domingo, 24 de abril de 2022


 

HEBERT ABIMORAD

 


 

Violencia

 

 

En la sombra de mi espejo
se oyen palabras lejanas
que suelo acallar
ellas se retiran avergonzadas
y corren
es entonces
que me arrepiento
y las persigo
pero nunca les doy alcance
y no me queda más
que el uso del silencio
como medio de expresión
que entonces guarda para sí
una explosión de palabras ininteligibles.

 

 

LUIS CARLOS LÓPEZ

 

  

A Marina

 

 

Como te vas a casar
bien lleves tú una madrina,
tan dulce cual Josefina
—bella, grácil y sin par—
que te pueda aconsejar.

Pues tu novio es militar
y está por ti hecho un pelmazo:
Que te portes siempre bien
para que nunca te den
lo que llaman un planazo…

 

 

CECILIA VICUÑA

 

  

La mujer ideal

 

 

Desde hace cincuenta años
se ha estado eligiendo en Inglaterra
La Mujer Ideal.
Cada año incontables jovencitas
concursan en los siguientes rubros:
Elegancia
Rapidez de Arreglo
Belleza
Arte de Cocinar
Arte de Planchar.
La más bella y diligente
obtiene el título.

Otros estudiosos han dedicado
su vida a observar los destinos
de las cincuenta Mujeres Ideales
que lucían tan bellas y normales
durante el concurso.

Se llegó a la conclusión
de que treinta de ellas
se habían convertido en alcohólicas,
diez en drogadictas
y otras diez en Dueñas de Casa
relativamente infelices:

Marie José Berlant: después de algunos años
de vagabundaje sexual
casó con un Conde Mayor,
se hizo alcohólica
y hoy descansa
en un asilo de ancianas.

Juana Mardoquí: felizmente enamorada
casó con un profesional,
fueron muy felices
hasta que él se suicidó
y ella gastó los últimos años
de juventud en el amor.

Jovita Desmanes: aficionóse a viajar,
después de varias ofertas,
optó por la soltería.
Dicen que la heroína
fue su única fiel compañia.

Estrella Martínez: visiblemente extrovertida,
alcanzó notoriedad nacional.
La excesiva alegría
dio con ella al fondo
de un canal,
al que se dirigía a toda velocidad
en su Mercedes tapizado de Jaguar.

 

JOAQUÍN CIFUENTES SEPÚLVEDA

 

  

La casa de la plenitud

 

 

Hembra dorada y jubilosa,
pulpa de treinta soles rubios,
madura estás como las pomas
y hueles a pan de centeno,
a fruta y a vino y a cántaro
y a heno.

Yo, varón de altanero rostro,
músculo y corazón resuelto,
aquí te aguardo, en el umbral
de esta casa que mis brazos recios
construyeron con ladrillo y cal.
Casa tan mía como tuya.

Hembra del claro sonreír,
donde se afirma la raigambre,
sólida, de nuestro porvenir.
Nada nos falta, nada, nada.
Ni el vaso, ni el vino, ni el deseo.

 

 

LUIS ROGELIO NOGUERAS

 

 

 

Oración por el hijo que nunca va a nacer

 

 

Éramos tan pobres, oh hijo mío,
tan pobres
que hasta las ratas nos tenían compasión.
Cada mañana tu padre iba a la ciudad
para ver si algún poderoso lo empleaba
-aunque tan sólo fuera para limpiar los establos
a cambio de un poco de arroz-.
Pero los poderosos
pasaban de largo sin oír quejas
ni ruegos.
Y tu padre volvía en la noche,
pálido, y tan delgado bajo sus ropas raídas
que yo me ponía a llorar
y le pedía a Jizo,
dios de las mujeres encintas
y de la fecundidad,
que no te trajera al mundo, hijo mío,
que te librara del hambre
y la humillación.
Y el buen dios me complacía.

Así fueron pasando años sin alma.
Mis pechos se secaron,
y al cabo
tu padre murió
y yo envejecí.
Ahora sólo espero el fin,
como espera el ocaso a la noche
que habrá de echarle en los ojos
su negro manto.
Pero al menos
gracias al buen Jizo
tú escapaste del látigo de los señores
y de esta cruel existencia de perros.
Nada ni nadie te hará sufrir.
Las penas del mundo no te alcanzarán
jamás,
como no alcanza la artera flecha
al lejano halcón.

 

 

FRANCISCO MADARIAGA

 

  

Arazá-ti rincón

 

 

¡Pleamar de loros y de tigres
enterrados…

Algún potro alguna vez,
algún jinete
que ya tiraba lazos de salvación
invadieron esta zona sagrada.

Yo no le pedí apoyo al eucalipto
extranjero,
me co-alumbré debajo de las
palmas.

El gato montés
orinaba
verdes tecitos
sobre mi alma