"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
martes, 5 de abril de 2022
GONZALO ROJAS
Al silencio
Oh
voz, única voz: todo el hueco del mar,
todo el hueco del mar no bastaría,
todo el hueco del cielo,
toda la cavidad de la hermosura
no bastaría para contenerte,
y aunque el hombre callara y este mundo se hundiera
oh majestad, tú nunca,
tú nunca cesarías de estar en todas partes,
porque te sobra el tiempo y el ser, única voz,
porque estás y no estás, y casi eres mi Dios,
y casi eres mi padre cuando estoy más oscuro.
FRIDA KAHLO
Nada vale más que la risa (4)
Nada
vale más que la risa
y el desprecio. Es fuerza reír.
y abandonarse. ser cruel y
ligero.
La tragedia es lo más
ridículo que tiene el "hombre"
pero estoy segura, de que los
animales, aunque "sufren",
no exhiben su "pena"
en "teatros" abiertos, ni
"cerrados" (los "hogares").
Y su dolor es más cierto
que cualquier imagen
que pueda cada hombre
"representar" xxxx o sentir
como dolorosa------
JOSÉ EUGENIO SÁNCHEZ
de california a Des Moines buscando un raid a chicago
era
negro en los días en que lo único peor era ser negra
y sólo se tomó dos fotos
era
negro: hijo de esclavos:
y era un haragán incapaz de mover sus manos
más que para sostener la armónica
que soplaba con un tren en los pulmones
sus
últimos años los compartió con fanáticas del semen
su madre le enseñó vestir elegante
y cuando llegó al cruce de la 61 y la 49
y se topó con esa chica
: él suponía que le gustaban sólo las negras
gritan mucho tiemblan hacen círculos perfectos
(pero siempre dejó que su guitarra tocara sola)
y esa chichoncita peliroja rostro de manzana pecas fruitcake
se la chupaba con tanta ternura
que parecía que las razas opresoras de todas las épocas
se disculpaban ante la humanidad
por haber ejercido el racismo
después
de esa noche
el negro empezó a tocar esos acordes chillones
con los que trataba de romper los vidrios de la ciudad
y resbalar el elástico de los hombros
: eran noches de pool carambola triángulo billetes sobre el paño
y el negro deslizando el slide
como si el mundo cayera en la buchaca
:
fue arrestado bajo el cargo de ser negro
y traer una guitarra
la policía le propinó una golpiza de escándalo
por lo que tuvo derecho a una llamada
y llamó a don: un famoso productor
que lo liberó pagando fianza $33 dollars
y lo llevó en su coche a un motel
le dio una botella de whisky un burrito
y 45 centavos para el desayuno
: mejor grabemos mañana temprano un delicioso 78
propuso don
pero
cuando llegó a su casa el teléfono timbraba desesperado
lo descolgó y era el negro otra vez
– y ahora qué (preguntó don extremadamente nervioso)
– estoy solo muy solo muy muy solo muy solo: aprendí lo que sé en un cementerio
– no te entiendo
– no hay nadie más solo que yo ni la estrella en la bandera ni la mancha en la
luna
y hay una dama enfrente de mí
que está dispuesta a quedarse conmigo y aliviarme
por 50 centavos
y me faltan 5
era
negro en los días en que lo único peor era ser negra
y sólo se tomó dos fotos
su
guitarra sonaba al mismo tiempo en las dos orillas del mississippi
debió componer más canciones y mejores
pero no tuvo tiempo
las notas de su vida estaban cansadas
y cuando miope buscaba sus anteojos
alguien le dio una botella de whisky
(al parecer el marido de su nueva amante)
las luces del escenario brillaban intensamente
bebió un largo trago
y tocó por última vez
SALVADOR NELIDA
Las voces
Ni
la hojarasca
sombría
que desintegra el otoño,
ni el nudo
que con facilidad
se desata.
Busca otro espacio
este quehacer oscuro
e insospechadamente
lúcido,
vuela más alto
que la distancia
o el vacío.
Las voces sobrepasan
la penumbra,
abren cauces de luz
en el silencio.
Saben más
de lo que dicen:
lo que no pueden
decir.
Sólo esbozan
palabras de humo,
señales movedizas
—casi premoniciones—
que alguien debe entender y compartir con los otros
aunque no quiera.
De: “Tomar distancia”
DENISE LEVERTOV
Al lector
Mientras
leés, un oso polar plácidamente
orina y tiñe
la nieve de azafrán;
mientras leés, algunos dioses
se acuestan entre hiedras: sus ojos de obsidiana
están mirando las generaciones de hojas;
mientras leés, el mar
está pasando sus páginas oscuras,
pasando
sus páginas oscuras.
ÓSCAR CASTRO
Raíz de canto
Conozco
el habla de los hombres
que van curvados sobre el campo
y el grito puro de la tierra
cuando la hienden los arados.
Conozco
el trigo que madura
-sol en monedas acuñado-
y las mujeres que transportan
su llamarada entre los brazos.
Generaciones
de labriegos
van por el cauce de mi canto;
hembras del pecho en dos racimos,
firmes varones solitarios.
Ellos
hablaban con Dios vivo
en el mensaje de los cardos
y conversaban con el agua
en el lenguaje de los pájaros.
Un abuelo de mis abuelos
era padrino de los álamos.
Otro acuñaba lunas nuevas
al levantar su hoz en alto.
En
el silencio de mi madre
dormía el yuyo de los campos,
la yerba-luisa, el toronjil,
el vaso blanco de los nardos.
Todos
me cantan pecho adentro;
van por mi sangre río abajo;
giran en trilla de jacintos
por mi silencio deslumbrado.
La
tarde pura de mi verso
tiene gavillas y ganados,
porque aún miran con mis ojos
los que sembraron y sembraron.
Cuando
galope cielo arriba
sobre mi yegua de topacio,
es que me tiene desvelado
mi sementera de los astros.
Conozco
el grito jubiloso
del trebolar recién regado
y ese licor que se derrama
desde las copas del zapallo.
Sé
del lagar, sé de las viñas
y de los mostos fermentando,
y sé de Baco que solloza,
borracho azul, entre los pámpanos.
Sé
de las lentas escrituras
del humo gris sobre los ranchos;
del viento sur cuyo relincho
puebla la noche de caballos.
Sé
de la harina mañanera
que agosto vuelca de un cedazo
y de los pozos que gotean
en un crepúsculo de cántaros.
Sabiduría
de mi sangre
donde los llantos fermentaron.
Sabiduría de mi pecho.
Sabiduría de mis manos.
Lento,
en la tarde silenciosa,
por este surco voy pasando;
surco sutil hecho en el tiempo
con el arado de mi canto.
Tengo
de greda hecha la frente.
De greda tengo mis dos manos.
Sabiduría de mi sueño.
Sabiduría de mi tacto.
Porque
conozco y sé la tierra,
viviré siempre deslumbrado
y conversando iré por ella
con la semilla y con el árbol.
Si
de repente me muriera,
como se cae un campanario,
retemblarían las campiñas
en un galope de centauros.
