATOS



 

Ensoñación

 
 

Por el cuadrado de una ventana de nuestra escuela
Que de soslayo me ríe toda su claridad,
Miro el paisaje chillón y viva, de un azul hondo
Y una sencilla calma de infante diafanidad.

El cielo limpio, de vez en cuando, se mancha en una
De esas blancuras puras y llenas de santidad,
Con que el celaje tiñendo el dombo del firmamento
Risueña el éxtasis con su ternura de castidad.

Mientras discurre par la pizarra la geometría
Le nacen alas de ibis al ave del alma mía,
Y de la escuela me voy muy lejos, a una región

Donde es más fresca la gran mejilla de la mañana,
Y sollozando sobre las notas de la fontana,
Me aguarda inquieta la dulce novia del corazón.

 

 

JOSÉ GAUTIER BENÍTEZ


 
 

El manzanillo

 
 

Hay en los campos de mi hermosa antilla
en el suelo feliz donde he nacido
como un error de la natura, un bello
arbusto que se llama el manzanillo.

Tiene el verde color de la esmeralda
y su tupida, su redonda copa
esparce a su alrededor en la llanura
fresca, apacible, deliciosa sombra.

Mas, ¡ay!, el ave al acercarse tiende
para otros sitios el cansado vuelo
porque su instinto natural le indica
que su sombra es mortífero veneno.

Todas las plantas en la selva umbría
entrelazan sus ramas y sus hojas
y al halago del viento se acarician
y se apoyan las unas en las otras.

Y unidas crecen en amante lazo
y unidas dan al aire su fragancia
y el manzanillo solo en la ribera
y el manzanillo solo en la montaña.

¡Ay!, cuántas veces al mirarlo, cuántas
con honda pena, con dolor he dicho
¿Si será mi existencia en esta vida
la existencia fatal del manzanillo?

 

 

 

FELIPE N. ARANA


 
 

Regreso del jíbaro

 
 

¡Tierra del morador de la montaña
que la avaricia sedujera un día,
y desahuciando al ñame y la yautía
cerró el atrecho y te sembró de caña!

¡Tierra que profanó la telaraña
que traza el “Caterpillar”! ¡Tierra mía!
¡Tierra-Cristo, que el déspota exprimía
para extraer riquezas de tu entraña!

¡Tierra del panapén, tierra del guano,
volverás a sentir la noble mano
del campesino montaraz y adusto


devolviendo caricias por tus mieses
y lograrás estar. como otras veces,
llena de amor, y parirás a gusto!

¡Tierra del abra honda y la maleza,
tierra del batatal y del repecho,
ofrece la tibieza de tu pecho
al jíbaro exilado que regresa!

¡Vuelve a llevar verduras a su mesa
que a ese preciado bien tiene derecho,
y pronto vas a oír, en tu provecho,
las coplas que disipen tu tristeza!

Ya el boricua dejó de ser esclavo
del oprobioso y pertinaz centavo.
Hará que todo el mundo te respete,

al extremo, que si te ve ultrajada,
echando a un lado la prudente azada,
defenderá tu honor con el machete.

 

 

 

 

MINERVA AROCHO RIVERA


  

Mi tristeza

 


Mi tristeza y yo
somos una sola,
en una misma sombra.

Se infiltra en mi sangre
y se torna negra, negra.

Garra de ilusiones muertas
loca sombra chinesca.
Sombra larga, larga,
espectro agazapado y cruel,
que posee mi ser.

 

 

 

JULIA DE BURGOS

 

 

Poema de la estrella reintegrada

 

 

“Había una vez una estrella

que se murió de puro miedo,

las golondrinas la encontraron,

las margaritas la entreabrieron,

y fue una fiesta en el roció,

cuando ascendió cantando un verso,

todos los ríos la besaron

todas las albas la siguieron”

Eso me dijo la mañana

Que se internó por mi sendero,

Lo repitió la tarde blanca,

Y entre la noche danza en ecos.

Yo se la historia de esa estrella…

Su caída breve fue en mi pecho

(por poco el mar se enluta todo

Con el color de un sueño muerto)

Pero ya hay fuentes por mi alma,

Para mi barco hay marineros,

Vuelan gaviotas sobre mi alma

Y hasta en mis ojos hay veleros.

Amo el dolor que se me escapa

Por donde viene mi gran sueño…

Uno me eleva para el alma,

Otro me salva para el tiempo.

Dolor y amor! de las estrellas,

Juntos bajaron a mi encuentro.

Dos horizontes apretados

Que se me funden mar adentro…

“Había una vez una estrella…”

¡Que inmenso es ser al creerse muerto!

 

 

BRUNILDA GARCÍA


 

De la estirpe

 

Nací
donde muchos crecieron
besando la estrella.
Mi savia es
de una tribu recia, áspera y solar.
Mi estirpe
es de quetzales y pitirres.
Esta sangre
se amamantó del mar que azotó a los enemigos.
Tengo ala y raíz
en la tierra que sustenta nuestra patria:
unción de níspero con mucha hiel.
Alada,
pacto con luciérnagas primaverales.
Amo,
y ese amor es de guitarra y flor;
amo, amor amordazado y trunco,
capaz aún de emanar su olor
a selva y madrugada. Canto
la exacta melodía trashumante
que soñó el caracol. Soy
de los que viven besando la estrella.
Como ellos, engendro
alas nocturnales.
Iré tras ellos.
Iré:
«aunque un sol de alacranes
me coma la sien».