domingo, 12 de julio de 2020


TUDOR ARGHEZI




  
Inscripción sobre un retrato



Tú sabes que el sueño se diluye en el tiempo.
Has esperado al triste guerrero sobre su escudo
para que, hasta con coraza, entrase en tu cama,
como un ladrón, para abrazarte el cuerpo.

Y ahora, de pronto, te crees madreselva
suspendida entre el nacimiento y la nada,
y sospechas que has estado durmiendo
sobre una coraza manchada de aguardiente.

¡Tierna y mágica criatura!
No te impedí esperar y suspirar,
sino que te dejé enredar en espinas
tu copo hilado cual seda
en la rueca de la vida.

Dominé mi pasión idólatra
con voluntad firme y fría,
porque tu sueño no debía aplastar
las altas cimas pétreas de mi alma.

Nuestro sufrimiento da calor y bienestar
a los que viven de nuestro sacrificio.
De noche, yo escucho dentro de mí, cual si fuese un
[árbol,
cómo caen dulcemente en los nidos, piadosas, las hojas.


DULCE MARIA LOYNAZ





3



Es tarde para la rosa.
Es pronto para el invierno.
Mi hora no está en el reloj...
¡Me quedé fuera del tiempo!

De: “Tiempo”


SAFO





En mi sueño cerca se me aparece



En mi sueño cerca se me aparece
tu graciosa imagen, sagrada Hera,
la que los ilustres reyes Atridas
vieron con ruegos;

pues llegado el fin de la empresa de Ares,
junto al Escamandro voraginoso,
no pudieron ir desde aquí sus naves
hasta su casa

sin hacer ofrendas a ti y a Zeus
y al amable dios que engendró Tiona.
Sacrificios puros te ofrece el pueblo
hoy como entonces:

las doncellas traen un hermoso peplo
y a tu altar se agrupa junto con ellas
la apretada fila de las mujeres…


RUBÉN BAREIRO SAGUIER





Patria



Mi patria
En nuestra patria de todos
ya amanece.
Hace tiempo,
en el despuntar de los días.
Tardecita-cita.
Los pájaros cantan
cantan tristemente:
vámonos, vamos sin rumbo
con el atardecer.
En nuestra patria de todos,
oscura,
oscurece-rece.



JUAN CARLOS SUÑEN






Tan sólo unas semanas y algo hurga
sin pasado en la tierra,
solo y de buen humor en los pulgares
del domingo; aunque siga
volviéndose sin causa
cuando es la voz pequeña la que llama.

Bajo los soportales
las mujeres pasean con los hijos del año
de la sequía, se paran
para ofrecerlos aún no horripilados
a la mueca del hombre. Que hablaría
bajito, muy bajito,
en el dialecto del dolor; pero hace
sonar sus llaves.


De: "El hombro izquierdo"

EDGAR LEE MASTERS





Searcy Foote



Quería ir a la universidad,
lejos de aquí.
Pero mi tía, Persis, la rica,
no me quiso ayudar.
Entonces fui jardinero,
y con lo que gané
compré los libros de John Alden
y luché por la supervivencia.
Quería casarme con Delia Prickett,
pero ¿cómo con lo que yo ganaba?
Y ahí estaba mi tía, Persis, septuagenaria,
instalada en su silla de ruedas,
medio muerta,
su garganta tan paralizada que cuando comía
se le escurría la sopa como a un pato...
Y todavía no satisfecha, invertía sus ingresos
en hipotecas, nerviosa en todo momento
por sus acciones, rentas y papeles.
Ese día le estaba cortando leña
y leyendo a Proudhon en mis descansos.
Fui a la casa por un poco de agua,
y allí estaba, dormida en su sillón,
y Proudhon sobre la mesa,
y un frasco de cloroformo sobre el libro,
¡lo usaba a veces para dolor de muelas!
Vertí el cloroformo en un pañuelo
y se lo apliqué a la nariz
hasta que murió...
Oh Delia, Delia, tú y Proudhon
firme mantuvieron mi mano, y el forense
dijo que fue su corazón.
Me casé con Delia y me dieron el dinero...
¿Verdad que te burlé, Spoon River?