martes, 6 de diciembre de 2016

FRANCISCO CERVANTES




Ó tejo, a agua doidejante!

A Elías Nandino



No sueños, no memorias.
Pido a los dioses, y lo espero,
Tan sólo el gran silencio.
Aires de mi carne, otoño lisboeta,
Aquí he llegado,
Pero cuando abandone ya tu luz,
No extrañaré ya nada de lo tuyo,
Habré distancia, y bien se sabe,
La distancia ya no duele
Menos aún si se la canta.
Oídme, oídme, oídme.
Eso pedía mas nada pido.
En el canto ensordecíme
Y fueme, por descuido,
El canto a mí llegando.
Canté, oh Hados, qué canté.
No fue mi suerte, ni mi fe,
Ni por azar, ni bajo mando
Que mi voz quiso tocar
Esas benditas piedras,
Canto estos cantos de miserias.
No son cantos ni es cantar.
Ahora, ya en paz,
Por mí rogad,
Pronto la muerte espero.
Y del secreto venero
El agua enloquecida,
El agua muerta, el agua viva.



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