domingo, 19 de julio de 2020


SAMUEL BECKETT





Fuera del cráneo sólo adentro



Fuera del cráneo sólo adentro
alguna parte alguna vez
como cualquier cosa
cráneo último refugio
tomado desde fuera
como Bocca en el espejo
el ojo a la mínima alarma
se abre enorme se resella
no hay nada más
así algunas veces
como cualquier cosa
de la vida no forzosamente


STÉPHANE MALLARMÉ





La tumba de Edgar Poe 



Tal como al fin el tiempo lo transforma en sí mismo,
el poeta despierta con su desnuda espada
a su edad que no supo descubrir, espantada,
que la muerte inundaba su extraña voz de abismo.

Vio la hidra del vulgo, con un vil paroxismo,
que en él la antigua lengua nació purificada,
creyendo que él bebía esa magia encantada
en la onda vergonzosa de un oscuro exorcismo.

Si, hostiles alas nubes y al suelo que lo roe,
bajo-relieve suyo no esculpe nuestra mente
para adornar la tumba deslumbrante de Poe,

que, como bloque intacto de un cataclismo oscuro,
este granito al menos detenga eternamente
los negros vuelos que alce el Blasfemo futuro.

KAMALA SURAIYA





Los reclusos



Hubo una época en la que nuestro deseo era
Como una bandera multicolor de ningún
País concreto. Reposábamos
En la cama, los ojos vidriosos, fatigados, como
Juguetes que los niños muertos dejan,
Y nos preguntábamos el uno al otro. ¿A qué
fin, a qué maldito fin?
Esa era la única clase de amor,
Ese destrozarnos mutuamente,
Como reclusos desbrozando y destripando terrones
Al medio día. Éramos tierra bajo el caliente
Sol. Había fuego en nuestras
Venas y las frías noches de la montaña no
Servían para aliviar el ardor. Cuando él
Y yo nos fundíamos en uno, no éramos ni
Macho ni hembra. No quedaban
Palabras, toda palabra era aprisionada
En los viejos brazos de la noche. En
La oscuridad crecimos, mientras en silencio
Cantábamos, cada nota surgiendo del
Mar, del viento, de la tierra y
De cada triste noche como un dolor…


WOLE SOYINKA





El precio parecía razonable, el lugar…



El precio parecía razonable, el lugar
indiferente. La casera juró vivir
sin prejuicios. Nada quedaba salvo
la autoconfesión. “Madame”, advertí,
“Detesto perder un viaje. Soy africano”
silencio. Transmisión silenciada de
fingida buena educación. Voz que llega
como larga boquilla dorada y tubular, impregnada de lápiz labial
Fui sorprendido por su vileza.
“Qué tan oscuro?”… no había escuchado mal…
“¿Es usted claro o muy oscuro?”
Hedor a rancio vaho de refugio público para telefonear.
Cabina roja, buzón rojo, rojo autobús doble
aplastando el alquitrán. ¡Era real! Avergonzada
por el silencio enfermizo, llevé al límite su
turbación para suplicar explicación
ella, considerada, cambió el tono
“¿Es usted oscuro? ¿o muy claro?” advino la revelación
“Quiere usted decir, como chocolate puro o con leche?”
Su asentimiento fue clínico, rayando en la frialdad de la luz
Rápidamente, una vez ajustada la longitud de onda,
escogí Sepia Oeste-Africano- tras reflexionar dije:
“lo certifica mi pasaporte” Silencio para un espectroscópico
vuelo de ilusión, hasta que el acento de su sinceridad retumbó
con fuerza en la bocina. ¿Cómo así? dijo condescendiente
“No sé lo qué es”. “No del todo”
Facialmente, soy moreno, pero madame, debería ver usted
el resto de mí. Las palmas de mis manos, las plantas de mis pies
son de un rubio oxigenado. la fricción lo ha causado-
torpemente madame – por sentarme, mi trasero se ha tornado
Negro Cuervo- ¡Un momento, madame! sintiendo
su auricular elevarse al sonido del trueno
en cuanto a mis orejas- “madame”, sugerí,
¿no preferiría verlas usted misma?


WALLACE STEVENS





III




El mirlo que hacía cabriolas en el viento de otoño
Era una pequeña parte de la pantomima.



LOUISE LABÉ

 

 

Soneto I

 

 

Ni Ulises ni otro Nadie más astuto
aventurado hubiera en su semblante
tan divino, agraciado y respetable,
el afán y el quebranto que yo sufro.


Porque, Amor, con los bellos ojos tuyos
tal llaga en mi alma ingenua perforaste
—nido ya de calor para albergarte—
que no podrá tener remedio alguno


si no se lo das tú. Qué dura suerte:
mordida de escorpión, ayuda clamo
contra el veneno a quien me da la muerte.


Solo le pido calme esta agonía;
mas no extinga el deseo a mí tan caro
que si me ha de faltar me moriría.