"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
domingo, 8 de mayo de 2016
LUIS CERNUDA
Los fantasmas del deseo
Yo no te conocía, tierra;
con los ojos inertes, la mano aleteante,
lloré todo ciego bajo tu verde sonrisa,
aunque, alentar juvenil, sintiera a veces
un tumulto sediento de postrarse,
como huracán henchido aquí en el pecho;
ignorándote, tierra mía,
ignorando tu alentar, huracán o tumulto,
idénticos en esta melancólica burbuja que yo soy
a quien tu voz de acero inspirara un menudo vivir.
Bien sé ahora que tú eres
quien me dicta esta forma y este ansia;
sé al fin que el mar esbelto,
la enamorada luz, los niños sonrientes,
no son sino tú misma;
que los vivos, los muertos,
el placer y la pena,
la soledad, la amistad,
la miseria, el poderoso estúpido,
el hombre enamorado, el canalla,
son tan dignos de mí como de ellos yo lo soy;
mis brazos, tierra, son ya más anchos, ágiles,
para llevar tu afán que nada satisface.
El amor no tiene esta o aquella forma,
no puede detenerse en criatura alguna;
todas son por igual viles y soñadoras.
Placer que nunca muere
beso que nunca muere,
sólo en ti misma encuentro, tierra mía.
Nimbos de juventud, cabellos rubios o sombríos,
rizosos o lánguidos como una primavera,
sobre cuerpos cobrizos, sobre radiantes cuerpos
que tanto he amado inútilmente,
no es en vosotros donde la vida está, sino en la tierra,
en la tierra que aguarda, aguarda siempre
con sus labios tendidos, con sus brazos abiertos.
Dejadme, dejadme abarcar, ver unos instantes
este mundo divino que ahora es mío,
mío como lo soy yo mismo,
como lo fueron otros cuerpos que estrecharon mis brazos,
como la arena, que al besarla los labios
finge otros labios, dúctiles al deseo,
hasta que el viento lleva sus mentirosos átomos.
Como la arena, tierra,
como la arena misma,
la caricia es mentira, el amor es mentira, la amistad es mentira.
Tú sola quedas con el deseo,
con este deseo que aparenta ser mío y ni siquiera es mío,
sino el deseo de todos,
malvados, inocentes,
enamorados o canallas.
Tierra, tierra y deseo.
Una forma perdida.
Yo no te conocía, tierra;
con los ojos inertes, la mano aleteante,
lloré todo ciego bajo tu verde sonrisa,
aunque, alentar juvenil, sintiera a veces
un tumulto sediento de postrarse,
como huracán henchido aquí en el pecho;
ignorándote, tierra mía,
ignorando tu alentar, huracán o tumulto,
idénticos en esta melancólica burbuja que yo soy
a quien tu voz de acero inspirara un menudo vivir.
Bien sé ahora que tú eres
quien me dicta esta forma y este ansia;
sé al fin que el mar esbelto,
la enamorada luz, los niños sonrientes,
no son sino tú misma;
que los vivos, los muertos,
el placer y la pena,
la soledad, la amistad,
la miseria, el poderoso estúpido,
el hombre enamorado, el canalla,
son tan dignos de mí como de ellos yo lo soy;
mis brazos, tierra, son ya más anchos, ágiles,
para llevar tu afán que nada satisface.
El amor no tiene esta o aquella forma,
no puede detenerse en criatura alguna;
todas son por igual viles y soñadoras.
Placer que nunca muere
beso que nunca muere,
sólo en ti misma encuentro, tierra mía.
Nimbos de juventud, cabellos rubios o sombríos,
rizosos o lánguidos como una primavera,
sobre cuerpos cobrizos, sobre radiantes cuerpos
que tanto he amado inútilmente,
no es en vosotros donde la vida está, sino en la tierra,
en la tierra que aguarda, aguarda siempre
con sus labios tendidos, con sus brazos abiertos.
Dejadme, dejadme abarcar, ver unos instantes
este mundo divino que ahora es mío,
mío como lo soy yo mismo,
como lo fueron otros cuerpos que estrecharon mis brazos,
como la arena, que al besarla los labios
finge otros labios, dúctiles al deseo,
hasta que el viento lleva sus mentirosos átomos.
Como la arena, tierra,
como la arena misma,
la caricia es mentira, el amor es mentira, la amistad es mentira.
Tú sola quedas con el deseo,
con este deseo que aparenta ser mío y ni siquiera es mío,
sino el deseo de todos,
malvados, inocentes,
enamorados o canallas.
Tierra, tierra y deseo.
Una forma perdida.
UMBERTO SENEGAL
Recibiremos…
de Mózart, que anuncian los truenos
desde la flauta quebrada
bajo el rosal.
“Has cambiado mi lamento en baile;
desataste mi cilicio, y me ceñiste
de alegría, por tanto a ti cantaré,
gloria mía y no estaré callado”.
