domingo, 23 de mayo de 2021


 

CLEMENTINA SUÁREZ

 


 

Mágicamente iluminado como en un paraíso

 

 

Me salí de mi vestido
y fui a dar con mi cuerpo,
y pude comprobar entonces
el valor de mis pies, mis manos, mis piernas,
mi estómago, mi sexo, mis ojos y mi cara.

 

Supe del deleite que cada uno de ellos me ha dado
y me he dicho de improviso:
¡qué contorno mágico el de mi costado,
qué antiguos y nuevos ecos en el hilo de mis venas,
que voz en la garganta,
qué sílaba impronunciable en el labio
y que sed detenida en la garganta!

 

Apresuradamente he salido por la puerta
disparada a caminar,
a tocar el suelo con mis pies,
a lanzar flechas encendidas por los ojos,
a devorar paisajes,
a enredar mis manos en jeroglíficos de relámpagos,
a dejar detenida aquí en mi sexo
—árbol fructificado—
el aroma de la vida.

 

He absorbido, he olfateado, he gritado
vivir, vivir, vivir.
Como si despertara una y otra vez
y fuera abeja laboriosa
que libara su miel astral.
Alba que cuajara aquí en el pecho,
armero que trabajara día y noche
su cumplida labor.

 

Abro precipitadamente
las puertas de mi aposento
y tiro lejos la sábana.
Me asomo al espejo como una morada
que no habrá de retenerme.
Como un propósito alucinado,
brilla mi anillo de piedra color malva,
mi lámpara, mi reloj,
detenidos en los umbrales del tiempo.

 

Mis zapatos desvelados a la orilla del lecho
y mi rostro deambulando por el sueño
como una decoración para un poema
escrito en las líneas de la mano,
o en el destello metálico de mis sentidos
tulipanes siempre ardiendo.

 

Mi perfil de arcángel
danza con el rayo,
detiene sus reflejos en la frente
y derrumba con su fuego el corazón
como en un paraíso mágicamente iluminado.

 

 

CLAUDIA MEYER

 

 

 

Yo te amé como nunca

 

 

Yo te amé como nunca. Viví tus ojos de pájaro salvaje,
tu desnudo de sombra cálida.
Tu nombre era aire que llenaba el silencio, eras carne,
delicado enjambre de vida detonando en mi crepúsculo,
catarata de alegría entre mis manos.
Eras tibia mirada que recogía las caricias esparcidas por las habitaciones.
Contigo era posible la luz, el torrente de luceros fluyendo por las venas,
como el brazo de espuma que navegaba entre las sábanas cada mañana.

 

CARLOS ALBERTO SORIANO

 

  

Alegría

 

 

Con el alma gloriosa y en flor
me acerco a la orilla del miedo,
y no,
no me aterra su vapor etéreo,
ni me llena de espanto su aliento.

Con los pasos vibrantes del gozo,
todavía galopando en mis entrañas,
regreso del dolor
y del sobresalto,
y asomo a la alegría
de un corazón ayer estrenado.

Tengo en la frente los rasgos inútiles
de una severidad imperfecta,
los resabios de un fracaso mundano,
miles de abrazos prisioneros,
millones de besos sin remitente,
y muchas canciones anegadas
en las sórdidas ciénagas del miedo.

Hoy me bastan diez palabras
manuscritas sobre el papel manchado
mancillado, ajado y percudido,
para verme de nuevo
flotando sublime en cielos purpúreos,
nostálgicos, serenos, profundos,
¡enloquecidos de sentimiento
en explosiones jubilosas!

Vivo.
Renazco.
Soy inmortal, soy hombre nuevo.
Tengo en el pecho un centenar de duendes
jugando entre sortilegios vivaces.

 

2011

 

CARLO ANTONIO CASTRO

 

 

 

Vuelo de los Nahuales 

Para Claudia Lars y Aurora Reyes,
en prenda de admiración y afecto.

 

 

I

 

Tiempo de la derrota cotidiana,
el sol, agónico, vencido,
esconde grave cuatrocientos fuegos:
Cede la llama, fugaz sabiduría,
al agua oscura de la Luna Madre;
no se advierte si duerme moribundo,
o si nuevas vigilias imagina;
si es el inefable resurrecto
—buboso original—
o astro sucesivo;
una sola, fatal criatura sabia
apenas lo diría: la de senos
reptantes, la de lengua
gemela, la de tétricos
ojos que ve sin la mirada,
que adivina rumores
y no escucha;
la que atiende los partos de la hierba
y atesora
los años en el fondo
del cuerpo:
la serpiente.

