lunes, 2 de abril de 2018


JAVIER ACOSTA





Elogio de la vida en el condado de McAllen (Texas)

Para Leandro



Conozco a una muchacha que escribía
puntos y líneas de amor a los insectos
que en mi niñez descuarticé
con ética impecable de naturalista

Corta es la vida. Lo sabe todo el mundo
pero más corto el lapso que se traza
sobre la superficie de la muerte
que lleva sin remedio hasta la vida de otra cosa

Pues los insectos tienen
-según los entomólogos-
la eternidad garantizada

No así mis compañeros hombres
por ejemplo mi abuela
que oyó la voz de la muchacha
y sólo consiguió dejar para después su infarto cerebral
hasta llevar a los ochenta y cuatro
su ruidosa versión del mes de agosto

Mi otro bisabuelo
ese tal Marcos
a quien la ninfa del telégrafo aconsejó tan mal
que se fugó con una cincuentona de McAllen
a bordo de un ford falcon de dos puertas
que aún pagan a plazos los sobrinos
Conozco a esa muchacha
si supiera su nombre lo pondría a una de mis hijas
-si tuviera hijas. Hablaríamos en morse entre nosotros
Quizá nos mudaríamos todos a McAllen

Conozco a esa muchacha que escribía
telegramas de amor a los insectos

No sé cómo es. Cómo se llama
Nadie de mi familia
ese tal Marcos
mi tía abuela Dominga
mis hijas -si tuviera-
Nadie sabe por qué precisamente a los insectos
Qué nos quiere decir con tanto punto y raya.


De “Melodía de la i”


MARIA EUGENIA VAZ FERREIRA


  


Voz del retorno



Nada le queda al náufrago; ya nada: ni siquiera
la dulce remembranza de un viejo sueño vano,
ni la marchita y frágil ala de una quimera
que al estrecharse deja su polvo entre la mano.
La media noche es tarde y el alba fue temprano,
y el orgulloso día le dijo al sol: “Espera”;
quien sin besarla aspira la flor de Primavera,
pasa como una sombra por el jardín humano.

Violetas de los prados en el solar fragante,
rosas de los pensiles rojas y perfumadas
que al pasajero abrieron su misterioso broche;
el náufrago retorna como una sombra errante,
sin una sola estrella de flámulas doradas
con que alumbrar el fondo de su infinita noche.



ISMAEL LARES





 Corrido



Alguna vez viví
en una ciudad sin polvo, sin caballos.
Sólo ruinas debajo de más ruinas.

Una nube inmensa, un algodón violeta,
eran todo cielo sobre nuestros hombros.
La ciudad respiraba con esfuerzo
el aire tóxico del nostro pecho.
Árboles en los parques, en las avenidas:
verdes inmigrantes que aún deambulan
sin respiro ni viento, sólo grises aromas.
Árboles en los cementerios de árboles,
lagos en los parques y basura en los parques:
decoración kitsch para la modernidad.

Tuve un lindo apartamento en aquella ciudad.
Recuerdo la Colonia del Valle
con su voz turgente levantando edificios:
uno femenino, mexicana;
el otro más culino que un hotel, wtc.
Ay mi colonia, mis calles esquinadas,
La Morena entrepiernada con Adolfo
y el Prieto apretando sus nalgas con fuerza.
Dos esquinas adelante,
Enriqueta Ochoa me sabía poeta
cada vez que iba en bicicleta
y giraba y giraba y ella nomás reía.

¡Ay, mi ciudad!
Ahora polvo y palmeras y nuevos recuerdos.
Pero aún así me levantaré
con un polvoriento barrer de palabras,
con pasito, banda o norteño
en éste poema-corrido-recuerdo.



LINA ZERÓN





Carbón ardiente



Borrarme de la tierra es pretensión inútil.
Ni la fiebre que arrasa por las noches
ni los gritos que exprime de mi cuerpo
ni todo su veneno devorándome el vientre,
iracundo dolor que acecha.

Me niego a ser un gusano más del césped
o un trozo de carbón ardiente,
repleto cráneo de aserrín.

No soy polvo que vuelve al polvo
ni inútil obituario en los periódicos.

Soy más fuerte que las células nefastas
               que se reproducen a diario.

Soy agua que arrasa los caminos,
turbulencia de duna en el desierto.

Conmigo no podrá la muerte.


De: “Vino rojo”


RAMÓN GARCÍA





Memorias de pantalla



El sueño remueve en los años
Excavando lo repudiado y lo traumático.
Los sueños son enemigos de los amantes.

Soñé con mi primer amor otra vez, aquel que rara vez
Pienso, pero que mis sueños nunca olvidarán.
En un turbio paisaje tropical que nunca supo de nosotros, reunidos
Estábamos vacilantes, extraños, inciertos.

Otro sueño: una némesis obscena, mi archienemigo,
Una persona horrenda,
Con la que hice pareja en escenas pornográficas.

Despierto con el regusto de la muerte.



WILLIAM BUTLER YEATS





Bellas cosas señeras; la noble cabeza de O'Leary...



Bellas cosas señeras; la noble cabeza de O'Leary:
mi padre, en el escenario del Abbey, ante una multitud furiosa:
«Esta nación de santos» y luego, cuando los aplausos se extinguían:
«De santos de escayola»; echada hacia atrás la bella cabeza maliciosa.
Standish O'Grady buscando apoyo entre las mesas
y diciéndole a un auditorio borracho palabras de eminente insensatez;
Augusta Gregory sentada en su gran mesa de ormulu
cuando se acerba su octogésimo invierno: «Ayer me amenazó de muerte».
Le dije que todas las tardes, de seis a siete, me sentaba esta mesa,
con las persianas subidas»; Maud Gonne esperando un
                                                                                   tren en la estación de Howth
Palas Atenea en la espalda erecta, en la cabeza arrogante:
todos los Olímpicos: algo que jamás volverá a verse.


Versión de Hernando Valencia Goelkel