martes, 6 de diciembre de 2016


ALEJANDRO DUQUE AMUSCO




Escritura



He visto la luz,
su aullido blanco en la mañana,

la ternura de la noche revestida
de fatuos centelleos,

he visto
el mar con su rizada lengua

y la boscosa tarde a punto de enmudecer
en un invierno embravecido.

He visto un jardín
abriéndose
a un desierto-
el desierto era sólo
la soledad del hombre.
Y más.
He visto la obra limpia:
la llama y la belleza
-refulgían las dos como un único fuego.

Fuego verbal
para mi noche
escrita.


De: "Donde rompe la noche"



VICENTE ALEIXANDRE




Triunfo del amor



Brilla la luna entre el viento de otoño,
en el cielo luciendo como un dolor largamente sufrido.
Pero no será, no, el poeta quien diga
los móviles ocultos, indescifrable signo
de un cielo líquido de ardiente fuego que anegara
                                                                     las almas,
si las almas supieran su destino en la tierra.

La luna como una mano,
reparte con la injusticia que la belleza usa,
sus dones sobre el mundo.
Miro unos rostros pálidos.
Miro rostros amados.
No seré yo quien bese ese dolor que en cada rostro asoma.
Sólo la luna puede cerrar, besando,
unos párpados dulces fatigados de vida.
Unos labios lucientes, labios de luna pálida,
labios hermanos para los tristes hombres,
son un signo de amor en la vida vacía,
son el cóncavo espacio donde el hombre respira
mientras vuela en la tierra ciegamente girando.
El signo del amor, a veces en los rostros queridos
es sólo la blancura brillante,
la rasgada blancura de unos dientes riendo.
Entonces sí que arriba palidece la luna,
los luceros se extinguen
y hay un eco lejano, resplandor en oriente,
vago clamor de soles por irrumpir pugnando.
¡Qué dicha alegre entonces cuando la risa fulge!
Cuando un cuerpo adorado;
erguido en su desnudo, brilla como la piedra,
como la dura piedra que los besos encienden.
Mirad la boca. Arriba relámpagos diurnos
cruzan un rostro bello, un cielo en que los ojos
no son sombra, pestañas, rumorosos engaños,
sino brisa de un aire que recorre mi cuerpo
como un eco de juncos espigados cantando
contra las aguas vivas, azuladas de besos.

El puro corazón adorado, la verdad de la vida,
la certeza presente de un amor irradiante,
su luz sobre los ríos, su desnudo mojado,
todo vive, pervive, sobrevive y asciende
como un ascua luciente de deseo en los cielos.

Es sólo ya el desnudo. Es la risa en los dientes.
Es la luz o su gema fulgurante: los labios.
Es el agua que besa unos pies adorados,
como un misterio oculto a la noche vencida.

¡Ah maravilla lúcida de estrechar en los brazos
un desnudo fragante, ceñido de los bosques!
¡Ah soledad del mundo bajo los pies girando,
ciegamente buscando su destino de besos!
Yo sé quien ama y vive, quien muere y gira y vuela.
Sé que lunas se extinguen, renacen, viven, lloran.
Sé que dos cuerpos aman, dos almas se confunden.


MARCELO DÍAZ




Angeles Lakers



La pelota de básquet con la que Kobe Bryant
cometió una falta en el foro del oeste
es la pieza de un tablero mayor contenido
en las múltiples conquistas de la memoria.
Papá me llevó al partido en una noche de verano,
la esfera rebotó en el apoyabrazos
y vino como un insecto radiante
rodeándonos en una columna de felicidad
como si fuera el abrazo entre dos gigantes solitarios.
Lo que parte y no regresa sino
en el ojo del olvido o de la imaginación según
la composición de las raíces del árbol familiar.
Menos ligados a cuestiones teóricas
avanzamos como frágiles globos de luz
para desaparecer en forma irreversible
en la penumbra de una pantalla oscura.



ÁLVARO GARCÍA




Caída  (Canto 2)



Poder amanecer.

Miro los ojos que entrecierra el gato,
lentos, celeste antiguo; gato egipcio
que se fue al más allá junto a su dueño
y se pasea por los contenedores
con la perplejidad y la cautela
de saberse en un mundo sin pirámides.
La paz viene de lejos; pienso en ella
cuando suena la luz de la mañana
que confía en sí misma y en nosotros.
En la arena, palomas, barrenderos
y alguien que busca objetos de metal.
Ninguno opera sobre la mañana:
migas de ayer encuentran las palomas,
los barrenderos barren ese ayer,
el detector, como un perro magnético,
rastrea el casual brillo de la víspera.
Vivir no tiene un brillo de pulsera,
pero es también casual y se abandona.
¿Quién encuentra la vida que gastamos?
Volverá bajo forma indetectable.
Yo he bajado a mirar si estaba el día.
Si el aire aleteaba tras la muerte,
cambiante en un abrirse de postigos.
Si reclama otra luz refugio en ésta.
He bajado a mirar si el mar estaba,
si sortea la espuma su pavor
de vuelta de las islas abolidas.
Y susurra memoria de naufragio,
pero a los pies expande su insistencia.
Ve el derrumbe y se calla la mañana.
La mañana se torna ascuas de nieve.
Sólo entrega esta mano arena al aire,
pero es un trozo de aire hacia más aire
que gira por la cáscara del mundo
y sopla en las heridas que no acaban:
la muerte que habitó ventanas vivas
a las que ir en charla de ascensor.
Si pienso cómo el vértigo se arroja
y cae sin final, el día frena.
El desamor nos ata y los recuerdos
se duermen en el sueño de las cajas.



De:"Caída"

FRANCISCO CERVANTES




Ó tejo, a agua doidejante!

A Elías Nandino



No sueños, no memorias.
Pido a los dioses, y lo espero,
Tan sólo el gran silencio.
Aires de mi carne, otoño lisboeta,
Aquí he llegado,
Pero cuando abandone ya tu luz,
No extrañaré ya nada de lo tuyo,
Habré distancia, y bien se sabe,
La distancia ya no duele
Menos aún si se la canta.
Oídme, oídme, oídme.
Eso pedía mas nada pido.
En el canto ensordecíme
Y fueme, por descuido,
El canto a mí llegando.
Canté, oh Hados, qué canté.
No fue mi suerte, ni mi fe,
Ni por azar, ni bajo mando
Que mi voz quiso tocar
Esas benditas piedras,
Canto estos cantos de miserias.
No son cantos ni es cantar.
Ahora, ya en paz,
Por mí rogad,
Pronto la muerte espero.
Y del secreto venero
El agua enloquecida,
El agua muerta, el agua viva.



ÁNGEL COLLADO RUÍZ




VII



Algo parecido a un poema
me mira desde una hoja amarillenta
Se nota desde lejos saltar el mar que lleva
La furia de sus ojos
el terso margen del instinto
Es un poema disfrazado
con tan buen tino que hasta tiene
ese olor a usado de los viejos libros
y el aroma a mar de las mujeres que saben a mar
como los eternos poemas
que no pasan de moda
aunque se vuelvan amarillos y el otoño los ofrezca
en mesas repletas de libros
que pueden ser comprados
por unas pocas monedas
Muchos que pasan desean llevar algo
Una novela, algo de cuentos
Te encontré sin estar buscando
como se encuentra el amor al doblar una esquina
con tu piel no tan fresca
y tu olor a mares de mi tierra
Te encontré porque sin saber cuándo
sabía que te hallaría
Como el raro poema que en su día no pude alcanzar
y hoy es algo parecido a un poema