sábado, 4 de julio de 2015

MARIO BENEDETTI

 

133


somos tristeza
por eso la alegría
es una hazaña

 

 

JORGE BOCCANERA


 

Arder


Cuando nos besamos trituramos un ángel.
Su última voluntad será nuestro deseo.
Tiempo habrá para escupir sus vidrios de colores,
              su sombrero de plumas,
barajas manoseadas por tahúres y ahora

hay que hacerlo entrar,
ofrecerle licor (que él viene de morirse),
acercarle una silla (que lee en la oscuridad).

Dirá sus baratijas,
su forma de guiarnos al secreto de la vieja
               estación.
Dirá que el vino está hecho de hojas secas,
que puede hacer un fuego con tu rostro y el mío.
(Ni un centavo de luz a su trabajo).

Cuando nos besamos desollamos un ángel,
un condenado a muerte que va a resucitar en
                otras bocas.
No tengas lástima por él, sólo hay que hincar el
                diente
y triturar al ángel.
Abrir tus piernas blancas y darle sepultura.


 

 

 

HUMBERTO GARZA



Evocación



Nos amaremos más cuando la hierba crezca
y envuelva los caballos que asustaban al aire,
y envuelva aquellos potros que iban cual cometas,
convulsionadamente, en un macabro baile.

Le robaré tus besos a meteoros de Australia
y a electrónicas lluvias que bañan pastizales,
y gritaré, radiante, que la suerte no es mala,
porque la suerte tiene, para andar, muchas calles.

Buscaré tu figura en los ríos del tiempo,
¡mitológico aspecto de excéntrico donaire!
Buscaré tu figura para llevarla lejos
a mirar los canguros a la tierra de nadie.

¡Persistente locura! En los días aciagos
cobra vida el fantasma disuelto en la memoria,
y empieza a galopar como hacen los caballos
después de haber pastado en los campos de euforia.

¿Llegan a tus oídos las palabras de mi alma?
¿Llegan a ti las voces de viejos caminantes?
no me respondas hoy, respóndeme mañana,
cuando esté más tranquila tu celestial imagen.

Ayer, al recordarte, sangró la vieja herida.
En esta gran planicie, ¡no te deseo menos!
Pienso: ¿Estará soñando como estaba Cristina
sentada en la llanura, mirando siempre lejos?

Amazona vehemente cabalgando en el río
donde purpúreas alas de cardenal se baten;
libera la serpiente que muere en el delirio,
hazla volver de nuevo al trópico de antes.

Te sigo imaginando en la cara del agua,
proyectando a la vida ambarinos colores.
Te sigo imaginando, conflictiva adversaria,
dentro del receptivo cóctel de medianoche.


 

 

GUSTAVO ADOLFO GARCÉS


 

Culpa



No hacer caso
de tus flores
y árboles
de sombra

no velar
ni cuidar de ti

y abandonarme
al tiempo

al mísero tiempo



ALBERTO GIRRI

 

Elegía en vida


Intenta dibujar un león
y logra un perro,

cuando siente hambre cree
calmarla dibujando pasteles,

si dibuja una serpiente
le agrega patas,

al concentrarse
en un grano de mostaza, cabeza
de alfiler que crece en arbusto,
dibuja una higuera, lo estéril,
leño seco destinado al fuego.

                De preguntársele por qué,
hallaría que son confesiones, desajustes
documentando sus fallas,
                                                    un orden visual
para simbolizarlas,

                         primero la imagen
de su débil fuerza en las ambiciones,
luego la de su vocación por lo ilusorio,
luego la de su placer de deformar,

                               y en conjunto la imagen
de su extravío, incapacidad
de ofrecer frutos legítimos,
                       tal un árbol que no los da
así haya estado siempre junto al agua.

 

De "Obra poética IV"
 

JOSÉ MARÍA VALVERDE

 

Himno para gloriar a mi esposa



«Creo en la resurrección de la carne»

Siempre que vuelve por tus ojos
un viento de tus años de niña a atravesar,
y te llama un paisaje
que empezaste y dejaste a la mitad;

siempre que un cielo y una playa
de otro tiempo, te insisten con nostalgia de allá,
y querrías volver
a esos recuerdos donde has muerto ya,

no llores, sino calla y oye
cómo vive en tu cuerpo, cómo en tu carne va
todo lo que has vivido,
en tu carne que nunca morirá.

Grabado está en tus huesos cada
dolor, cada ilusión que ha cruzado tu edad:
por tu cuerpo de días
resucitado, a Dios entreverás.

Y en esa huella de la vida,
como están dos pisadas en una sola, igual
la huella de mi nombre
al golpe del amor ha de quedar.

Ante el Señor, tu nuevo cuerpo
hará de mí más luz entre su claridad:
iré en lo que fue tuyo,
reflejado en tu nombre de cristal.

Y tu figura, como un cántico,
cruzará de eco en eco toda la eternidad,
sonando por tus hijos
de rostro en rostro, por siempre jamás.


De "Voces y acompañamientos para San Mateo"