jueves, 30 de enero de 2025


 

JAIME CAMPILLOS

 

 

 

Post punk

 

 

Echo de menos tu voz a través de una hotline,
el colirio para fingir el llanto
y tu silueta pintada con tiza blanca sobre el asfalto.
Es igual que imaginar que alguien te abraza
en medio de un país post soviético
esperando una revolución.
Pero bostezo siempre que vuelvo
a casa en el transporte público
sabiendo que mis hombros
están llenos de crímenes pasionales.
De qué sirve rebelarse si ya te traigo
flores robadas de otra tumba.


 

De: “Los días siguientes”

 

MONTSERRAT FERNÁNDEZ

 

 

 

 

en mi familia nadie morirá
de amor

lo sé porque comemos fruta después de la comida
porque apagamos la luz cuando nos vamos a dormir
porque a quien madruga dios le ayuda
porque nos lavamos la cara antes del café
porque envolvemos los regalos

yo quisiera que uno al menos muriese
en la hoguera de un armario que no es suyo
a plena luz del día con un cuchillo en el cuello
desnutridos por cartas extraviadas

pero en mi familia no pasan esas cosas
pasan los días
sólo eso

 


De: “Duerme sobre mi espinazo”

 

 

CRISTINA PERI ROSSI

 

 

 

Sin remitente

 

 

Sin remitente
Amo a quien amé
el amor solo morirá
cuando yo muera
no antes
porque lo que amé es una fuente inagotable
donde nadan los pájaros del recuerdo
flotan los deseos insatisfechos como peces en el agua
Amo a quien amé
Y la lejanía y la distancia
solo son estrategia
para seguir amando
y que el dolor o la inquina
no destruyan lo sagrado del amor
que es su vida en mi memoria
aunque no te lo merezcas
El amor no se merece ni se gana
el amor es un don
que se entrega sin remitente

 

De: “Fata Morgana”

 

 

KRISTÍN DIMITROVA

 

 

 

 

En una de las paradas del tiempo

 

 

Esa noche las luces del establecimiento

estaban brillando alrededor de tu cabeza y afuera

se convertían en estrellas.

Más allá de todas las mesas, en la calle

los coches se cruzaban y sus conductores

por un instante lograban echar un vistazo

al feliz túnel, al fondo del cual

habíamos enlazado nuestras piernas. Destellos

de cigarrillos, cálidas lámparas del alumbrado público

y una botella de vino tinto nos llenaban

de su sangre, y nosotros permanecíamos

el uno frente al otro, nos explorábamos con los ojos,

y nos regalábamos pensamientos en los prolongados silencios

y paseábamos, tomados de la mano,

por una ciudad de ventanas abiertas en las cuales

el tiempo era todavía un desconocido.

Cuantas veces paso por el mismo sitio, descubro

que aún estamos viviendo allí.

 

 

De: “En una de las paradas del tiempo”

Versión de Reynol Pérez Vázquez.

 

PAULA ARBONA

 

 

  

 

Dentro de mi cabeza

 

 

Dentro de mi cabeza,
repito el accidente:
el sonido de los cristales,
mientras nuestros coches se vuelcan
y explotamos en cámara lenta.
Hola cariño, lo siento.
Lo siento por los huesos rotos,
por los vidrios en la lengua.
Tu mustang blanco se desangra
reluciendo como diez caballos.
Te habría perseguido en el aeropuerto,
habría saltado a la cola del avión,
llorando en tu ventanilla
hasta aterrizar en Texas.
¿Qué es lo que he hecho?
Habría construido tu ciudad,
el rifle en la mesa,
su desierto dilatado.
Habría recreado la violencia.
Perfeccionado mi acento sureño.
Por desgracia, no tuve el tiempo.
Un giro brusco del volante,
caímos sobre el asfalto,
nos revolcamos.
Busco tu mano
meses después de la oscuridad.
Lo siento por haberla amputado.

 

 

BEATRIZ FERNÁNDEZ DE SEVILLA

 

 


 

Los reinos que heredamos



Cuando todos se van queda ese verso,

acólito de una última sonrisa;

saber que lo sencillo es detenernos

en la sala de espera de otros días

en que el brasero amaba la costumbre

de jugar al cinquillo por las tardes.

Ahora ya sé

que todos engendramos reinos,

papeles atrasados en las habitaciones,

y noches de vacío en el lugar de siempre.

Los reinos no son nunca solo nuestros

son brindis compartidos el día de Año Nuevo;

los reinos tienen nombres y blasones

y un árbol genealógico de infinitas raíces.

Ahora ya sé

que la vida nos deja

paraísos domésticos en mitad de la nada,

lecciones de optimismo de las que aprenderemos

a ir a comprar el pan con la sonrisa puesta.

Hay reinos que no entienden de tangibles

y de ellos

nunca nos alejamos definitivamente.

Siempre queda un cuento

y reverbera

a las siete ─en invierno, en la cocina─

una historia de cómo el que se va

conforma el reino de los que se quedan.

 

De: “Paraísos domésticos”