Precisión
Para
Maricela y Mario
El
poeta ante la ventana
¿no
estará más bien frente a un espejo,
un
espejo que, como una abuela, derrocha todo el día
en
bordar imágenes y entretejerlas
con
espectros invisibles que circulan
por
la sala?
Un
poeta frente al espejo
puede
tratar de sumergirse, de la mano de Alicia , en la
superficie
acuosa y atrayente.
Puede
meter los pies, las piernas y la audacia
en
su propio delirio. Puede lanzarse a la busca, con su
[redada
de ojos,
de
inéditas dimensiones y nuevos puntos cardinales.
Puede
comprar un minifundio
en
el País de las Maravillas,
dedicarse
a la inspección de la relojería
de
los milagros y lanzar hacia el cosmos
la
cometa oscilante de su numen.
Mas
zambullirse en el espejo
-y
salpicar de esbozos de fantasmas
y
luciérnagas a los lectores-,
es
dejar lo terreno
hablando
solo,
en
una lejanía que le pisa los talones
a la
ausencia definitiva.
Lo
que contempla el poeta,
lo
que está entre sus hambrientas pupilas
y
las diferentes posturas del viento,
es
una ventana, no más que una ventana.
No
es un muro
y su
ejército de párpados blindados.
O
una venda de manos en los ojos.
Es
no más una ventana.
¿No
escuchan lo que están sus cristales
murmurando?
¿No advierten cómo está la
[transparencia,
con
su voz sin igual, recitando, de modo indescriptible,
el
poema de lo cierto, lo exterior atestado de poesía?
¿No
ven ahí el lugar
donde
el pastor-de-miradas del ojo del poeta
las
saca a pastar el ser
en
los campos infinitos del afuera?