ESTHER M. ALLISON
No sé
qué, no sé cómo, no sé dónde....
No sé
qué, no sé cómo, no sé dónde,
No se
cuándo, no sé, pero es tan claro
que a
todos los misterios que acaparo
les
conozco la cifra, aunque se esconde.
Por
más que cada enigma se me ahonde
para
aún más ahondarme al desamparo,
cada
fin anticipo a su reparo
aunque si indago no se me responde.
No sé
qué, no sé cómo, no sé cuándo...
Ay
incógnito amor, clave ocultada!
Pero
todo lo sé de contrabando.
En
cada vez que le pregunto, en cada,
sólo
el silencio, sigiloso, blando...
Pero
todo lo sé sin saber nada.
ANDRES FLORIT
La
ortografía de los muros es pecado corregirla...
La
ortografía de los muros es pecado corregirla
es mejor recoger las flores del cerezo
que sufre el verano como si de pronto lo despojaran de la noche
una cortina se abre repentina cuando volteas
no resiste al viento y se entrega de brazos abiertos
es el vaivén del deseo que sopla y deja de soplar
en tardes de afiladores de cuchillos y jardineros que reposan
se confunden las palabras en boca de obreros ebrios
que caminan a gastar sus últimas fichas –palabras,
que quiero cambiar por vino pero se avinagran,
sed de traducciones que son mi leche derramada,
papeles donde pudo aparecer una pandereta llena de hiedra
o animales de pelaje sucio y de ojos elocuentes
aquí se destilan otras formas eso me digo
para suplir las cuerdas que no se tensan
es la copa trizada después de un mal día
el vidrio que quisieras pintar negro por no verte reflejado en esas calles
que parecen demasiado largas
para ser caminadas en tan poco tiempo
alguien me cuenta que no sabe si vivió o soñó lo que dice recordar
y me embriagan esas confusiones tan corrientes
como ver una película por horas y horas
en cines que ya demolieron
adoquines y rieles de tranvías bajo flores de cerezos
que cicatrizan los caminos machacados de pasos
zapatos de goma ruedas de coche patas de perro
el sonido del agua que cae entre los arbustos y las espinas
las calles mojadas a pleno sol y mis huellas que luego se secarán
pasos que reemplazan pasos en la memoria rota del asfalto.
es mejor recoger las flores del cerezo
que sufre el verano como si de pronto lo despojaran de la noche
una cortina se abre repentina cuando volteas
no resiste al viento y se entrega de brazos abiertos
es el vaivén del deseo que sopla y deja de soplar
en tardes de afiladores de cuchillos y jardineros que reposan
se confunden las palabras en boca de obreros ebrios
que caminan a gastar sus últimas fichas –palabras,
que quiero cambiar por vino pero se avinagran,
sed de traducciones que son mi leche derramada,
papeles donde pudo aparecer una pandereta llena de hiedra
o animales de pelaje sucio y de ojos elocuentes
aquí se destilan otras formas eso me digo
para suplir las cuerdas que no se tensan
es la copa trizada después de un mal día
el vidrio que quisieras pintar negro por no verte reflejado en esas calles
que parecen demasiado largas
para ser caminadas en tan poco tiempo
alguien me cuenta que no sabe si vivió o soñó lo que dice recordar
y me embriagan esas confusiones tan corrientes
como ver una película por horas y horas
en cines que ya demolieron
adoquines y rieles de tranvías bajo flores de cerezos
que cicatrizan los caminos machacados de pasos
zapatos de goma ruedas de coche patas de perro
el sonido del agua que cae entre los arbustos y las espinas
las calles mojadas a pleno sol y mis huellas que luego se secarán
pasos que reemplazan pasos en la memoria rota del asfalto.
ANA EMILIA LAHITTE
Aprendizajes
Comienzo
a
perder instantes.
A
perderme.
Una
décima de segundo.
Un
milésimo de silencio.
Nada
me despoja.
Todo
me desnuda.
Es lo
infinito que regresa.
Aprendo
a
habitar el esplendor
de la
sombra. Aprendizajes
Comienzo
a
perder instantes.
A
perderme.
Una
décima de segundo.
Un
milésimo de silencio.
Nada
me despoja.
Todo
me desnuda.
Es lo
infinito que regresa.
Aprendo
a
habitar el esplendor
de la
sombra.
MARINA CENTENO
Melancolía
A
ratos
las hojas se deshacen
con la melancolía de los que arrastran
su quebranto de gris en el invierno
A ratos
se dispersa el poema en el sillón
y se mece a placer nuestro silencio
las hojas se deshacen
con la melancolía de los que arrastran
su quebranto de gris en el invierno
A ratos
se dispersa el poema en el sillón
y se mece a placer nuestro silencio
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