En
una de las paradas del tiempo
Esa
noche las luces del establecimiento
estaban
brillando alrededor de tu cabeza y afuera
se
convertían en estrellas.
Más
allá de todas las mesas, en la calle
los
coches se cruzaban y sus conductores
por
un instante lograban echar un vistazo
al
feliz túnel, al fondo del cual
habíamos
enlazado nuestras piernas. Destellos
de
cigarrillos, cálidas lámparas del alumbrado público
y
una botella de vino tinto nos llenaban
de
su sangre, y nosotros permanecíamos
el
uno frente al otro, nos explorábamos con los ojos,
y
nos regalábamos pensamientos en los prolongados silencios
y
paseábamos, tomados de la mano,
por
una ciudad de ventanas abiertas en las cuales
el
tiempo era todavía un desconocido.
Cuantas
veces paso por el mismo sitio, descubro
que
aún estamos viviendo allí.
De: “En una de las paradas del tiempo”
Versión de Reynol Pérez Vázquez.
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