"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
lunes, 11 de octubre de 2021
LI QINGZHAO
Escarcha
a la sombra de las flores
ligeras
brumas densas nubes
hacen más triste aún este largo día
el perfume Borneol
se desvanece en su animal dorado
hoy es nueve de septiembre;
otra vez la Fiesta del Doble Yang
la almohada de jade
y el biombo de seda
a media noche despiden su frescor
cerca de la Barrera del Este
cuando ella alza su copa ante el ocaso
sus mangas desprenden un mágico perfume
no digas que el alma
no sabría languidecer de amor
tras las cortinas
que el viento del oeste ondea
ella aparece tan grácil
como un crisantemo
VICENTE GAOS
No
te merezco, no. Yo canto, canto,
y te quiero, te quiero, sí, te quiero,
y sólo por ti vivo y por ti muero,
y sé que hasta tu cima me levanto.
Pero
no es en tu cima en donde canto,
sino en el valle en que me desespero
de no poder vivir siempre señero,
y callar, callar sólo, amarte tanto.
Oh,
bajo y pobre mundo, limitado
poder de la expresión, oh lengua mía.
en cambio tu mirada, qué logrado
silencio
y poderosa luz del día.
Tú me devuelves más que yo te he dado,
pues tú eres tú, yo sólo mi poesía.
REINALDO BUSTILLO
No
tengo una Violante
No
tengo una Violante que me pida
escribirle
un soneto dedicado;
donde
diga que estoy enamorado,
y
que ella es para mí: justa medida.
Si
la encuentro en el curso de mi vida
le
brindaré un soneto delicado,
con
rima consonante y bien logrado
del
que nunca se encuentre arrepentida.
El
cuarteto: uno y cuatro, dos y tres;
o
con rima cruzada, serventesios.
El
terceto es de rima tolerante,
más
no podrás seguidos, a la vez,
sin
que entres a la lista de los necios,
escribir
tres con rima consonante.
EFRAÍN BARTOLOMÉ
Si
tuviera un amigo
Si
tuviera un amigo
o un
hermano mayor con la mirada dulce
o un
padre con la mano sobre mi hombro
o
una madre tocándome la frente
le
diría que es tarde que ha llovido
y
que estuve abrazando a una mujer (su llanto ardía)
y
nos dolía la noche porque estábamos juntos
pero
yo me había ido
(Mi
caudaloso amor: este páramo seco
este
cauce polvoso de un río que murió soñando sauces
estuvo
aquí total completo
pero
un día cambió
Se
tornó un arroyuelo cálido que recorría la casa
Me
seguía silencioso o maullando
como
un pequeño gato triste
Escuchábamos
jazz
Leíamos
poemas entrañables mientras ella volvía
Yo
la esperé junto a una fuente turbia
Hasta
el hastío más hondo
Hasta
el zumbar de moscas en el espejo de agua
Hasta
escupir la fiebre
Primero
fue el tizón del horizonte
El
cráneo a punto de estallar del que lo duda todo
Después
la noche y su cerrado enjambre de insectos
derribándome
Mis
ojos fueron nido de su veneno negro
Fui
su prisión su casa fui su
invadido continente
El
río de otro tiempo reptaba en mi interior
como
canción amarga)
¿A
qué dolerse ahora?
El
río sólo sigue la dirección del cauce
El
tiempo pasa
El
fuego quema
La
quietud se adueñó de todos los objetos
y
los hizo silencio piedra
seca silueta solamente
Las
fauces de la noche triturarán mis fémures
Me
alcanzará el incendio de los días
Me
convertiré en humo en
polvo en nada
en
sombra de la nada
¿A
qué dolerse ahora?
Cuerpos
de sal Agua del tiempo:
sal
que en el tiempo se disuelve
somos.
JOSÉ MÁRMOL
Recuerdo
A
un par de kilómetros de lentitud, la espesura de las olas figura leche de mar.
Un bote podrido, a la orilla. Esqueleto de pez guanábano. Vacío caracol con
cráteres de luna hedionda. Lo imposible ha sido, me lo han dicho siempre, que
varíe de tono el sonido del mar. A cinco mil millones de años de quietud, el
océano rezonga: una marmota espesa en hibernación. Sinfonía monocorde en los
acantilados. Sonido de un silencio vegetal. Acrobacia del crepúsculo ahogado de
horizonte. El hombre y el mar. La mujer y la mar. Una hoja tiembla, de uva
playa, sin que su forma acabe de caer. Un lecho de agua mansa. Un palmo de
arena tibia. Un lecho de luz blanca y de ceniza negra. Más abajo, a un par de
kilómetros de lentitud, un cuerpo reposa, ya sin voz, ya sin rostro, ya sin
vida tal vez.
De:
“Torrente sanguíneo”
JAVIER VICEDO ALÓS
Vueltas
A veces
no sé qué escribir, y doy vueltas a las palabras. Otras no sé qué vivir, y doy
vueltas a la muerte.