jueves, 1 de octubre de 2020

ANA TORRES LICON



 

Canción de cuna



 

Reposen, duerman y descansen,

al cabo sus vientres están plenos

no de hambre ya saciada

sino de parásitos que hacen mudanza

al vecindario cefálico.

Dulces sueños,

mientras mueren en la inconciencia

fingiendo que el pan, la casa y la vida

son suficientes para todos.

 

BERTOLT BRECHT

  


  

Debilidades

 

 


No tenías ninguna,
yo solo una,
que amaba.

 

LUIS MARRE

  


 

Testo

 

 


Que tú seas completo
—no te falte
cabeza.
Y que tu corazón no sustituya
a tu cabeza.
Que el sol sin veladura llegue
hasta tu corazón
y rebrille en tus ojos
su luz completa.
Que seas, hijo mío,
la reunión amorosa de mis miembros
y mi cabeza se alce sobre el río
de fuego
que la arrebata
para mirar la tierra por tus ojos.

 

 

ANNA VENTURA

  

 

 

Tu ne quaesieris

 


 

El Poeta seguía sentado a la mesa,
fuera,
después de la sobria cena;
un conejo salió de la cocina,
corrió hacia el campo. Un niño
muy pequeño lo siguió,
con la ilusión de alcanzarlo. Luego,
nuevamente desde la cocina,
la madre del niño salió y
corrió lo suficiente para atraparlos a ambos. Ahora
volvía, el trío; la madre
saludó al maestro con una
elegante reverencia , quizás una invitación.
¡Qué fácil, amor,
salir de las intrigas de Roma!
Demasiado fácil; Orazio
hubiera querido otra cosa. Soratte
durmió su sueño milenario,
el sueño de sus antepasados,
que vagaban tranquilamente
a su alrededor, el heredero
que los haría ilustres.
Y luego estaba la sombra de Mecenas, mientras
la punta de un cuchillo giraba
en el corazón del poeta, de nada sirve escribir
en la tablilla que no quieres saber,
porque es malo saber. El corazón
siempre lo sabe todo, de nada sirve
intentar engañarlo.

 

SAMUEL BECKETT

  



La mosca

 


 

Entre la escena y yo el cristal vacío salvo ella

vientre a tierra ceñida por sus negras tripas

antenas locas alas enredadas

patas curvas boca succionando en el vacío

golpeando en el azul estrellándose contra lo invisible

impotente bajo mi pulgar

trastorna al mar y al cielo serenos



MANUEL MAGALLANES

  


 

Sobremesa alegre




La viejecita ríe como una muchachuela,
contándonos la historia de sus días más bellos.
Dice la viejecita: «¡Oh, qué tiempos aquellos
cuando yo enamoraba a ocultas de la abuela!»

La viejecita ríe como una picaruela
y en sus ojillos brincan maliciosos destellos
¡Qué bien luce la plata de sus blancos cabellos
sobre su tez rugosa de color de canela!

La viejecita olvida todo cuanto la agobia
y ríen las arrugas de su cara bendita
y corren por su cuerpo deliciosos temblores.

 

Y mi novia me mira y yo miro a mi novia,
y reímos, reímos... mientras la viejecita
nos refiere la historia blanca de sus amores.