Recuerdo
A
un par de kilómetros de lentitud, la espesura de las olas figura leche de mar.
Un bote podrido, a la orilla. Esqueleto de pez guanábano. Vacío caracol con
cráteres de luna hedionda. Lo imposible ha sido, me lo han dicho siempre, que
varíe de tono el sonido del mar. A cinco mil millones de años de quietud, el
océano rezonga: una marmota espesa en hibernación. Sinfonía monocorde en los
acantilados. Sonido de un silencio vegetal. Acrobacia del crepúsculo ahogado de
horizonte. El hombre y el mar. La mujer y la mar. Una hoja tiembla, de uva
playa, sin que su forma acabe de caer. Un lecho de agua mansa. Un palmo de
arena tibia. Un lecho de luz blanca y de ceniza negra. Más abajo, a un par de
kilómetros de lentitud, un cuerpo reposa, ya sin voz, ya sin rostro, ya sin
vida tal vez.
De:
“Torrente sanguíneo”
No hay comentarios:
Publicar un comentario