viernes, 24 de mayo de 2013

VÍCTOR SANDOVAL





Muerte de los hombres 



    La tarde bárbara
sube a golpes de mar hasta las islas
donde estalla el calor.
Sube la luz en árbol convertida.

    Crecen los hombres
en vértigos azules,
en altos laberintos
de sangre bajo el cielo.

    Una doncella cierra el día,
una doncella
monta el caballo de agua
donde se mira el día.

    En la columna rota
un dios espera
el cuerpo de la noche
perforado de estrellas
como larvas.

    Han muerto los hombres
en la crestería del agua.
El mundo se ha poblado de naufragios.
Hay que rezar por todos.
Una oración de tierra y viento
para los hombres muertos.

    Desde los púlpitos
del tigre y la anaconda
una oración de selva
para la flor sin barro de los hombres.


BEYDDY MUÑOZ




  
Blue


I

No necesito tocarte
mi mirada desabrocha
la camisa,
mis pestañas
bailan en tu pecho
mi visión nocturna
alcanza a penetrar
la oscuridad
recogida en tu pantalón.

II

No necesito tocarte
mis ojos besan
tu entrepierna
mientras mis cabellos
anudan tus manos.

III

Una sombra pasa
muero de nuevo
como cuando me miras.

JUAN DOMINGO ARGÜELLES





Heberto Padilla



En sus últimos años Padilla relataba
lo que observaba a diario tras sus gafas.
Veía un gato y hablaba del gato
que arqueaba el lomo bajo el sol de marzo.
El gato no era otro que ese gato
y el sol no era otro sol que ese de marzo.
Quien quisiera encontrar otro sentido
fracasaba en su esfuerzo de hermeneuta.

En los últimos años del poeta
la sombra de su sombra le pesaba.
Pensó que ser feliz era entregarse
al presente sin más luego que todos
los que le hicieron la vida imposible
eran ceniza para su memoria.

Acaso se engañó pero fue adrede:
ni fue feliz ni olvidó su pasado,
pero esa forma de mirar las cosas
como las mira un hombre sin espíritu
lo salvó del dolor de ver en todo
la desdicha vivida y renovada.

Ellos a la ceniza, yo a la vida,
dijo en verso prosaico y melancólico.
Se engañaba también porque la sombra
de su sombra que siempre lo rodeaba
le daba un aura de dolor que nunca
pudo borrar de lo que fue su vida.

Murió como otros tantos en exilio
dejando una memoria de papeles:
unos poemas que queman si los lees,
unos versos que a veces nos recuerdan
que escribir puede ser una condena.

Cuando leas sus libros piensa en esto:
tal vez sus poemas más comprometidos
y en los que más fustiga al innombrable
son aquellos que no hablan del tirano
sino de un simple gato que se arquea.
Su lengua más pugnaz fue cercenada
por el cuchillo de la ideología.
Cuando leas sus poemas piensa en esto
y aprende que pensar cambia la vida.


FABRIZIO CARAMAGNA





Aforismos


21.
Los grillos en la noche se llaman y no se ven. Los hombres se ven pero no se llaman.


Traducción de Hiram Barrios


LUIS GARCÍA MONTERO







En los días de lluvia
A Mari Carmen

Sabrás por la presente que empeoré de vida.
Mariano Maresca


Más o menos extraña
la vida fue pasando tibiamente
por tu cuerpo y el mío.

Oigo la lluvia fría amontonarse
sobre las uralitas
y la noche me atrapa
en el sudor eterno de su tranquilidad.
                               Tal vez
debiera despertarte, hacerte compartir
este presentimiento
de lejana belleza
con el que me confundo apenas un instante
para volver a ti
                           que te abandonas
a la hermosa presencia
de tu respiración.

Pasan lentos los coches.
                                     Oigo también
tu corazón lejano
pasar de madrugada entre la lluvia
y me asusta la sombra
de tanta intimidad.
                                
                                      Es tarde.
Uno escribe su vida en un poema,
analiza el amor
y se acostumbra
a seguir como está, junto a tu cuerpo
que quizá me recuerde todavía
desnudo entre las sábanas,

o las noches de lluvia nos confirman
que la vida, posiblemente hermosa,
no siempre es un asunto disponible
y que a veces resulta incluso mucha,
temible como ahora,
mientras que tengo miedo de besarte al azar.

Lo sé. Hemos sido extranjeros
hablándonos por señas demasiado cercanas,
ansiosos en las calles
de una nueva ciudad,
esperando tal vez que nos fotografíen
delante de este amor y de sus cicatrices,
eso que confundimos con nuestros sentimientos
o acaso
-en noches de locura-
con una sensación de humedad en los ojos.

Pero en pocas palabras se resumen
casi todos los días,
sus sílabas contadas en mis versos
y la felicidad.
Tibiamente los años
nos descubren
que nada existe ya sin tu sudor y el mío,
que somos todavía demasiado solemnes
cuando nos sorprendemos
temblando de pasión,
llenos de instinto mal disimulado.