 

Lapso de sueño y fe,
solar reposo de los ojos negros,
dominio de la Madre
de animales y hombres,
dueña del cielo,
de la tierra,
del polvo,
aire.

 

Duerme su muerte el sol en el abismo.

 

 

II

 

El mono es la figura caprichosa
—ni hombre ni animal—
de un antiguo fracaso de los dioses;
vástago de árbol, ríe, contorsiona
siluetas sin descanso,
aprisiona los gestos de los otros,
salta, sube y baja, ríe
nuevamente, discute, despotrica,
se prenda de la fruta
o de la estrella;
cavila, ríe
otra vez de buena gana,
entrelaza su rabo con la cola
fraternal, receptiva
de otro mono, mona,
o con la rama;
expresa sus humores
más íntimos, difiere
de todo cuanto ríen
o promulgan
sus hermanos mayores,
menores, o extraños;
ríe, ríe, sin humor,
una caricatura
de la risa
vegetal.
Es él quien prefigura
la alegría sin suerte.
Imita cuatro movimientos cuatro.

 

 

III

 

Cambia el testigo…
Veamos si en el agua
de lluvia,
o en la poza,
o en el ojo
que mana
logramos, ahogando
las voces,
su rostro adivinar.

 

Cielo animado,
severo,
nocturno
rival del sol,
sombra estrellada,
garras, colmillos; legendaria visión
de muerte intensa, suerte de brujo,
códice de sangre, señor rojo, voz
de una lengua inexplorada, sacerdote
de rito antiguo, perfil de dioses indios,
filósofo del ara, muerte
que vive es el jaguar; bajo la luna,
el follaje, el sereno, se desplaza;
piensa, busca, sacrifica,
huye del alba, se oculta tras la Madre;
nunca ríe, sus ojos el divino
desprecio reflejan. Enemigo
de burlas y gracejos,
el jaguar es árbitro, juez
nocturno.

 

 

IV

 

Los viejos hombres heredaron
los temores lunares, las pieles
de veinte jaguares veinte
y crearon un cielo;
después sus voces alumbraron versos
y sus miembros rasgaron una danza,
y tomaron la arcilla de sus cuerpos
para hacer oracione
y lanzarlas, fugaces,
más allá de la noche.

 

He aquí que, varones,
venidos de mujer,
olvidadizos,
recreados creadores,
temieron y adoraron al jaguar
de los cielos vivientes,
sin dejar de reírse del mono,
festejar sus piruetas,
dedicarle los trozos de su barro
y su tiempo
sangre.

 

 

V

 

Mono y jaguar
—nahuales—,
risa y voraz sentencia:
el indio en mil silencios trenza el día,
abre la noche;
siembra su carne cotidianamente.
Mientras duerme se ausenta en pos de su alma.
En las ondas del sueño
encuentra hondas
venturas; las raíces
del hombre desentierra:
Aquí el mono,
allá el jaguar… (Los demás
animales expresan
una suerte o la otra).

 

Y en el cielo del indio
—hecho de la vigilia
original—
alienta el brujo
jaguar; el búho canta
en su techo nocturno; ríe el mono
en el árbol estéril.

Duerme su vida el sol en el abismo.

 

 

GUSTAVO CAMPOS

 


 

¿Habrá otra oportunidad para el brillo de unos ojos?

 


La última vez que les hablé
sería la última;
y no lo fue.
Fue devorado el cadáver de la alegría
por aves rapaces.
Esperé otra oportunidad,
una última vez para hablarles,
y como león seguí el rastro de sus pasos.
Fue herida el alba.
Y camino al manicomio, una tarde,
cuando el corazón de un sauce es un rayo,
hablamos por última muerte,
por instinto, frustración,
el lenguaje de la noche
en los jardines cerrados
donde nadie dejará la muerte.
Pregunto: ¿habrá otra oportunidad,
Una última, para el brillo de unos ojos?



NELSON LÓPEZ

 

 


Fugitivo

 

 

Con pies de plomo camino hacia vos
Me siento en el banco que te mece
Y se mece mi vanidad al verte
Cuando oís el retumbo de mi voz

 

Y me buscás, me mirás, me sonreís
Tu  infancia desvanece mis penas
Te di vida y hoy me la devolvés
Vos salvándome de la oscuridad
Y yo refugiándome en tu nido

 

Cuando se rebalsa el amor, cuando
chispea la dulzura a mi nahual
agradezco por tenerte acaso
sin merecerlo y sin merecerte.