Los
infortunios de la sinrazón
Todo es tan inexplicable, que me
duele, la inutilidad de las ideas
Ciorán
Cuando
el infortunio se encharca en la cuneta del espíritu, se corrompe y apesta y a
la vida la oxida el desaliento, le herrumbra el corazón. ¿por qué es entonces
cuando asociamos la idea del alma con la idea de Dios?
¿Dolerán
las ideas?
¿Existirá
el alma? ¿Será sombra afligida oculta en algún intersticio fatal del
esqueleto, o una emoción vergonzante que se esconde ante la perversa mirada de
la razón?
¿Existirá
Dios? ¿Será pesadilla o sueño trastabillando por una calzada de sombras y
fracasos, el espejo del hombre hecho o deshecho a imagen y semejanza de la
nada, un muro inaceptable en el territorio minado de lo abstracto?
Soy
el desasosiego de todos los humanos. Estoy triste en mis huesos, desde los
goznes del alma hasta sus intrincados laberintos que conducen dolosos a mitad
de la calle. Estoy triste allá afuera, en la calle poblada de infortunios y
botellas vacías, desperdicios, cascajos de sueños sin piel deambulando en la
noche.
Me
duele el alma con todas sus verrugas. Me duele Dios, cíclope ebrio, me duele
con su ojo implacable, con su angina de pecho y su falta de fe.
El
frío de la madrugada va acercándose a trancos.
Nadie
pensará mi tristeza en el fondo del fondo de esta noche altanera. Soy calle sin
sentido, latas agonizando en las banquetas, lo turbio irreparable, desperdicio
anhelante en el lecho de todas las basuras.
Todo
procede de la sinrazón.
La
razón es una zorra estéril.
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