Por eso, mientras llueve,
agradezco tu cuerpo entre las sábanas
y esta pasión desierta
de acariciar tus muslos,
más o menos extraños
y hermosos como un sueño
que acaba de llegar.

II

Noviembre
puede ser una conquista,
porque vuelve otra vez
sobre los toldos,
las horquillas de nácar imitado,
los abrigos baratos de entretiempo
donde tú te escondías
de pronto y mi deseo.

Y vuelve
con la torpe paciencia de la fidelidad,
como la melodía
de una vieja canción que recordamos.
Ya sabes que el otoño,
además del plumaje
mojado
de los árboles,
además de la luz y de esta tierra,
era una cita rota, perdida entre nosotros.

                                                                     Ahora
se nos abraza el tiempo débilmente a las piernas,
rompiéndonos el paso, alargando las hojas
de las enredaderas,
mientras todo es igual y nos anuncia
aquel viejo recuerdo confuso de las horas,
aquellas caravanas
de días sin sentido
que pasaban zumbando delante de los ojos,
que trajeron consigo
solamente dos cuerpos amándose o temiendo.

Y no es ya la costumbre de acercarme,
cogerte la cintura, desearte
con un deseo azul como un viento tranquilo
o pasear despacio
cuando pesan las hojas debajo de los pies
y las campanas crujen
prendidas en los árboles.

Y no es ya la costumbre de seguirte,
de aprender a pararme en los escaparates
y oír tu voz llegar, volcarse en el oído
salvando la distancia
que cabe entre dos cuerpos.
                                                  Era la vida entonces
la que nos recordaba,
con las claras sirenas de sus barcos
y su bisutería,
que seguía latiendo quizás entre nosotros,
deshecha,
nublada y pasajera
como el esperma seco
sobre la piel ya fría
que tanto hemos amado y casi siempre.
                       O tal vez preferimos
una feria de amor donde encontrarnos
para llegar a ver
lo nunca visto.

No sabes que tu cuerpo,
en las noches sin tiempo como ésta,
se confunde de pronto con el amanecer,
lo detiene dormido junto a mí.

Pero noviembre vuelve
con la torpe paciencia de la fidelidad
(las huellas del amor sobre los hombros
como una caravana de detalles confusos),
y acaso pueda ser una conquista,
porque todo es más claro.
                                             Yo recuerdo
los primeros abrazos, solitarios,
a la pared pegados,
huyendo de la lluvia
de una vieja ciudad,
recién enamorados todavía,
felices y nerviosos.
O la humedad imprevista de tu pelo
empapado de amor y de tormenta
en los campos abiertos
igual que nuestros cuerpos a la furia de agosto.
Y las noches de paz malhumorada
donde el amor pugnaba sobre el frío,
tiritando debajo de las nubes
sobre un lecho de escarcha.
                                                  Y recuerdo
la lluvia mansa, lenta, que araña los cristales
                                    como araño tu piel,
de la misma manera que el tiempo nos araña
una vez descubierto
que también es hermoso amarse en la memoria
y en la complicidad.

Abramos el balcón,
aullémosle a la luna
estirados de cuerpo para arriba,
hermosos como lobos
que ahora entienden el rumbo del que vienen,
que ahora saben el tiempo en el que habitan.

Es una luz distinta
la de estos contornos.

Sobre tu piel se aplastan
las gotas de la lluvia
y la tierra se extiende manchada como un tigre.

III

Nos visita el amor. Tiene la casa
una memoria ciega
de sol sobre los brazos
y la pasión desierta de hierbas por la piel.

Debemos abrazamos seriamente
esta mañana gris de todas las nostalgias
y pactar con la luz
que empieza a incomodamos
debajo de las puertas
como un mirón secreto al que hay que soportar.

Son demasiadas cosas.
Se ve que el tiempo vuela indiferente,
ajeno entre nosotros
que hemos hablado tanto de la vida
para llegar a tiempo a sus ojos abiertos,
a su pezón rosado
ya la bóveda hermosa de los cuerpos
que buscábamos juntos,
atropelladamente,
abriendo cremalleras
con la impaciencia propia de los enamorados.

El sol
que parece la carne dudosa de tus labios
se avecina reptando y me recuerda
que es posible de nuevo recorrernos
mientras se apagan lentas las últimas estrellas.
Antes de que nacieras y de que yo naciese
alguien debió vivir estas habitaciones,
sufrirlas solamente igual que las semanas,
poblarlas de deseos realizados a medias.

Gentes de soledad.

Acaso todo valga
si algún día...

                                                Nosotros
ya nada hemos fundado, ni siquiera un hogar.

Es más sabio el amor cuando amanece,
cuando ya empieza a oírse la mañana,
por el camino largo, desierto de tu piel.

ALEJANDRA PIZARNIK





Revelaciones



En la noche a tu lado
las palabras son claves, son llaves.
el deseo de morir es rey.

Que tu cuerpo sea siempre
un amado espacio de revelaciones.